Tips litúrgicos
- Color: verde
- Misa: Del domingo, Gloria, Credo, Prefacio dominical
- Lecturas: 2Mac 6, 1; 7, 1-2. 9-14; Sal 16; 2Tes 2, 16-3, 5; Lc 20, 27-8 (o más breve: Lc 20, 34-38)
- Liturgia de las Horas: Del domingo. Salterio IV
- Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial
- XXXII (32) domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C
Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Con mucho gozo les recibimos en la casa de Dios para celebrar la Santa Misa en el trigésimo segundo domingo del tiempo ordinario. Sean todos bienvenidos.
Los textos bíblicos de la liturgia de hoy vienen en apoyo de nuestra fe en una vida
futura tal como lo confesamos en el Credo y lo proclamamos en la eucaristía después de
la consagración: Anunciamos tu Muerte, proclamamos tu Resurrección, ¡ven, Señor,
Jesús!
Nosotros tenemos la firme convicción de que Cristo es la resurrección y la vida, por eso, con fe y alegría, comencemos la celebración de estos misterios. De pie, cantemos todos…
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Moniciones a las Lecturas
Opción 1: Monición para todas las lecturas
Las lecturas de hoy nos ponen ante la muerte y la resurrección. La muerte no tiene la última palabra; por eso no hay que tenerle miedo a morir en manos de los hombres, como lo relata la primera lectura, pues al despertar nos saciaremos de la presencia de Dios, como lo proclamaremos en el salmo. Jesús nos confirma en el Evangelio de hoy esta gran verdad. Escuchemos atentos.
Opción 2: Monición para cada una de las lecturas
Monición a la primera Lectura (II Macabeos 7, 1-2. 9-14)
La historia de la persecución que nos narra el libro de los Macabeos, sucedió en el siglo II antes de Cristo, en la persecución de Antíoco IV que, con una mezcla de halagos y amenazas, intenta seducir a los israelitas y conducirles a la religión oficial pagana, olvidando la Alianza. Escuchemos este relato, que no prepara
para la escucha del evangelio.
PRIMERA LECTURA
Lectura del segundo libro de los Macabeos 7, 1-2. 9-14
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
Uno de ellos habló en nombre de los demás:
—«¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres».
El segundo, estando para morir, dijo:
—«Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna».
Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente:
—«De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios».
El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos.
Cuando murió este, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo:
—«Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida».
Palabra de Dios.
Monición al Salmo Responsorial (Sal. 16)
En el salmo 16 nos encontramos con las palabras de un creyente que está sufriendo por su fe; pero que espera en la ayuda de Dios. Nosotros también mostramos nuestra esperanza en Dios diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 16, 1. 5-6. 8 y 15
R. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi suplica,
que en mis labios no hay engaño. R.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras. R.
Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante. R.
Monición a la segunda Lectura (II Tesalonicenses 2, 16-3, 5)
San Pablo, en su segunda carta a los cristianos de Tesalónica, les anima a mirar con esperanza hacia el futuro. Esa comunidad nos representa también a nosotros, con nuestras angustias y miedos, pero también con la esperanza puesta en Dios.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2, 16—3, 5
Hermanos:
Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas.
Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra de Dios siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos.
El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno.
Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado.
Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Lucas 20, 27-38)
En el Evangelio de hoy, los saduceos, que no creían en la resurrección, se acercan a Jesús para hacerle una pregunta al respecto. La respuesta de Jesús, sorteando hábilmente la ridícula pregunta, afirma, ante todo, la fe en la vida futura y la resurrección.
Preparémonos para la escucha de esta Palabra, cantando el aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 20, 27-38
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron:
—«Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella».
Jesús les contestó:
—«En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos».
Palabra del Señor.
Oración de los Fieles (opción 1)
Presidente: Oremos, hermanos, a Dios nuestro Padre, y pidámosle que infunda su Espíritu en nosotros, al presentarle nuestra oración. Unámonos todos diciendo:
«Atiende, Señor, nuestras súplicas»
- Por la Iglesia, para que sepa presentar el mensaje cristiano atrayente
para todos. Roguemos al Señor. - Por los gobernantes que tiranizan a los pueblos, para que vuelvan su mirada al Señor de la vida y puedan obrar conforme a la voluntad de Dios. Roguemos al Señor.
- Por los que son perseguidos por defender la vida, para que no dejen nunca de ser testigos ejemplares del Reino de Dios. Roguemos al Señor.
- Por nuestros hermanos difuntos, para que, por la misericordia de Dios, sean dignos de participar en la resurrección al final de los tiempos. Roguemos al Señor.
- Por todos nosotros, para que, celebrando el memorial del Señor hasta que Él vuelva,
permanezcamos en vigilancia activa y mantengamos viva la llama de la fe, ayudando también a otros a permanecer perseverantes. Roguemos al Señor.
Presidente: A ti, Señor, alzamos nuestras manos, invocándote; escucha las súplicas que te hemos presentado y atiende las que se han quedado en los más profundo de nuestros corazones. Por Jesucristo, nuestro Señor
Oración de los Fieles (opción 2)
Presidente: Oremos al Señor, nuestro Dios, que quiere que todos alcancemos la plenitud de la vida por medio de la infusión del Espíritu, al presentarle nuestras plegarias diciendo:
«Escucha a tu pueblo, Señor»
- Por nuestra Iglesia, para que, en medio de tantos signos de muerte y desolación, siga sembrando en todos los hombres la esperanza en la resurrección. Oremos.
- Por el mundo entero, para que no se deje confundir y siga confiando en que la muerte no tiene la última palabra, sino que hay una vida eterna que nos espera. Oremos.
- Por los perseguidos, especialmente aquellos que sufren persecución por causas religiosas, para que con valentía defiendan la vida, le fidelidad, el amor y la fe; para que no dejen nunca de ser testigos ejemplares del Reino. Oremos.
- Por los que este día celebramos esta Santa Misa, para que aprendamos a gastar nuestra vida en el servicio a los demás, con la esperanza de participar al final en la plenitud de la vida. Oremos.
Presidente: Atiende, padre de bondad, las plegarias que hoy tus hijos te hemos presentado. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Llevemos ahora al altar nuestras ofrendas de Pan y Vino. Con ellas presentamos también nuestra esperanza en una vida futura, y nuestra fe en la resurrección.
Comunión
«El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día» dice el Señor en Jn 6, 54. Con esa fe y esa esperanza, acerquémonos a comer el cuerpo de Jesús. Cantemos todos.
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Final
Animados por la Palabra que hoy hemos escuchado, vayamos al mundo a transmitir esa esperanza que hoy nos llena a todos.
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Fuente: Aldazábal, José, Enséñame tus caminos 10 – Los Domingos Ciclo C, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona; La Casa de la Biblia, Tú tienes palabras de vida – Lectura Creyente de los Evangelios Dominicales Ciclo C, Editorial Verbo Divino