Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Sean todos bienvenidos a la casa de Dios para celebrar juntos la santa misa, en el martes de la tercera semana de Cuaresma.
Siempre que nos acercamos a Dios para pedir perdón, nunca somos rechazados. Dios ahora nos llama a hacer lo mismo con los demás.
Liberemos nuestros corazones de rencores contra quienes nos han ofendido, y con esa paz comencemos esta santa misa, cantando todos. De pie, por favor.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Daniel 3, 25. 34-43
Hoy escucharemos una hermosa oración penitencial que el libro de Daniel pone en labios de Azarías, uno de los tres jóvenes condenados en Babilonia al horno de fuego por no querer adorar a los ídolos falsos y ser fieles a su fe. Escuchemos y hagamos nuestra esta oración.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Daniel 3, 25. 34-43
En aquellos días, Azarías se detuvo a orar y, abriendo los labios en medio del fuego, dijo:
«Por el honor de tu nombre,
no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abrahán, tu amigo;
por Isaac, tu siervo;
por Israel, tu consagrado;
a quienes prometiste
multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más
pequeño de todos los pueblos;
hoy estamos humillados por toda la tierra
a causa de nuestros pecados.
En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;
ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;
ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde,
como un holocausto de carneros y toros
o una multitud de corderos cebados.
Que éste sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos y buscamos tu rostro,
no nos defraudes, Señor.
Trátanos según tu piedad,
según tu gran misericordia.
Líbranos con tu poder maravilloso
y da gloria a tu nombre, Señor».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 24)
Con el salmo 24 continuemos esa oración a Dios pidiendo perdón por nuestras falta y digamos todos:
Salmo responsorial: Salmo 24, 4-5ab. 6 y 7bc. 8-9
R. Señor, recuerda tu misericordia.
Señor, enséñame tus caminos
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R.
Monición al Evangelio (Mateo 18, 21-35)
Si la primera lectura nos invitaba a pedir perdón a Dios, ahora Jesús nos presenta otra
consigna, que sepamos perdonar nosotros a los demás. Preparemos nuestros corazón para hacer nuestra esta Palabra.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:
—«Señor, si mi hermano me ofende, ¿Cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le contesta:
—«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
«Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo».
El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:
«Págame lo que me debes».
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:
«Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré».
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
«¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?».
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Dirijamos nuestras oraciones a Dios Padre omnipotente que nos da su misericordia y nos llama al perdón recíproco:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
- Por la Iglesia, para que, abierta a la acción de la Gracia, tenga siempre el coraje de ser portadora de esperanza para iluminar a todos los hombres en el camino de la vida, mostrándoles la vía del bien y del perdón. Oremos.
- Por el Papa Francisco, para que con las palabras y con las obras pueda llegar al corazón de cada hombre, y con humildad sea para todos instrumento de la misericordia de Dios, para que podamos redescubrir el valor y la fuerza de la reconciliación. Oremos.
- Por los gobernantes de las naciones, para que luchen por conseguir la paz entre las naciones y la reconciliación entre los diferentes sectores sociales de cada país. Oremos.
- Por todas las personas que son víctimas de la violencia o de cualquier forma de explotación y de abuso, para que el miedo y el rencor nunca dominen su corazón y encuentren consuelo en la fe y ayudas concretas en las instituciones, para que puedan recomenzar a mirar al futuro con esperanza. Oremos.
- Por las familias de todos los aquí presentes, para que cada uno de nosotros sepa apartar los rencores y egoísmos y podamos encontrar en la fe la fuerza de dar el primer paso en el camino de la reconciliación y de la acogida. Oremos.
Presidente: Dios y Padre bueno, escucha la oración de tu Iglesia y ayúdanos a caminar con confianza hacia ti. Por Cristo nuestro Señor. -Amén.
Presentación de las Ofrendas
Llevemos ahora las ofrendas de pan y vino al altar, pidiendo a Dios, como Azaría, que acepte nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde.
Comunión.
En el Padre nuestro hemos pedido a Dios que perdone nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden, tal como nos lo ha pedido la Palabra hoy. Perdonados por Dios, y reconciliados con nuestros hermanos, acudamos a recibir el Cuerpo de Cristo.
Final
Queridos hermanos, a la mitad de la Cuaresma es tiempo de revisar nuestras relaciones con los demás y poner fin a las discordias y perdonar las ofensas. Vayamos a poner en práctica lo que la Palabra de Dios nos pide hoy.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 3 La Cuaresma día tras día, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 2003; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo de Cuaresma y Pascua, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.