Monición de entrada
Sean bienvenidos hermanos a esta Santa Misa, en el Cuarto Domingo de Cuaresma, también llamado Domingo de Laetare (Alegraos).
Seguimos viviendo la Cuaresma como preparación e inicio de la Pascua. Cristo es la luz que nos sigue guiando a través de los acontecimientos como la sanación del ciego de la liturgia de hoy, que nos preparan para contemplar gozosos la gloria de la resurrección.
Pidiendo a Jesús la gracia de vivir la Pascua y resucitar con él, comencemos entonando juntos el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
Si el domingo pasado destacaba el símbolo bautismal del agua, ahora nos encontramos con otros dos: el aceite y la luz. El primer libro de Samuel nos narra cómo el profeta Samuel ungió a David como rey de Israel. El evangelio de san Juan nos presenta a Jesús como luz del mundo que ilumina los ojos de un ciego de nacimiento. Y san Pablo nos recuerda que siempre debemos comportarnos como hijos de la luz. Escuchemos atentamente.
Moniciones para cada lectura
Monición a la primera lectura (Samuel 16, 1b. 6-7. 10-13a)
En las etapas de la historia de la salvación que seguimos en la primera lectura de los domingos cuaresmales, no podía faltar la figura del rey David. Hoy leemos cómo Samuel, a pesar de que todavía vivía y seguiría reinando el primer rey, Saúl, recibe el encargo de elegir ya su sucesor. De los hijos de Jesé, parecían favoritos los mayores, sin embargo Dios ha puesto su mirada en el joven David.
PRIMERA LECTURA
Lectura del primer libro de Samuel 16, 1b. 6-7. 10-13a
En aquellos días, el Señor le dijo a Samuel:
—«Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey».
Cuando llegó, vio a Eliab y pensó:
—«Seguro, el Señor tiene delante a su ungido».
Pero el Señor le dijo:
— «No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón».
Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo:
—«Tampoco a éstos los ha elegido el Señor».
Luego preguntó a Jesé:
—«¿Se acabaron los muchachos?».
Jesé respondió:
—«Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas».
Samuel dijo:
—«Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue».
Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel:
—«Anda, úngelo, porque es éste».
Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 22)
El salmo 22 nos recuerda que el verdadero rey, el que gobierna la historia de todos los pueblos, el auténtico pastor, que elige luego como pastores a los que él quiere, es Dios mismo. Nos uniremos al salmista respondiendo:
Salmo responsorial: 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6
R. El señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por los años sin término. R.
Monición a la segunda lectura (Efesios 5, 8-14)
La lectura de San Pablo, en una de las últimas páginas de su carta a los cristianos de Efeso, nos prepara para escuchar el evangelio con la clave de la luz. Nos hace la descripción de qué es un creyente y qué consecuencias tiene para su vida creer en Cristo Jesús, Luz del mundo.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5, 8-14
Hermanos:
En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor.
Caminad como hijos de la luz -toda bondad, justicia y verdad son fruto de luz-, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas.
Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas.
Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo descubierto es luz.
Por eso dice:
«Despierta, tú que duermes,
levántate de entre los muertos,
y Cristo será tu luz».
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Juan 9, 1-41)
Como a la samaritana del domingo pasado, Jesús también ahora va guiando a un ciego de nacimiento, para que, a través de lo que acontece en torno a Jesús, reconozca y acepte a Cristo como luz, hijo del hombre, enviado, profeta, Mesías y Señor. Preparemos nuestro corazón para recibir esa luz.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 9, 1-41
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.
Y sus discípulos le preguntaron:
—«Maestro, ¿Quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?».
Jesús contestó:
—«Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo».
Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:
—«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
—«¿No es ése el que se sentaba a pedir?».
Unos decían:
—«El mismo».
Otros decían:
—«No es él, pero se le parece».
Él respondía:
—«Soy yo».
Y le preguntaban:
—«¿Y cómo se te han abierto los ojos?».
Él contestó:
—«Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver».
Le preguntaron:
—«¿Dónde está él?».
Contestó:
—«No sé».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó:
—«Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo».
Algunos de los fariseos comentaban:
—«Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado».
Otros replicaban:
—«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
—«Y tú, ¿Qué dices del que te ha abierto los ojos?».
Él contestó:
—«Que es un profeta».
Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:
—«¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?».
Sus padres contestaron:
—«Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse».
Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él».
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:
—«Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador».
Contestó él:
—«Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo».
Le preguntan de nuevo:
—«¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?».
Les contestó:
—«Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?».
Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:
—«Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene».
Replicó él:
—«Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder».
Le replicaron:
—«Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?».
Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
—«¿Crees tú en el Hijo del hombre?».
Él contestó:
—«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».
Jesús les dijo:
—«Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es».
Él dijo:
—«Creo, señor».
Y se postró ante él.
Jesús añadió:
—«Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ven vean, y los que ven queden ciegos».
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:
—«¿También nosotros estamos ciegos?».
Jesús les contestó:
—«Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste».
Palabra de Dios.
Oración de los fieles
Opción 1
Presidente: Oremos al Señor nuestro Dios, que nos ha sacado de las tinieblas y nos ha llamado al Reino de su luz, y pidamos que ilumine nuestra vida atendiendo el clamor de su pueblo. Digamos todos:
Dios de la verdad, atiéndenos.
- Por el Papa, los obispos, los sacerdotes y todos los que en la Iglesia han recibido la misión de anunciar la Palabra de Dios y tienen el carisma de iluminar con la enseñanza de la fe y la exhortación profética, para que ese anuncio vaya acompañado del testimonio de vida y la fuerza del Espíritu Santo. Oremos.
- Por los catecúmenos que se preparan durante la Cuaresma para recibir el bautismo en la noche de Pascua, para que la luz que la Palabra de Dios nos ha revelado hoy, disipe cualquier duda y les impulse sin temor a vivir en la verdad. Oremos.
- Por la conversión del mundo, para que la luz de Cristo ilumine las tinieblas de quienes viven en el pecado, alejados de Dios, y puedan buscar a Cristo en esta Cuaresma. Oremos.
- Por los que viven en la ceguera de la incultura y la ignorancia, para que el Señor abra sus ojos y puedan contemplar la misericordia de Dios en sus vidas. Oremos.
- 5. Por esta comunidad, para que el Señor suscite en nuestro interior un sincero arrepentimiento de nuestros pecados y volvamos a Dios con la confianza de que su misericordia es mucho más grande que nuestras faltas. Oremos.
Presidente: Señor Dios nuestro, que nos has enviado a tu Hijo Jesús, luz de del mundo, para iluminar las tinieblas de nuestra ignorancia y nuestro pecado, escucha nuestra oración y cura nuestra ceguera espiritual. Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor. Amén.
Opción 2
- Para que la Iglesia vaya guiando con más intensidad a sus hijos hacia la luz de Cristo y nos siga iluminando con la luz de la fe, especialmente en estos momentos de crisis mundial. Roguemos al Señor.
- Por los que gobiernan las naciones, especialmente los de nuestro país, para que busquen el bienestar del pueblo, sin distinción alguna, y huyan de la tentación del enriquecimiento ilícito. Roguemos al Señor
- Por los que necesitan una luz que les ilumine en la incertidumbre del dolor, el sufrimiento y la miseria, para que encuentren en Cristo esa luz que brille en el horizonte. Roguemos al Señor
- Por nosotros que este día hemos escuchado la palabra de Dios, para que esa Palabra sea lámpara a nuestros pies y vayamos a dar testimonio de la luz de Cristo. Roguemos al Señor
Presentación de las Ofrendas
Con las ofrendas de Pan y Vino, llevemos al altar nuestras debilidades y preocupaciones, para que Él repare nuestras fuerzas.
Comunión
«Preparas una mesa ante mí» hemos dicho con el salmista. Dios nos ha preparado hoy la mesa del altar; acerquémonos a participar de él.
Final
Reanimados por la participación nuestra en esta Santa Eucaristía, vayamos hoy a nuestros hogares a seguirnos preparando para la Pascua con Cristo.
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- La Oración Universal (Oración de los Fieles)
- Taller para lectores o proclamadores de la Palabra
- Cuál es el color y tamaño adecuado para el mantel del altar?
Fuente: Aldazábal, José, Enséñame tus caminos 8 – Los Domingos Ciclo A, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 2004; La Casa de la Biblia, Tú tienes palabras de vida – Lectura Creyente de los Evangelios Dominicales Ciclo A, Editorial Verbo Divino, 2010; Bartolomé, Juan J., El Corazón de la Palabra Ciclo A, Editorial CCS