Monición de entrada
Queridos hermanos, en los inicios de la décimo quinta semana del tiempo ordinario, les damos la más cordial bienvenida a la casa de Dios para celebra la santa eucaristía diaria.
En las lecturas de hoy comenzaremos a leer el libro del Éxodo, y durante casi tres semanas, seguiremos el relato de la esclavitud de Israel, su liberación, su alianza con Dios y su marcha por el desierto hacia la tierra de Canaán, la que Dios había prometido a Abrahán.
Pidiendo a Dios que a nosotros también nos libere de las cadenas que nos atan, comencemos esta misa con el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Éxodo 1, 8-14. 22)
La semana pasada terminábamos la lectura del libro del Génesis, con el pueblo elegido recién llegado a Egipto, bajo la protección de José. Comenzamos hoy el libro del Éxodo; han pasado más de cuatrocientos años, según el texto, y va a empezar la historia de otro gran personaje, Moisés, que guiará al pueblo a la libertad y a la tierra prometida. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Éxodo 1, 8-14. 22
En aquellos días, subió al trono en Egipto un Faraón nuevo, que no había conocido a José, y dijo a su pueblo:
—«Mirad, el pueblo de Israel está siendo más numeroso y fuerte que nosotros; vamos a vencerlo con astucia, pues si no, cuando se declare la guerra, se aliará con el enemigo, nos atacará, y después se marchará de nuestra tierra».
Así, pues, nombraron capataces que los oprimieran con cargas, en la construcción de las ciudades granero, Pitom y Ramsés. Pero, cuanto más los oprimían, ellos crecían y se propagaban más.
Hartos de los israelitas, los egipcios les impusieron trabajos crueles, y les amargaron la vida con dura esclavitud: el trabajo del barro, de los ladrillos, y toda clase de trabajos del campo; les imponían trabajos crueles.
Entonces el Faraón ordenó a toda su gente:
—«Cuando nazca un niño, echadlo al Nilo; si es niña, dejadla con vida».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 123)
Al cambiar las circunstancias en Egipto, ha faltado para el pueblo de Israel toda protección humana. Es el momento de avivar la conciencia de que es Dios quien protege a su pueblo. El auxilio del Señor se va a manifestar de modo especial en los acontecimientos del éxodo. Con el salmo 123, pidamos el auxilio del Señor diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 123, 1-3. 4-6. 7-8
R. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
—que lo diga Israel—,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros. R.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes. R.
Hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador;
la trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R.
Monición al Evangelio (Mateo 10, 34—11, 1)
Terminamos hoy la lectura del «discurso de la misión», el capítulo 10 de Mateo. Y lo hacemos escuchando unas afirmaciones paradójicas de Jesús. Preparémonos cantando el aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 34—11, 1
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
—«No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.
El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.
El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro».
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Dirijamos ahora con confianza nuestra oración a Dios, siempre fiel a su alianza con nosotros, para que, sostenidos por su gracia, no nos desanimemos en el camino de nuestro éxodo. Oremos juntos diciendo:
Ven, Señor, en nuestra ayuda.
- Por la Iglesia, que custodia los valores que salvaguardan la dignidad del hombre, para que, a través de su magisterio, en el campo social y económico desenmascare la malicia de los faraones de nuestro tiempo y sostenga nuestro éxodo de las diversas formas de esclavitud hacia la libertad del Reino. Oremos.
- Por la paz en el mundo, para que se comience a forjar desde las familias, fundadas en la fidelidad a Cristo y en la elección personal de anclar a Él y a su Palabra las razones profundas del corazón. Oremos.
- – Por toda forma de hospitalidad y acogida cristiana: que sea practicada con premura, gratuidad y sin murmuración, como obra de misericordia recomendada por el Señor Jesús. Oremos.
- Por esta comunidad, para que nuestra fe arraigada en Cristo nos dé luz para tomar decisiones de vida coherentes con el credo que profesamos y fuerza para resistir a las tentaciones de compromiso. Oremos.
Presidente: Oh Dios, Padre providente, acoge estas invocaciones que te hemos presentado con fe y con el deseo de fortalecer nuestra adhesión total a Cristo, tu Hijo y nuestro Señor, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Con el pan y el vino que llevamos al altar, ofrezcamos también nuestra disposición firme de seguir a Jesús.
Comunión.
«El que me recibe a mí recibe al que me ha enviado», nos ha dicho Jesús. Acerquémonos a recibir al mismo Jesús en el pan y el vino consagrados.
Final
Hermanos, sabiendo que seguir a Jesús exige radicalidad, vayamos a poner en práctica lo que aquí hemos aprendido.
Comentado las lecturas de hoy.
(Pbro. Miguel A. Soto)
Jesús, signo de contradicción
¿Alguien sabe de ciertas sectas que consideran enemigos suyos a sus parientes que no comparten su misma fe? Los hay. Y eso no es lo que Jesús pidió. Cuando habla de los conflictos y enfrentamientos familiares hay que tener mucho cuidado porque se presta a muchos malentendidos. Es muy cierto que al declararse seguidor de Jesús se corre el riesgo de que algún familiar por ahí se vuelva enemigo y trate de impedir ese seguimiento, pero no por eso se desistirá y eso dista mucho de considerar una amenaza y declarar como enemigo a aquellos familiares nuestros que no comparten nuestra misma fe.
La radicalidad de Jesús exige una adhesión total a él y eso nos lleva a estar dispuestos a situar en un segundo plano hasta los vínculos familiares si fuere necesario, y aun con el riesgo de la propia vida. Por eso Jesús no trae la paz mesiánica que muchos esperaban, pues su palabra aceptada por unos y rechazada por otros puede generar conflictos entre los mismos miembros de una familia, grupo o sociedad. Para seguir a Cristo hay que tomar la cruz y arriesgarse a todo.
¿Qué nos está impidiendo seguir a Jesús? ¿Será que aún no estamos dispuestos a tomar la cruz?. Recordemos que después de la cruz vino la resurrección. Después de la muerte vino la resurrección y Cristo no nos dejará solo con la cruz sin hacernos partícipes de su resurrección.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 5, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia