Monición de entrada
Queridos hermanos, sean todos bienvenidos a la celebración eucarística de hoy, con la que cerramos la vigésimo tercera semana del tiempo ordinario.
Jesús nos sigue instruyendo con su Palabra. Preparémonos para recibir su mensaje y ponerlo en práctica.
De pie y entonando todos el canto de entrada, comencemos esta santa misa.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (1 Timoteo 1, 15-17)
En el texto de hoy, de la carta de san Pablo a Timoteo, nos recuerda rasgos de su autobiografía, en forma de una acción de gracias a Dios por su benevolencia con él. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 15-17
Querido hermano:
Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él y tendrán vida eterna. Al rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 112)
San Pablo nos ha abierto su corazón y en él hemos contemplado la realidad del
Dios que salva. Es el modo divino de actuar. Con el salmo 112, bendigamos el nombre de Dios, misericordioso, diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 112, 1-2. 3-4. 5a y 6-7
R. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre.
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R.
De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. R.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se abaja para mirar al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre. R.
Monición al Evangelio (Lucas 6, 43-49)
Mediante comparaciones, tomadas de la vida diaria, Jesús nos transmite hoy unas importantes enseñanzas. Cantemos primero el aleluya para luego escuchar el Evangelio.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 43-49
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
—«No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano.
Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.
¿Por qué me llamáis «Señor, Señor», y no hacéis lo que digo?
El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida.
El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó y quedó hecha una gran ruina».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Demos voz a las preocupaciones, a los deseos y a la ansiedad que agitan el corazón de nuestra comunidad y de toda la Iglesia, y expresemos a Dios nuestras súplicas diciendo:
Escucha, Señor, nuestra oración.
- Por la Iglesia, pueblo de bautizados, para que sea árbol que produce en toda la tierra el fruto bueno de la amistad y del perdón. Oremos.
- Por el Papa Francisco, los obispos y todos los sacerdotes que cada día consagran el pan y el vino, y por todos los ministros del Eucaristía, para que vivan siempre con humildad y gratitud el misterio que ha sido confiado a sus manos. Oremos.
- Por la conversión del mundo, para que el mensaje de salvación llegue por cualquier medio disponible a todos aquellos que no lo han recibido aún. Oremos.
- Por los que sufren por diversas enfermedades sin encontrar cura la ciencia médica, para que Dios, el médico de médicos, sane sus dolencias y les restaure la salud. Oremos.
- Por todos nosotros que nos acercamos a la mesa eucarística, muchas veces con ligereza y superficialidad, para que aprendamos en la oración, en el silencio y en la caridad fraterna a vivir la profundidad del don que recibimos. Oremos.
Presidente: Padre del cielo, te hemos presentado nuestras oraciones. Escúchalas en tu infinito amor que, como se manifiesta en grado sumo en el pan eucarístico que nos ha sido entregado por tu Hijo, cada día se revela en la simplicidad de los dones de los que nos has colmado. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 5, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia