Monición de entrada
Queridos hermanos, tengan muy buenos días (tardes, noches). Una vez más nos reunimos en este lugar para celebrar la Santa Misa diaria. En el viernes de la décimo sexta semana, les damos la más cordial bienvenida.
Los mandatos del Señor alegran nuestro corazón, y si somos tierra fértil, esa Palabra producirá los frutos deseados. Pidamos al Señor esa gracia y comencemos la misa de hoy, con el canto de entrad.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Éxodo 20, 1-17)
El texto del Éxodo, que leemos hoy, resume los diez mandamientos, el Decálogo de la Alianza entre Dios y su pueblo. Pongamos mucha atención a esta lectura.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Éxodo 20, 1-17
En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras:
«Yo soy el Señor, tu Dios,
que te saqué de Egipto, de la esclavitud.
No tendrás otros dioses frente a mí.
No te harás ídolos,
figura alguna de lo que hay arriba en el cielo,
abajo en la tierra
o en el agua debajo de la tierra.
No te postrarás ante ellos, ni les darás culto;
porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso:
castigo el pecado de los padres
en los hijos, nietos y biznietos,
cuando me aborrecen.
Pero actúo con piedad por mil generaciones
cuando me aman y guardan mis preceptos.
No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso.
Porque no dejará el Señor impune
a quien pronuncie su nombre en falso.
Fíjate en el sábado para santificarlo.
Durante seis días trabaja y haz tus tareas,
pero el día séptimo es un día de descanso,
dedicado al Señor, tu Dios:
no harás trabajo alguno,
ni tú, ni tu hijo, ni tu hija,
ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado,
ni el forastero que viva en tus ciudades.
Porque en seis días hizo el Señor
el cielo, la tierra y el mar
y lo que hay en ellos.
Y el séptimo día descansó:
por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre:
así prolongarás tus días
en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás testimonio falso contra tu prójimo.
No codiciarás los bienes de tu prójimo;
no codiciarás la mujer de tu prójimo,
ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno,
ni nada que sea de él».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 18)
Con el salmo 18 respondemos a la primera lectura. Porque los mandamientos de Dios son vida, espíritu, gozo y delicia del alma; al cantar la ley del Señor queremos responder a su voluntad, diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 18, 8. 9. 10. 11
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.
La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.
Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R.
Monición al Evangelio (Mateo 13, 18-23)
Ayer escuchábamos la parábola del sembrador. Hoy Jesús mismo hace la «homilía» sobre esa parábola para aplicarla a nuestra vida, describiendo claramente los diversos terrenos que encuentra la semilla que sale de la mano del sembrador.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 18-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador:
Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Dios nos ha donado los mandamientos para ayudarnos a caminar en la libertad y en la paz. A Él elevemos nuestra voz diciendo:
Escúchanos, Padre.
- Por la Iglesia, para que todo cristiano, en la oración y en la reflexión, encuentre el coraje de poner al Señor en el centro de su propia vida, abandonando todos los ídolos en los que deposita su confianza. Oremos.
- Por el Papa, para que a través de su ministerio pueda dar testimonio de la importancia de custodiar la Palabra de Dios con corazón integro, de discernir en cada circunstancia la voluntad del Padre y cumplirla en plena libertad. Oremos.
- Por los gobernantes, para que cada vez tomen más conciencia de la responsabilidad que les ha sido confiada. Que su obra se base en la justicia y en el equilibrio económico, y para que a cada ciudadano le sea garantizada la defensa de sus derechos fundamentales. Oremos.
- Por todos los que sufren injusticias por causa de leyes mal aplicadas, los que están presos sin causa justificada, para que, a la luz de la ley de Dios, quienes aplican justicia sepan corregir las malas decisiones y dejen en libertad a quienes no han cometido ningún delito. Oremos.
- Por todos nosotros, para que, al escuchar los mandaos del Señor, nos deleitemos también en su cumplimiento. Oremos.
Presidente: Padre, convierte nuestros corazones para que podamos dar frutos abundantes al servicio de tu Reino. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. -Amén.
Presentación de las Ofrendas
Con las ofrendas de pan y vino, que hoy llevamos al altar, presentamos también a Dios nuestro corazón, para que la semilla sembrada pueda producir el ciento por uno.
Comunión.
El vino de la Eucaristía es la Sangre salvadora de Cristo, con la que ha sellado la Alianza y de la que participamos cada vez que celebramos su memorial encáustico. Acudamos, con fe, a comulgar.
Final
Queridos hermanos, como nos ha invitado el salmo de hoy: «ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo». La Eucaristía no es sólo un acto de culto, sino que nos compromete a vivir el mismo estilo de vida de Cristo, o sea, la Nueva Alianza. Vayamos a hacerlo realidad.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 5, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia