Monición de entrada
Queridos hermanos, sean todos bienvenidos a la santa misa del Lunes Santo. Hemos entrado ya a la Semana Mayor, en la que meditaremos sobre la vida, pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
En esta Semana Santa como primera lectura leemos los cuatro cantos del Siervo de Yahvé, del profeta Isaías. Los tres primeros, del lunes al miércoles. El cuarto, en la impresionante celebración del Viernes Santo. Son cantos que nos van anunciando la figura de ese Siervo, que podría referirse al mismo pueblo de Israel, pero que, poco a poco, se va interpretando como el Mesías enviado por Dios con una misión muy concreta en medio de las naciones.
Unidos a la pasión del siervo sufriente, comencemos esta santa misa con el canto de entrada. De pie, por favor.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Isaías 42, 1-7)
El primer canto, que escuchamos hoy del libro del profeta Isaías, presenta al Siervo como el elegido de Dios, lleno de su Espíritu, enviado a llevar el derecho a las naciones y abrir los ojos de los ciegos y liberar a los cautivos. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del profeta Isaías 42, 1-7
Así dice el Señor:
Mirad a mi siervo, a quien sostengo;
mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu,
para que traiga el derecho a las naciones.
No gritará, no clamará,
no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
el pábilo vacilante no lo apagará,
hasta implantar el derecho en la tierra,
y sus leyes que esperan las islas.
Así dice el Señor Dios,
que creó y desplegó los cielos,
consolidó la tierra con su vegetación,
dio el respiro al pueblo que lo habita
y el aliento a los que se mueven en ella.
Yo, el Señor, te he llamado con justicia,
te he cogido de la mano,
te he formado, y te he hecho
alianza de un pueblo, luz de las naciones.
Para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión,
y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 26)
Como la misión de ese Siervo, que nos presentaba la primera lectura, no se prevé que sea fácil, el salmo 26 ya anticipa la clave para entender su éxito. Unámonos al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 26, 1. 2. 3. 13-14
R. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿Quién me hará temblar? R.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R.
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor
contemplando su templo. R.
Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R.
Monición al Evangelio ()
La página evangélica de san Juan, que leemos hoy, refleja un momento de descanso de Jesús en casa de una familia a la que él quería mucho, seis días antes de la pascua. Son sus amigos un alivio para Jesús en medio del odio de sus enemigos, como veíamos lo días anteriores. Preparémonos para escuchar este mensaje.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él en la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
—«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando».
Entonces Jesús dijo:
—«Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Como el perfume del nardo, que suba al Padre la oración unánime de esta asamblea que vive en comunión el tiempo solemne de la SemanaSanta. Repitamos:
Acoge, Señor, nuestra oración.
- Por la Iglesia, para que, como María en Betania con su gesto audaz, viva también ella el coraje de la gratuidad en el reto del camino en medio del mundo. Oremos.
- Por el Papa y todos los pastores de la Iglesia, para que la liturgia que están llamados a presidir cada día sea expresión bella y alegre del Señor resucitado, adorado por María. Oremos.
- Por todos los hombres de gobierno, para que, libres de intereses par- cializados, estén atentos a la pobreza presente en nuestras ciudades y se preocupen sobre todo sociedad. Oremos. los por que viven en los márgenes de la
- Por todas las familias, para que, siguiendo el ejemplo de la casa de Beta- nia, que acoge e invita a la mesa al Señor Jesús, no olviden poner siem- pre al Señor en medio de ellos, sobre todo en los momentos de fatiga, en los silencios, en las diferencias y en los conflictos. Oremos.
- Por todos los difuntos, para que puedan participar plenamente del banquete eterno y, en la misteriosa comunión de los santos, puedan interceder por sus parientes y amigos, peregrinos en el mundo. Oremos.
Presidente: Padre bueno que nos llamas a la comunión plena contigo, escucha las oraciones que te dirigimos en el nombre de tu Hijo, y atiéndelas según tu voluntad, que es siempre el bien para tus creaturas. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Como María, que ungió los pies a Jesús y la casa se llenó de la fragancia del perfume, presentemos también nosotros al Señor nuestras ofrendas. Llevemos al altar el vino y el pan.
Comunión.
Cristo se acerca a su Pasión, en la que entregó su vida por nosotros. Hoy nos ofrece su cuerpo y su sangre. Acerquémonos a comulgar.
Final
Queridos hermanos, la Pascua se acerca, hemos comenzado la celebración de la Semana Mayor. Vayamos a vivirla en santidad, recordando que no es tiempo de vacaciones, sino de meditación, oración y profundización en nuestra fe, uniéndonos a la pasión de Cristo.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 3 La Cuaresma día tras día, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 2003; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo de Cuaresma y Pascua, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.