Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. En el inicio de la decimocuarta semana del tiempo ordinario, les damos la más cordial bienvenida a la casa de Dios para la celebración eucarística.
En los sacramentos es donde nos acercamos con más fe a Jesús y le «tocamos», o nos toca él a nosotros por la mediación de su Iglesia, para concedemos su vida. La liturgia de hoy nos muestra ese poder de Jesús.
Con la fe puesta en el Señor de la vida, comencemos esta misa con el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Oseas 2, 16. 17b-18. 21-22)
Desde hoy hasta el viernes leeremos unos pasajes del Libro de Oseas, un profeta que surgió después de Amos en el reino del Norte, a mediados del siglo VIH antes de Cristo, durante los acontecimientos, nada gloriosos, que precedieron al destierro a Babilonia de este reino del Norte. Escuchemos el texto de hoy.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Oseas 2, 16. 17b-18. 21-22
Así dice el Señor:
«Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto,
le hablaré al corazón.
Y me responderá allí
como en los días de su juventud,
como el día en que la saqué de Egipto.
Aquel día —oráculo del Señor—,
me llamará Esposo mío,
no me llamará Ídolo mío.
Me casaré contigo en matrimonio perpetuo,
me casaré contigo en derecho y justicia,
en misericordia y compasión,
me casaré contigo en fidelidad,
y te penetrarás del Señor».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 144)
A pesar de todos los pecados e infidelidades de su pueblo, Dios no se cansa de esperar y de proyectar. Es clemente y misericordioso, y ésta es la causa de la eterna fidelidad a sus promesas. Por eso, con el salmo 144, alabemos a Dios diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 144, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9
R. El Señor es clemente y misericordioso.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R.
Una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas. R.
Encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias. R.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R.
Monición al Evangelio (Mateo 9, 18-26)
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 18-26
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo:
—«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá».
Jesús lo siguió con sus discípulos.
Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría.
Jesús se volvió y, al verla, le dijo:
—«¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado».
Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo:
—«¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida».
Se reían de él.
Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie.
La noticia se divulgó por toda aquella comarca.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Dirijámonos juntos al Señor misericordioso y piadoso, diciendo:
En tu gran amor, oh Dios, escucha nuestra súplica.
- Por el Santo Padre Francisco, para que permanezca siempre firme en la fe infundiendo coraje y esperanza en Aquel que tiene el poder de resucitar a los muertos. Oremos.
- Por las parejas de separados y divorciados, y por las que han vivido la infidelidad: que puedan confiar con esperanza y amor en la misericordia y fidelidad de Dios, capaz de reconstruir lo que el pecado ha destruido. Oremos.
- Por todos los que viven en la esclavitud del pecado: que mediante la gracia divina puedan encontrarse frente al Esposo en la libertad y en la benevolencia. Oremos.
- Por los que ridiculizan a Cristo en el prójimo: para que, después de un verdadero arrepentimiento, experimenten la fuerza de la misericordia del Padre celestial. Oremos.
Presidente: Acoge, oh Dios, nuestras oraciones: que puedan ser escuchadas por tu clemencia. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Llevemos ahora al altar nuestras ofrendas de pan y vino, con la fe firme de que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Comunión.
Hermanos, también ahora, como en su vida terrena, Jesús nos quiere atender y llenarnos de su fuerza y su esperanza. En la Eucaristía se nos da él mismo como alimento, para que, si le recibimos con fe, nos vayamos curando de nuestros males. Vayamos con fe a comulgar.
Final
Queridos hermanos, Jesús ha resucitado a la hija de Jairo. Vayamos a ser testigos del poder de Cristo y de su resurrección en el mundo de los hombres, aportando signos de liberación humana amando a los demás, como hizo Jesús, porque amar es tener y dar la
vida que resucita los corazones.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 5, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia