Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) amados hermanos. Aceptando el llamado que Dios nos hace a participar de su banquete, nos reunimos este día para celebra juntos la santa misa, en el miércoles de la vigésimo séptima semana del tiempo ordinario.
Siempre necesitamos esta en comunicación con Dios. Hoy Jesús nos dará una lección de oración.
Comencemos esta santa misa, entonando todos el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Jonás 4, 1-11)
El pasaje que leemos hoy, del libro de Jonás, nos muestra, por una parte, el amor de Dios a todos los hombre, y, por otra parte, el fastidio del profeta ante la conversión de los malos. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Jonás 4, 1-11
Jonás sintió un disgusto enorme y estaba irritado. Oró al Señor en estos términos:
—«Señor, ¿no es esto lo que me temía yo en mi tierra? Por eso me adelanté a huir a Tarsis, porque sé que eres compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, que te arrepientes de las amenazas. Ahora, Señor, quítame la vida; más vale morir que vivir».
Respondióle el Señor:
—«¿Y tienes tú derecho a irritarte?».
Jonás había salido de la ciudad, y estaba sentado al oriente. Allí se había hecho una choza y se sentaba a la sombra, esperando el destino de la ciudad.
Entonces hizo crecer el Señor un ricino, alzándose por encima de Jonás para darle sombra y resguardarle del ardor del sol. Jonás se alegró mucho de aquel ricino.
Pero el Señor envió un gusano, cuando el sol salía al día siguiente, el cual dañó al ricino, que se secó.
Y, cuando el sol apretaba, envió el Señor un viento solano bochornoso; el sol hería la cabeza de Jonás, haciéndole desfallecer.
Deseó Jonás morir, y dijo:
—«Más me vale morir que vivir».
Respondió el Señor a Jonás:
—«¿Crees que tienes derecho a irritarte por el ricino?».
Contestó él:
—«Con razón siento un disgusto mortal?».
Respondióle el Señor:
—«Tú te lamentas por el ricino, que no cultivaste con tu trabajo, y que brota una noche y perece la otra. Y yo, ¿no voy a sentir la suerte de Nínive, la gran ciudad, que habitan más de ciento veinte mil hombres, que no distinguen la derecha de la izquierda, y gran cantidad de ganado?».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 85)
Desde una conciencia de necesidad, con el salmo 85 elevemos ahora nuestra súplica al Dios que es lento a la cólera y rico en piedad. Hagámoslo diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 85, 3-4. 5-6. 9-10
R. Tú, Señor, eres lento a la cólera,
rico en piedad.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti. R.
Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende la voz de mi súplica. R.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios». R.
Monición al Evangelio (Lucas 11, 1-4)
En el camino de Jesús a Jerusalén, también se va describiendo el camino de sus seguidores en su vida de fe. Si ayer era la escucha de la palabra de Dios lo que recomendaba Jesús, hoy nos enseña la importancia de la oración. Cantando el aleluya preparémonos para recibir esta lección.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 1-4
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
—«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo:
—«Cuando oréis decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación»».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Al Señor, que ha enseñado a sus apóstoles a orar, confiemos nuestras necesidades diciendo todos:
Señor, ten misericordia.
- Por la Iglesia, para que todo cristiano tenga en su corazón el deseo de encontrar cotidianamente el tiempo para escuchar al Señor. Que, conscientes de que la fe no es un acto aislado, cada uno de nosotros contribuya con las palabras y con las obras a sostener a los hermanos más vacilantes. Oremos.
- Por el Papa Francisco, para que en su relación personal y profunda con Dios encuentre la fuerza para conducir la Iglesia. Que, como Jesús, nos enseñe a confiar solamente en el amor del Padre, que siempre está dispuesto a perdonarnos y nos invita a hacer lo mismo con nuestros hermanos. Oremos.
- Por la paz en el mundo y en nuestros ambientes de vida, para que la conciencia de ser hijos del mismo Padre nos empuje a esforzarnos por alcanzar la unidad y la solidaridad, para que seamos verdaderamente miembros de una única familia. Oremos.
- Por los que viven en el pecado y sufren su esclavitud, para que no se dejen vencer por la desesperación y por el miedo, sino que, con humildad, encuentren el coraje de orar al Señor y pedir su ayuda. Que reencuentren en su corazón la esperanza para poder volver a caminar por la vía de la fe. Oremos.
- Por todos nosotros, para que aprendamos a dejar frecuentemente un espacio para dedicarnos a la oración. Oremos.
Presidente: Oh Dios, que nos llamas a glorificar tu nombre, acoge las oraciones que esta comunidad te dirige y, en tu bondad, dígnate escucharlas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 6, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia