Monición de entrada
Queridos hermanos, sean todos bienvenidos a la casa de Dios para celebrar juntos la Solemnidad de la Anunciación del Señor.
La encarnación del Hijo de Dios es el misterio básico de nuestra fe cristiana. El que profesamos en el Credo diciendo que «por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la
Virgen y se hizo hombre».
Como no sabemos cuándo sucedió exactamente el acontecimiento de la Encarnación, los católicos lo celebramos nueve meses antes de la Navidad (del 25 de marzo al 25 de diciembre).
Nos regocijamos como cristianos y comenzamos esta misa con el canto de entrada. De pie y cantemos todos.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Isaías 7, 10-14; 8, 10)
La Encarnación del Hijo de Dios se esperaba desde muchos siglos antes de que sucediera. Así lo profetiza Isaías, en el siglo VII antes de Cristo. Escuchemos esta profecía.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 7, 10-14; 8, 10
En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz:
—«Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo».
Respondió Acaz:
—«No la pido, no quiero tentar al Señor».
Entonces dijo Dios:
—«Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal:
Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Emmanuel,
que significa «Dios-con-nosotros»».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 39)
Alegres por el gran anuncio hecho por Isaías, respondemos nosotros alabando a Dios con el salmo 39, un salmo que será citado en la segunda lectura. Unámonos al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial Salmo 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy». R.
«—Como está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad».
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R.
No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. R.
Monición a la segunda lectura (Hebreos 10, 4-10)
La lectura que escucharemos de la carta a los Hebreos nos ayuda a centrar claramente la fiesta de hoy en su protagonista, Cristo Jesús, que «cuando entró en el mundo», hizo suyos
los sentimientos del salmo 39, que acabamos de escuchar.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 4-10
Hermanos:
Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.
Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad»».
Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad».
Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Lucas 1, 26-38)
La página de la Anunciación del Señor, tal como nos la cuenta Lucas en el Evangelio de hoy, es de las más expresivas, poéticas y esperanzadoras de nuestra fe cristiana, en la que se ve claramente la iniciativa de Dios y la respuesta de una humilde muchacha israelita, llamada María.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
—« ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?».
El ángel le contestó:
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible».
María contestó:
—«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y la dejó el ángel.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: A Dios Padre omnipotente, que ha elegido a María, humilde creatura, para que cooperara con su proyecto de salvación, pidamos con confianza:
Por intercesión de María, escúchanos, Señor.
- Por la Iglesia, para que madure en la capacidad de escuchar a los numerosos mensajeros que Dios le manda y eduque a los creyentes para que encarnen en su vida la Palabra escuchada, para que la alegría de todos sea plena. Oremos.
- Por el Santo Padre Francisco, los obispos y los sacerdotes, para que sirvan a la Iglesia con la certeza de que, incluso en medio de la fragilidad, las contradicciones y la impotencia, el Reino de Dios no tendrá fin porque nada es imposible para Dios. Oremos.
- Por los gobernantes de las naciones, para que sean verdaderamente líderes que muevan todas las fuerzas del Estado para buscar el progreso de los pueblos, sin exclusiones ni preferencias. Oremos.
- Por todas las parejas que no pueden tener hijos, para que no se cierren a la vida, a la fecundidad, a la posibilidad de dar amor a los niños que lo necesitan, a través de las adopciones y la custodia. Oremos.
- Por todas las personas que se sienten atribuladas ante los acontecimientos imprevistos que sacuden la existencia, para que descubran, como la Virgen María, abandonarse a la voluntad de Dios es la única que respuesta plenamente humana capaz de dar paz y serenidad. Oremos.
- Por todos nosotros, reunidos en torno al altar del Señor, para que que sepamos meditar con renovada admiración el misterio de la encarnación y celebrar el don del Dios-con-no-sotros con un corazón lleno de alegría y gratitud. Oremos.
Presidente: Padre bueno, que nos has dado en María Virgen un verdadero modelo de libertad y docilidad, escucha nuestras oraciones y haz que nos rindamos a los deseos de tu corazón de Padre. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Como la Santísima Virgen María ofrendó su vida a Dios, ofrezcamos también la nuestra y llevemos los dones de pan y vino al altar.
Comunión.
El Verbo de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hoy está presente en el pan y vino consagrados. Acerquémonos con fe y devoción verdadera a recibir a Cristo, como la Virgen María, Madre, lo recibió.
Final
Queridos hermanos, en la Solemnidad de la Encarnación del Señor hemos escuchado el Sí de María y que gracias a esa disposición y decisión de una mujer, la salvación para nosotros ha sido posible. Ella es nuestro modelo, vayamos a que se haga en nosotros según la Palabra de Dios, a pronunciar constantemente nuestro «sí» al Señor.
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Fuentes: Aldazábal, José, Los Santos con Lecturas propias, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1999; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Fiestas y Solemnidades, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.