Monición de Entrada
Queridos hermanos, tengan todos muy buenos días (tardes, noches). Con mucha alegría les recibimos en la casa de Dios para celebrar juntos la santa misa, en el viernes de la cuarta semana del tiempo ordinario.
Cada vez que participamos de la celebración eucarística, la Palabra de Dios nos va instruyendo y edificando. Hoy recibiremos muchos consejos útiles para nuestra vida cristiana.
Dispuestos a dejarnos conducir por el Señor, comencemos esta celebración con el canto de entrada. De pie, por favor.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Hebreos 13, 1-8)
Estamos llegando ya casi al final de la carta a los Hebreos. Hoy escucharemos recomendaciones muy concretas y variadas para la vida de la comunidad cristiana. Pongamos atención.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos Hebreos 13, 1-8
Hermanos:
Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad; por ella algunos recibieron sin saberlo la visita de unos ángeles.
Acordaos de los que están presos, como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados, como si estuvierais en su carne.
Que todos respeten el matrimonio, el lecho nupcial que nadie lo mancille, porque a los libertinos y adúlteros Dios los juzgará.
Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis, pues él mismo dijo: «Nunca te dejaré ni te abandonaré»; así tendremos valor para decir: «El Señor es mi auxilio: nada temo; ¿Qué podrá hacerme el hombre?».
Acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe.
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 26)
Siguiendo las recomendaciones de la primera lectura, con el salmo 26 ponemos nuestra confianza en Dios diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 26, 1. 3. 5. 8b-9abc
R. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿Quién me hará temblar? R.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R.
Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R.
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R.
Monición al Evangelio (Marcos 6, 14-29)
El Evangelio de San Marcos hoy nos deja constancia de las opiniones de la gente sobre Jesús de Nazareth y nos describe la muerte violenta de Juan el Bautista, cuyo martirio, es un anticipo y anuncio de la suerte final que correrá el mismo Jesús.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 14-29
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían:
—«Juan Bautista ha resucitado, y por eso los poderes actúan en él».
Otros decían:
—«Es Elías».
Otros:
—«Es un profeta como los antiguos».
Herodes, al oírlo, decía:
—«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
—«Pídeme lo que quieras, que te lo doy».
Y le juró:
—«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella salió a preguntarle a su madre:
—«¿Qué le pido?».
La madre le contestó:
—«La cabeza de Juan, el Bautista».
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
—«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: La estabilidad de la Palabra del Señor nos empuja a no tener miedo a las dificultades y a socorrer las necesidades de los hermanos con solicitud. Pidamos al Señor la gracia de poder ir siempre al encuentro de los demás y digamos con fe:
Señor, escucha el clamor de tu pueblo.
- Por la Iglesia, para que el poder y la riqueza material no sean para ella los bienes a los cuales tienda, sino que el objeto de su testimonio sea siempre la verdad del Evangelio que da el ciento por uno a quienes confían en Dios. Oremos.
- Por los gobernantes, para que no se dejen seducir por las tentaciones del dinero y la ambición de poder, sino que sirvan al pueblo con honestidad, valentía y entrega total. Oremos.
- Por todos los jóvenes que se dejan seducir por el dinero conseguido en poco tiempo y se involucran en movimientos delincuenciales o de prostitución, para que encuentren ayuda y descubran que su vida tiene un valor mucho más grande y que no puede ser sacrificada por algo que no da felicidad, sino que crea heridas que arruinan la existencia.. Oremos.
- Por todos nosotros, para que sigamos los consejos que la Palabra de Dios nos ha dado hoy y seamos así luz para los demás y testimonio a seguir para aquellos alejados de Dios. Oremos.
Presidente: Oh Dios, presencia inmutable en la historia, haz que, firmes en la fe y fieles a nuestra vocación, podamos ser testimonio luminoso de la estabilidad de tus promesas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
«Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis» nos ha dicho la primera lectura. Con los dones de pan y vino que hoy llevamos al altar, ofrecemos también nuestra ofrenda económica.
Comunión
«Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro» le hemos dicho al Señor con el salmo de hoy. Cristo no se esconde, viene a nuestro encuentro y hoy lo podemos recibir en la comunión. Acerquémonos con fe a comulgar.
Final
Queridos hermanos, al terminar la misa de hoy nos vamos a nuestros hogares a atender y poner en práctica todas las recomendaciones que la Palabra de Dios nos ha dado hoy.
Les esperamos mañana.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 4, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.