Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Les damos la más cordial bienvenida a la casa de Dios para la celebración eucarística diaria, en el martes de la trigésima semana del tiempo ordinario.
Nuestra participación en los sacramentos y nuestro compromiso con la evangelización, hacen que el Reino de Dios siga creciendo en este mundo. Por eso, con mucha alegría, iniciemos esta celebración eucarística, cantando todos.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Romanos 8, 18-25)
Ayer nos decía Pablo que el Espíritu nos hace ser hijos. Pero hoy nos presenta una perspectiva todavía más optimista: nuestra filiación está destinada a una plenitud mucho mayor de la que podríamos imaginar. Escuchemos atentos.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-25
Hermanos:
Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto.
Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Porque en esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que ve?
Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 125)
El Señor Dios, que durante la historia de la salvación cambió con frecuencia la suerte de su pueblo, cambiará también todo el mundo creado para que participe de su gloria. Por eso bendigamos al Señor con el salmo 125, diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6
R. El Señor ha estado grande con nosotros.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.
Monición al Evangelio (Lucas 13, 18-21)
El evangelio que escucharemos este día contiene dos breves parábolas, con las que Jesús nos explica cómo actúa el Reino de Dios en este mundo.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 18-21
En aquel tiempo, decía Jesús:
—«¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?
Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas».
Y añadió:
—«¿A qué compararé el reino de Dios?
Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: El Señor Jesús hoy nos ha expuesto algunas características de su modo de obrar. El es como una semilla de mostaza, que es pequeña, desperdiciada, oculta. Te pedimos, Padre, que abras nuestros ojos para que podamos reconocer también hoy su presencia en medio de nosotros. Oremos diciendo todos:
Muéstranos tu rostro, Señor.
- Que tu Iglesia, Señor, no tenga miedo de vivir la lógica de tu Reino y de rechazar lo que es grande y poderoso, para que se dedique a lo que es pequeño y está oculto pero es fecundo. Que sea capaz de hacer fermentar y dar sabor a la historia de los hombres. Oremos.
- Por la paz en el mundo, para que todos los gobiernos luchen por alcanzar acuerdos que favorezcan el entendimiento, el diálogo y la reconciliación. Oremos.
- Por los pobres y por todos los que buscan un espacio de acogida, de refugio o de consolación, para que puedan encontrar en la comunidad de los creyentes el gran árbol del Evangelio bajo el cual reposar. Oremos.
- Por todos los aquí presentes, para que juntos trabajemos, cumpliendo lo que a cada uno corresponde, según su vocación, a la expansión del Reino de Dios en este mundo. Oremos.
Presidente: Escucha, Padre, nuestras oraciones; te las presentamos por medio de tu único Hijo, que conoce las debilidades de esta creación que gime y sufre en espera de la plenitud de la vida. Él vive y reina por todos los siglos de los siglos. -Amén.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 6, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.