Monición de entrada
Queridos hermanos, tengan todos muy buenos días. Sean bienvenidos a la celebración eucarística de hoy, lunes de la novena semana del tiempo ordinario.
Comenzamos una nueva semana participando activamente de las misas diarias. La Palabra que día a día vamos escuchando nos permitirán ser cada día mejores y parecernos a los modelos que la misma Palabra nos ofrece, como el caso de la primera lectura de hoy.
Ansiosos por este encuentro con Jesús en la celebración de estos misterios, comencemos con el canto de entrada. De pie, y cantemos todos.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Tobías 1, 3; 2, 1b-8)
El libro de Tobías nos ofrece hoy el testimonio edificante de un judío piadoso, observante de la ley y caritativo. Escuchemos
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Tobías 1, 3; 2, 1b-8
Yo, Tobías, procedí toda mi vida con sinceridad y honradez, e hice muchas limosnas a mis parientes y compatriotas deportados conmigo a Nínive de Asiria.
En nuestra fiesta de Pentecostés, la fiesta de las Semanas, me prepararon una buena comida. Cuando me puse a la mesa, llena de platos variados, dije a mi hijo Tobías:
—«Hijo, anda a ver si encuentras a algún pobre de nuestros compatriotas deportados a Nínive, uno que se acuerde de Dios con toda el alma, y tráelo para que coma con nosotros. Te espero, hijo, hasta que vuelvas».
Tobías marchó a buscar a algún israelita pobre y, cuando volvió, me dijo:
—«Padre».
Respondí:
—«¿Qué hay, hijo?».
Repuso:
—«Padre, han asesinado a un israelita. Lo han estrangulado hace un momento, y lo han dejado tirado ahí, en la plaza».
Yo pegué un salto, dejé la comida sin haberla probado, recogí el cadáver de la plaza y lo metí en una habitación para enterrarlo cuando se pusiera el sol. Cuando volví, me lavé y comí entristecido, recordando la frase del profeta Amós contra Betel:
«Se cambiarán vuestras fiestas en luto,
vuestros cantos en elegías».
Y lloré. Cuando se puso el sol, fui a cavar una fosa y lo enterré.
Los vecinos se me reían:
—«¡Ya no tiene miedo! Lo anduvieron buscando para matarlo por eso mismo, y entonces se escapó; pero ahora ahí lo tenéis, enterrando muertos».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 111)
El salmo 111 es un elogio del justo. Hemos escuchado en la primera lectura
los rasgos de uno de ellos: Tobit. Cantemos ahora la bienaventuranza de la bondad diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 111, 1-2. 3-4. 5-6
R. Dichoso quien teme al Señor.
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R.
En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo. R.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo. R.
Monición al Evangelio (Marcos 12, 1-12)
Valiéndose de la imagen bíblica de la viña, Jesús nos habla hoy del traspaso del reino de Dios a su nuevo pueblo, la Iglesia, que Jesús fundamenta como piedra angular; un pueblo que ha de producir frutos para Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 1-12
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos:
—«Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías. Les envió otro criado; a éste lo insultaron y lo descalabraron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos los apalearon o los mataron.
Le quedaba uno, su hijo querido. Y lo envió el último, pensando que a su hijo lo respetarían. Pero los labradores se dijeron:
«Éste es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia».
Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Acabará con los ladrones y arrendará la viña a otros.
¿No habéis leído aquel texto: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente»?».
Intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Seguros de que Dios siempre atiende el clamor de su pueblo, oremos por nuestras necesidades y las del mundo entero. Unamos nuestras voces diciendo:
Padre, escúchanos
- Por la Iglesia, para que día a día siga creciendo y difundiendo el evangelio por todo el mundo. Oremos.
- Por los gobernantes de las naciones, especialmente por los de nuestro país, para que sean generosos en su trabajo por la superación de nuestros pueblos. Oremos.
- Por todos aquellos que padecen hambre en el mundo, para que los que más tienen sientan el llamado a compartir sus bienes y a luchar para que todos tengan oportunidades de superación. Oremos.
- Por esta comunidad reunida en torno al altar de Dios, para que practiquemos la Palabra que hemos escuchado, traduciéndola en actos concretos de bondad y generosidad. Oremos.
Presidente: Acoge, Padre santo, las oraciones que tus hijos te hemos presentado y atiende aquellas que han quedado guardadas en nuestro interior. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Llevemos ahora al altar nuestros dones de vino y pan. Presentamos también nuestra ofrenda económica.
Comunión.
Cristo, nuestra pascua, el cordero que quita los pecados del mundo, nos invita a su banquete. Acerquémonos cantando a comulgar.
Final
Queridos hermanos, que la Palabra que hemos escuchado y la eucaristía que hemos celebrado, produzcan en nosotros los frutos esperados por Dios. Vayamos a vivir lo que aquí hemos celebrado.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 4, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Farnés Sherer, Pedro, Moniciones y Oraciones Sálmicas, Ed. Regina, Mallorca, 1978.