Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Nos llena de mucha alegría tenerles aquí, en este lugar santo, para celebrar la santa Eucaristía, en el trigésimo primer domingo del tiempo ordinario. Sean todos bienvenidos.
En Jesús de Nazaret se dio una extraordinaria coherencia y consonancia entre palabras y obras. Si él nos dio ejemplo, debemos empezar cuestionando la autenticidad de nuestra fe y de su coherencia con nuestras obras. ¿Somos veraces, intentamos ser coherentes en nuestra vida de fe? ¿Se corresponden nuestras obras y palabras?
Con estas preguntas iniciamos la celebración eucarística de este domingo, entonando todos el canto de entrada. De pie y cantemos todos.
Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
En las lecturas de hoy resuenan serias advertencias contra los líderes religiosos del pueblo. Tanto el Profeta Malaquías como Jesús denuncian a los sacerdotes, los maestros de la ley y los fariseos con su conducta incoherente, pues, como el autor del salmo, tampoco ellos han de perseguir grandezas, sino vivir en humildad, tal y como hizo Pablo. Escuchemos atentos este mensaje.
Moniciones para cada lectura
Monición a la primera lectura (Malaquías 1, 14b—2, 2b. 8-10)
El profeta Malaquías, en el siglo V antes de Cristo, lanza un duro ataque a los sacerdotes de su época, por lo mal que realizan el culto y el mal ejemplo que dan en su vida. No buscan la gloria de Dios, sino la suya propia.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Malaquías 1, 14b—2, 2b. 8-10
«Yo soy el Gran Rey,
y mi nombre es respetado en las naciones
—dice el Señor de los ejércitos—.
Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes.
Si no obedecéis y no os proponéis
dar gloria a mi nombre
—dice el Señor de los ejércitos—,
os enviaré mi maldición.
Os apartasteis del camino,
habéis hecho tropezar a muchos en la ley,
habéis invalidado mi alianza con Leví
—dice el Señor de los ejércitos—.
Pues yo os haré despreciables
y viles ante el pueblo,
por no haber guardado mis caminos,
y porque os fijáis en las personas
al aplicar la ley.
¿No tenemos todos un solo padre?
¿No nos creó el mismo Señor?
¿Por qué, pues, el hombre
despoja a su prójimo,
profanando la alianza de nuestros padres?».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 103)
En respuesta a la primera la lectura, el salmo hace eco, por una parte, a la acusación dirigida a los sacerdotes que se buscan a sí mismos en el ministerio. Contestaremos todos:
Salmo responsorial: Salmo 130, 1. 2. 3
R. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad. R.
Sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre. R.
Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre. R.
Monición a la segunda lectura (1 Tesalonicenses 2, 7b-9. 13)
Pablo refleja en este pasaje de su cata a los Tesalonicenses, la entrañable relación que tuvo con la comunidad de Tesalónica. Una relación de pastor diligente, fraternal y maternal. Un cariño especial y correspondido. Escuchemos.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2, 7b-9. 13
Hermanos:
Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos.
Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.
Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios.
Ésta es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Mateo 23, 1-12)
Como Malaquías, Jesús también en el evangelio de hoy, critica duramente a los «sacerdotes» y a los «escribas y fariseos», las clases dirigentes de su tiempo, por su hipocresía y el modo interesado de realizar su ministerio.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo:
—«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.
Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: A Dios nuestro Padre, que puede darnos cuanto le pedimos con fe, dirijamos nuestras oraciones diciendo:
Padre, escucha nuestra oración.
- Por la Iglesia, para que sea lugar de encuentro fraternal, en la que se realice la palabra de Jesús: «Todos vosotros sois hermanos». Oremos.
- Por todos los sacerdotes, para que vivan su ministerio como un servicio y reflejen en su vida a Cristo. Oremos.
- Pidamos también por los gobiernos del mundo, para que luchen junto al pueblo por el progreso de los más desprotegidos. Oremos al Señor.
- Pidamos por los más necesitados en el mundo, para que la Providencia Divina les ampare siempre. Oremos.
- Pidamos ahora por los que nos hemos congregado en torno al banquete eucarístico, para que seamos sinceros unos con otros, comprensivos con todos, sin pretender ser más que los demás. Oremos.
Presidente: Escucha, Padre misericordioso, la oración de tus hijos y enséñanos a vivir con humildad. Guarda nuestras vidas en tu paz. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén
Presentación de las Ofrendas
Ahora, junto a los dones de pan y vino presentamos al Señor toda nuestra vida y misión, para que con su gracia y misericordia nos impulse siempre a la entrega servicial.
Comunión
Cristo nos ofrece participar de su vida comulgando su Cuerpo glorificado. Vayamos con profunda fe y expresando nuestro agradecimiento cantando con devoción.
Final
Vayamos ahora a glorificar a Cristo haciendo vida la Palabra que hoy hemos escuchado, descubriendo en los hombres las necesidades de verdad, justicia y paz, para luchar por un mundo mejor.