Para los lugares donde esta solemnidad se celebró el jueves, ver Moniciones y Lecturas IX Domingo del Tiempo Ordinario.
Monición de entrada
Queridos hermanos, celebramos hoy la Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo (antes llamada Corpus); nacida en el siglo XIII y que nos hace centrar nuestra atención agradecida en la Eucaristía como sacramento en el que Cristo Jesús se nos da como alimento para el camino, haciéndonos comulgar con su propia Persona, con su Cuerpo y Sangre, bajo la forma del pan y del vino.
La fiesta de hoy adquiere un tono muy especial. Fijamos nuestra atención, no tanto en la celebración de la Eucaristía, sino en su prolongación, la presencia permanente en medio de nosotros del Señor Eucarístico, como alimento disponible para los enfermos y como signo sacramental continuado de su presencia en nuestras vidas, que nos mueve a rendirle nuestro culto de veneración y adoración.
Siendo una celebración eucarística muy especial, dispongamos todo nuestro ser a celebrarla como se merece. De pie y cantemos con alegría…
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Moniciones a las lecturas
Para los lugares donde esta solemnidad se celebró el jueves, ver Moniciones y Lecturas IX Domingo del Tiempo Ordinario.
Monición única para todas las lecturas
En las lecturas de la gran fiesta de hoy aparecen vinculados los conceptos de “sangre” y de “alianza”, aunque con un sentido diverso en cada caso.
El libro del Éxodo nos sitúa en el Sinaí, donde Moisés utiliza la sangre de los animales
sacrificados para ratificar la alianza que Yahvé ha establecido con su pueblo. El Evangelio de Marcos, en cambio, nos introduce en la última cena, donde Jesús mismo afirma que es su sangre la que sella la nueva y definitiva alianza de Dios con todos los hombres. La carta a los Hebreos, por su parte, interpreta esta novedad desde su propia perspectiva teológica.
Escuchemos atentamente los detalles en cada lectura.
Moniciones para cada lectura
Monición a la primera lectura (Éxodo 24, 3-8)
El libro del Éxodo nos sitúa hoy en el Sinaí, donde Moisés utiliza la sangre de los animales sacrificados para ratificar la alianza que Yahvé ha establecido con su pueblo. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Éxodo 24, 3-8
En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una:
—«Haremos todo lo que dice el Señor».
Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió:
—«Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos».
Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo:
—«Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 115 )
Haciendo eco del rito de la Alianza de la primera lectura, con el salmista aclamaremos todos:
Salmo responsorial: Salmo 115,12-13. 15 y 16bc. 17-18
R. Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor.
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.
Monición a la segunda lectura (Hebreos 9, 11-15)
El autor de la carta a los Hebreos subraya la superioridad del sacrificio de Cristo, comparado con el del día de la expiación en Israel.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 9, 11-15
Hermanos:
Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado.
No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna.
Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.
Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Marcos 14, 12-16. 22-26)
Escucharemos ahora el relato de la celebración pascual de Jesús con sus discípulos, antes de su muerte, que es la partida de nacimiento de la eucaristía cristiana, cuya solemnidad celebramos hoy.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
—«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».
Él envió a dos discípulos, diciéndoles:
—«Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?».
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena».
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:
—«Tomad, esto es mi cuerpo».
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron.
Y les dijo:
—«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».
Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: El Señor Jesús, con el don de su Cuerpo y de su Sangre, nos hace partícipes de su salvación. Elevemos a Él nuestras humildes peticiones y digamos juntos:
«Señor, escucha nuestra oración»
- Por el pueblo de Dios, peregrino en la historia: que, alimentado con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, crezca en la conciencia que es signo de unidad y reconciliación, y camine siempre con nuevo impulso y frescura. Oremos.
- Por el Santo Padre, los obispos y todos los ministros del altar: que siempre se sientan sostenidos y fortalecidos por el pan eucarístico del cual se nutren cada día, al afrontar las fatigas y esfuerzos del ministerio. Oremos.
- Por quienes dirigen los destinos de las naciones: que al celebrar esta fiesta sientan el deseo de luchar por erradicar el hambre en aquellas regiones del mundo donde más hace falta el pan. Oremos.
- Por los más necesitados: pidamos al Señor el pan material para aquellos que no lo tienen, trabajo para los desempleados y un corazón generoso para que todos podamos compartir lo que tenemos. Oremos.
- Por todos nosotros: que de la Eucaristía que hoy celebramos solemnemente aprendamos a dar gracias al Señor por todo lo que nos da y reconocer su presencia en nuestra cotidianidad. Oremos.
Presentación de las Ofrendas
Con amor presentemos al Señor el Pan y el Vino, símbolos de unidad y paz, con nuestros agradecimientos por haberse querido quedar con nosotros para ser nuestro sustento. Cantemos…
Comunión
Si la celebración de hoy es especial para todos los católicos, al acudir a comulgar es una alegría única. Conscientes de que es al mismo Cristo que recibimos, acerquémonos a comulgar con mucha devoción. Cantemos todos.
Final
Con la alegría de haber recibido a Cristo en nuestros corazones nos retiramos a nuestros hogares, llevando la misión de ser signos de unidad y paz.
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