Monición de Entrada
Queridos hermanos, tengan todos muy buenos días (tardes, noches). Nos agrada tenerles aquí, en la casa de Dios, para celebrar juntos la santa misa en el lunes de la sexta semana del tiempo ordinario
En días anteriores la Palabra nos ha venido hablando sobre el pecado de Adán, cuyas consecuencias nos muestra ahora, en la ruptura de las relaciones familiares.
Pidiendo a Dios por el restablecimiento de nuestra armonía con Él, con nosotros mismos y con nuestros semejantes, comenzamos esta celebración con el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Génesis 4, 1-15. 25)
Las consecuencias del pecado de Adán y Eva, del que nos hablaba el Génesis en los días anteriores, no se hacen esperar: se rompe la armonía de las relaciones con Dios y entre los mismos seres humanos. El deterioro de la humanidad es evidente, según lo escucharemos en la primera lectura.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis 4, 1-15. 25
El hombre se llegó a Eva: ella concibió, dio a luz a Caín, y dijo:
—He adquirido un hombre con la ayuda del Señor.
Después dio a luz a Abel, el hermano. Abel era pastor de ovejas, y Caín trabajaba en el campo.
Pasado un tiempo, Caín ofreció al Señor dones de los frutos del campo, y Abel ofreció las primicias y la grasa de sus ovejas.
El Señor se fijó en Abel y en su ofrenda, y no se fijó en Caín ni en su ofrenda; por lo cual Caín se enfureció y andaba abatido.
El Señor dijo a Caín:
— ¿Por qué te enfureces y andas abatido?
Cierto, si obraras bien, estarías animado; pero si no obras bien, el pecado acecha a la puerta; y aunque viene por ti, tú puedes dominarlo.
Caín dijo a su hermano Abel:
—Vamos al campo.
Y cuando estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató.
El Señor dijo a Caín:
— ¿Dónde está Abel, tu hermano?
Respondió Caín:
—No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?
El Señor le replicó:
— ¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra.
Por eso te maldice esa tierra que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu hermano.
Aunque trabajes la tierra, no volverá a darte su fecundidad. Andarás errante y perdido por el mundo.
Caín contestó al Señor:
—Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Hoy me destierras de aquí; tendré que ocultarme de ti, andando errante y perdido por el mundo; el que tropiece conmigo, me matará.
El Señor le dijo:
—El que mate a Caín lo pagará siete veces.
Y el Señor puso una señal a Caín para que, si alguien tropezase con él, no lo matara.
Adán se llegó otra vez a su mujer, que concibió, dio a luz un hijo y lo llamó Set, pues dijo:
—El Señor me ha dado un descendiente a cambio de Abel, asesinado por Caín.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 49)
La sangre de Abel sigue clamando al cielo y Dios sigue haciéndonos ver nuestra realidad de pecado. Con el salmo 49 ofrezcamos a Dios nuestra alabanza y recibamos su corrección amorosa por nuestras faltas. Digamos todos:
Salmo responsorial: Salmo 49, 1 y 8. 16bc-17. 20-21
R. Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza.
El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de Oriente a Occidente.
No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí. R.
¿Por qué recitas mis preceptos,
tú que detestas mi enseñanza,
y te echas a la espalda mis mandatos? R.
Te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre:
esto haces, ¿y me voy a callar?
¿crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara. R.
Monición al Evangelio (Marcos 8, 11-13)
Como el Diablo en el Desierto, los contemporáneos de Jesús le pedían señales espectaculares, gesto que desagrada a Jesús, que buscaba en las personas la fe, no el afán de lo maravilloso. Preparémonos, con el canto del aleluya, preparemos nuestro corazón para recibir esta Palabra.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 11-13
En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo:
—« ¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación».
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Jesús, que parte el pan con la multitud, nos revela el corazón compasivo de Dios, atento al hombre y a sus necesidades. Con esa confianza nos dirigimos a Él para presentarle nuestras oraciones diciendo:
Señor, escucha nuestra oración.
- Por la Iglesia, comunidad cristiana que cada domingo celebra el memorial de la Pascua de Cristo, para que acoja el don de la salvación con gratitud crezca en la unidad, nutriéndose del único cuerpo de Jesús. Oremos.
- Por el Papa, los obispos y los sacerdotes, para que, al partir cada día el pan de la Palabra y el pan eucarístico, transforme gradualmente su vida, conformándolos cada vez más al Señor que los ha llamado a ponerse al servicio de la Iglesia a través de una unión más íntima con Él. Oremos.
- Por los que gobiernan las naciones, para que, imitando el gesto compasivo de Jesús ante quien tiene hambre, luchen porque todos tengamos acceso a la canasta básica y erradiquen la pobreza en el mundo. Oremos.
- Por los que este día y en reiteradas ocasiones no tienen qué comer, para que encuentren corazones generosos y compasivos que compartan su pan con ellos. Oremos.
- Por todos nosotros, reunidos en torno al altar, para que, ante las fatigas y dificultades de la vida, no olvidemos nunca la obra que Dios ha hecho con nosotros, con su amor sobreabundante y su infinita misericordia. Oremos.
Presidente: Escucha nuestra oración, Señor, sácianos con tu presencia y haznos capaces de dejarnos guiar por ti, para que, a nuestra vez, seamos portadores de tu misericordia entre los hombres, . Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Como el justo Abel presentó su ofrenda agradable a Dios, nosotros también llevamos al altar nuestros dones de pan y vino. Ofrezcamos también nuestra alabanza, cantando todos.
Comunión
Después de habernos reconciliado con nuestros hermanos, con el gesto de la paz, para restablecer la armonía dañada por el pecado, ahora nos acercamos al altar para recibir a Jesús en la comunión.
Final
Queridos hermanos, al finalizar la misa nos vamos con el compromiso firme de vivir en paz con los demás, restableciendo la armonía, principalmente en nuestra familia.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 4, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.