Monición de Entrada
Buenos días (tardes, noches), amados hermanos. Nos da mucha alegría tenerles en la casa de Dios para la celebración eucarística en el miércoles de la tercera semana del tiempo ordinario.
En cada Eucaristía nos alimentamos con el Cuerpo de Cristo, pero también de su Santa Palabra. Hoy recibiremos un importante llamado a preparar nuestros corazones para hacer producir la Palabra Escuchada.
Con esa disposición comenzamos esta misa con el canto de entrada. De pie, por favor.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Hebreos 10, 11-18)
Sigue la carta a los Hebreos hablándonos del sacerdocio de Cristo. En el texto de hoy, el autor pasa de la comparación entre el sacrificio de Cristo y los sacrificios del Antiguo Testamento, llegando a constatar una sustancial diferencia entre la situación de
los sacerdotes del pasado y la del Cristo glorioso. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos Hebreos 10, 11-18
Hermanos:
Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados.
Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.
Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.
Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo. En efecto, después de decir: «Así será la alianza que haré con ellos después de aquellos días —dice el Señor—: Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su mente»; añade: «Y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus crímenes».
Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 109)
Con el salmo 109 alabamos a Dios por el sacerdocio de Cristo. Lo hacemos diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 109, 1. 2. 3. 4
R. Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies». R.
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora». R.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec». R.
Monición al Evangelio (Marcos 4, 1-20)
Con el capítulo 4 del Evangelio de San Marcos, comenzamos hoy una serie de cinco parábolas con las que Jesús nos describe el Reino de Dios. Iniciamos hoy con la del sembrador. Preparémonos cantando para escuchar el Evangelio. De pie, por favor.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 1-20
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar:
—«Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
Y añadió:
—«El que tenga oídos para oír, que oiga».
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo:
—«A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que «por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen»».
Y añadió:
—«¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Jesús enseña a la multitud el secreto para dar fruto, ser fecundos y construir en el bien. Pidamos al Padre que nuestro corazón, renovado por los dones del Espíritu Santo, sea terreno bueno, capaz de acoger y hacer crecer su Palabra:
Hágase en nosotros tu voluntad.
- Por la Iglesia reunida en la escucha de la Palabra y en la partición del pan, para que sepa siempre permanecer discípula de Cristo y aprenda continuamente a coger a profundidad su enseñanza, la cual la hace su esposa fecunda. Oremos.
- Por el Papa, los obispos, los sacerdotes y todos los predicadores del Evangelio, para que sigan sembrando esa semilla y también la hagan fecunda en su vida personal. Oremos.
- Por los jefes de Estado, para que promuevan políticas que hagan posible el desarrollo de toda la sociedad, sin preferencias ni exclusiones. Oremos.
- Por todos los que sufren por diferentes causas, para que reciban el auxilio divino y una mano tendida por parte de quienes tienen la posibilidad de ayudarles a salir de su situación de dificultad. Oremos.
- Por todos nosotros, para que seamos tierra fecunda en la que la Palabra que hemos escuchado produzca los frutos esperados por Dios. Oremos.
Presidente: Padre, que siembras en abundancia tu Palabra, incluso en las tierras que parecen incapaces de acogerla, escucha nuestra oración y prepara nuestros corazones para que, acogiendo y practicando el Evangelio de tu Hijo, podamos gozar de la plenitud de la Vida. Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Cristo ofrendó su vida por nosotros. Ahora, al llevar los dones de pan y vino al altar, ofrendamos también nuestra vida.
Comunión
La Eucaristía nos hace partícipes de la victoria de Cristo contra el pecado. Acerquémonos con devoción a comulgar y cantamos todos.
Final
Queridos hermanos, al retirarnos a nuestros hogares, debe hacer eco en cada uno de nosotros el llamado de Jesús a hacer producir al ciento por uno la Palabra que hemos escuchado. Vayamos a practicar lo que aquí hemos aprendido.
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Fuentes: Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 4, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.