Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Una vez más nos reunimos en la casa de Dios para participar de las misas diarias.
Llegamos ya al martes de la vigésimo octava semana del tiempo ordinario, y la liturgia nos invita a purificar nuestro interior.
Hoy celebramos también la memoria de san Ignacio de Antioquía, discípulo directo de San Pablo y San Juan. Fue segundo sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioquía; el primero en llamar a la Iglesia «Católica».
Siguiendo el ejemplo de nuestros modelos de fe, iniciemos nuestra celebración de hoy, entonando todos el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Romanos 1, 16-25)
En el texto que hoy leemos, san Pablo confiesa abiertamente el Evangelio, sin avergonzarse de ninguna de sus consecuencias. Escuchemos esa definición del Evangelio de Jesús que nos hace san Pablo.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 1, 16-25
Hermanos:
Yo no me avergüenzo del Evangelio; es fuerza de salvación de Dios para todo el que cree, primero para el judío, pero también para el griego.
Porque en él se revela la justicia salvadora de Dios para los que creen, en virtud de su fe, como dice la Escritura: «El justo vivirá por su fe».
Desde el cielo Dios revela su reprobación de toda impiedad e injusticia de los hombres que tienen la verdad prisionera de la injusticia.
Porque, lo que puede conocerse de Dios lo tienen a la vista; Dios mismo se lo ha puesto delante.
Desde la creación del mundo, sus perfecciones invisibles, su poder eterno y su divinidad, son visibles para la mente que penetra en sus obras.
Realmente no tienen disculpa, porque, conociendo a Dios, no le han dado la gloria y las gracias que Dios se merecía, al contrario, su razonar acabó en vaciedades, y su mente insensata se sumergió en tinieblas.
Alardeando de sabios, resultaron unos necios que cambiaron lo gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, de pájaros, cuadrúpedos y reptiles.
Por esa razón, abandonándolos a los deseos de su corazón, los ha entregado Dios a la inmoralidad, con la que degradan ellos mismos sus propios cuerpos; por haber cambiado al Dios verdadero por uno falso, adorando y dando culto a la criatura en vez de al Creador.
¡Bendito él por siempre! Amén.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 18)
La creación misma es una proclamación de las maravillas de Dios y es una huella por la que el hombre puede reconocerle. Dios nos habla en la creación y nosotros le respondemos dándole gloria, y abriéndonos a él. Manifestemos eso, diciendo todos:
,
Salmo responsorial: Salmo 18, 2-3. 4-5
R. El cielo proclama la gloria de Dios.
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.
Monición al Evangelio (Lucas 11, 37-41)
El texto evangélico de hoy es la introducción a seis inquietantes «¡ay de vosotros!», de Jesús contra los fariseos, en que se mezcla la indignación y el dolor, la maldición y la condena del juicio mesiánico de Cristo.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 37-41
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa.
Él entró y se puso a la mesa.
Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo:
—«Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades.
¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?
Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Al Señor que ha dicho: «Bienaventurados los puros de corazón, porque verán a Dios», pidamos el don de la pureza y de la transparencia, y con fe digamos:
Purifica nuestro corazón, Señor.
- Por la Iglesia, para que en la escucha obediente de la Palabra de Dios, se deje purificar y sanar de toda fragilidad de pecado para presentarse ante Dios toda bella y santa. Oremos.
- Por nuestra sociedad, esclava de la imagen y de la apariencia, para que sepa reencontrar los valores que son importantes, lo que nutre y libera el corazón del hombre y exalta su dignidad. Oremos.
- Por todos los que viven en el pecado, en la tristeza de una vida alejada de Dios, para que se abran a la fe, al don del encuentro con la misericordia de Dios que desde siempre nos espera. Oremos.
- Por todos nosotros aquí presentes, para que no vivamos una religiosidad sólo aparente, hecha de ritos y observancias exteriores, sino que sepamos ser reflejo de gestos del verdadero amor que mana de una fe auténtica y profunda. Oremos.
Presidente: Señor, que detestas toda doblez e hipocresía, concédenos vivir en la transparencia y en la verdad, como verdaderos hijos como tú nos quieres. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 6, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia