Tips:
Color: Verde
Salterio: III Semana
Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Con la más cordial bienvenida para todos ustedes, presentas ya en este lugar santo, nos disponemos a celebrar la Santa Misa correspondiente al XIX domingo del tiempo ordinario.
Este día la liturgia nos invita a saber reconocer a Dios aún en medio de la turbulencia, con una fe firme, que no se deje quebrantar por las dificultades de la vida.
Vivir en la fe no es fácil; es como embarcarnos en una aventura, y el miedo, el desaliento, se apoderan muchas veces de nosotros; pero el Señor, que nos ha convocado, se nos hace presente y nos dice: «Confiad, yo he vencido al mundo».
Con esa confianza, comencemos esta celebración con el canto de entrada. De pie y cantemos todos.
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Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
La salvación está cerca, proclamamos con el salmo 84. Hay que estar atentos, como Elías en la puerta de la cueva, para reconocerlo en el ligero susurro de una brisa suave. Hay que tener los ojos de la fe bien abiertos para no confundir al Señor que se acerca caminando sobre las aguas con un fantasma, como les ocurre a los discípulos en el relato del evangelio. Del mismo modo, Pablo, en la Carta a los Romanos, se siente triste porque su pueblo no ha sabido reconocer en Jesús al Hijo de Dios. Dispongámonos a escuchar la Palabra, presencia del Señor entre nosotros.
Moniciones para cada lectura
Moniciones primera lectura (1 Reyes 19, 9a. 11-13a)
En su huida, por la persecución a muerte de la Reina Jetzabel, después de haber dejado en evidencia y mandar castigar delante de todo el pueblo a los más de cuatrocientos profetas y sacerdotes del dios falso Baal, el profeta Elías se refugia en la cueva de una roca del Monte Horeb. Ahí Dios se le manifiesta en una suave brisa.
PRIMERA LECTURA
Lectura del primer libro de los Reyes 19, 9a. 11-13a
En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo:
—«Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!».
Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego.
Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 84)
Israel al volver del destierro cantaba el salmo 84 confesando cómo Dios cuidaba con amor a su pueblo; nosotros, que conocemos mejor que Israel el plan universal de salvación manifestado e inaugurado por la resurrección de Cristo, proclamemos que «la salvación está, en verdad, cerca de sus fieles». Unámonos al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 84, 9ab-10. 11-12. 13-14
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos».
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R.
Monición a la segunda lectura (Romanos 9, 1-5)
Pablo escribe hoy como judío con la mayor tristeza porque su pueblo -el pueblo de las promesas- no ha recibido al Prometido en las promesas y teme que este rechazo les separe definitivamente de Dios. Escuchemos.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 9, 1-5
Hermanos:
Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo.
Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Mateo 14, 22-33)
El Evangelio de San Mateo nos relata hoy aquel acontecimiento en que la fe de los discípulos es puesta a prueba por las olas que zarandean la barca durante la noche, sin la presencia de Jesús que se había quedado orando en el monte.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 14, 22-33
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar.
Llegada la noche, estaba allí solo.
Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida:
—«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó:
—«Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua».
Él le dijo:
—«Ven».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
—«Señor, sálvame».
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
—«¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?».
En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo:
—«Realmente eres Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Con la confianza de que Dios viene a calmar las tempestades de nuestra vida,, acudamos a Él pidiendo por las necesidades del mundo entero. Digamos todos:
Escucha, Señor, nuestra oración.
- Por la Iglesia, para que la unidad, la caridad mutua y el fervor reinen en el corazón de cada uno de los que la formamos. Oremos.
- Por el Papa, obispos y sacerdotes, para que sigan haciendo presente al Dios vivo en medio de la Iglesia. Oremos.
- Por los que rigen los destinos de las naciones, para que sigan luchando por llevar soluciones a los problemas que oprimen a los pueblos. Oremos.
- Por los que sufren y sienten que Dios no está presente en su dolor, para que el auxilio divino reavive en ellos su fe en este día. Oremos.
- Por quienes compartimos este banquete y nos hemos alimentado del pan de la Palabra, para que recobremos la confianza en Jesús, Señor de nuestra historia, que camina sobre el oleaje de nuestra vida. Oremos.
Presidente: Muéstranos, Padre, tu misericordia, escucha la oración de tus hijos y danos tu salvación. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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Ofrendas
«El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto», hemos proclamado en el salmo de hoy. De ese fruto de la tierra hemos obtenido el vino y el pan que hoy llevamos al altar.
Comunión
Cristo nunca nos abandona, siempre está con nosotros en los momentos más difíciles de nuestra vida. Hoy se hace presente en el Pan y el Vino y nos invita a recibirle. Acerquémonos con fe a comulgar.
Final
Con la certeza de que Dios siempre viene en nuestro auxilio, nos retiramos a nuestros hogares. Les esperamos aquí el próximo domingo.
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