Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Sean bienvenidos a la casa de Dios para la celebración eucarística de hoy, miércoles de la trigésimo primera semana del tiempo ordinario.
Al estar aquí ya hemos hecho ciertas renuncias para poder seguir a Jesús. Que la participación en la misa diaria nos permita seguirle incondicionalmente.
Con esos deseos, iniciamos nuestra celebración, con el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Romanos 13, 8-10)
En la primera lectura de hoy, sigue san Pablo apuntando a la vida de la comunidad y las condiciones para su funcionamiento, poniendo el amor como base fundamental para la vida comunitaria. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 13, 8-10
Hermanos:
A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás» y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 111)
Amar es llevar la ley a su perfecto cumplimiento. Nos lo ha recordado san Pablo. Nosotros con el salmo 111 cantamos la bienaventuranza del hombre justo, cuya buena conducta se funda en el amor sincero a los mandamientos del Señor. Teniendo en cuenta este mandamiento nuevo, unámonos al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 111, 1-2. 4-5. 9
R. Dichoso el que se apiada y presta.
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos. R.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad. R.
Monición al Evangelio (Lucas 14, 25-33)
Jesús continúa su viaje de subida a Jerusalén, donde le espera el destino del mesías paciente. En este contexto dinámico del camino, san Lucas nos habla sobre el lugar que debe ocupar Jesús en nuestra vida y lo que implica seguirle.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
—«Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.
Así, ¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
«Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar».
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Ningún amor por las creaturas o las cosas de este mundo puede colmar el corazón del hombre. Por eso el Señor nos pide un seguimiento radical, porque es el único que puede hacer feliz nuestra vida. Pidámosle que nos libere de todo amor que no lleve a Él, y digamos:
Libera nuestro corazón, Señor.
- Por la Iglesia, para que, libre de todo apego a los bienes de este mundo, viva con radicalidad y coherencia las exigencias del Evangelio, sabiendo poner siempre en el primer puesto al Señor. Oremos.
- Por el Papa, obispos y sacerdotes, para que sigan con alegría al Señor, incluso en los momentos de fatiga y de prueba. Que vivan con profunda fe con la certeza de que su amor nunca decae. Oremos.
- Por la paz en el mundo, para que todos los gobernantes dejen sus intereses egoístas y busquen el diálogo y la reconciliación. Oremos.
- Por todos los que a causa de pruebas o sufrimientos se han endurecido en el corazón y cerrado interiormente. Que el Señor los sane en lo profundo de su alma, cure toda herida, caliente su tibieza, para que, fortalecidos por su amor, abracen con alegría su cruz y lo sigan sin dudar. Oremos.
- Por todos los que este día nos reunimos en torno al banquete eucarístico, para que sepamos renunciar a todo aquello que nos ata e impide seguir a Jesús. Oremos.
Presidente: Señor Jesús, tú conoces nuestro corazón, tú sabes cuántos amores y cuántas idolatrías habitan en nosotros. Ayúdanos a amarte antes que cualquier cosa y sobre todas las cosas, y a amar a los hermanos en ti. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 4, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia; Farnés Sherer, Pedro, Moniciones y Oraciones Sálmicas, Ed. Regina, Mallorca, 1978.