Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Una vez más nos reunimos para celebrar la santa misa diaria y nos llena de mucha alegría tenerles aquí, en la casa de Dios.
Que la participación en esta celebración nos permita crecer en nuestra fe. Con esa intención nos disponemos a iniciar, entonando todos el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Amós 3, 1-8; 4, 11-12)
En el texto de hoy vemos cómo el profeta Amos se encara valientemente con los dirigentes del pueblo israelita. El profeta no puede callar, porque Dios le ha mandado hablar. Pongamos atención.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Amós 3, 1-8; 4, 11-12
Escuchad esta palabra que dice el Señor, hijos de Israel, a todas las familias que saqué de Egipto:
«A vosotros solos os escogí,
entre todas las familias de la tierra;
por eso os tomaré cuentas por vuestros pecados.
¿Caminan juntos dos que no se conocen?
¿Ruge el león en la espesura
sin tener presa?
¿Alza su voz el cachorro en la guarida
sin haber cazado?
¿Cae el pájaro por tierra
si no hay una trampa?
¿Salta la trampa del suelo
sin haber atrapado?
¿Suena la trompeta en la ciudad
sin que el pueblo se alarme?
¿Sucede una desgracia en la ciudad
que no la mande el Señor?
Que no hará cosa el Señor sin revelar su plan
a sus siervos, los profetas.
Ruge el león, ¿quién no teme?
Habla el Señor, ¿quién no profetiza?
Os envié una catástrofe
como la de Sodoma y Gomorra,
y fuisteis como tizón salvado del incendio,
pero no os convertisteis a mí
—oráculo del Señor—.
Por eso así te voy a tratar, Israel,
y porque así te voy a tratar,
prepárate a encararte con tu Dios».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 25)
Para mantener la relación con Dios se necesita en el hombre una actitud de respuesta comprometida. El malvado no puede ser huésped del Señor. Pidamos la ayuda de Dios en nuestra conversión diciendo todos:
Salmo responsorial Salmo 5, 5-6. 7. 8
R. Señor, guíame con tu justicia.
Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia. R.
Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor. R.
Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia. R.
Monición al Evangelio (Mateo 8, 23-27)
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 8, 23-27
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.
De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole:
—«¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!».
Él les dijo:
—«¡Cobardes! ¡Qué poca fe!».
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados:
—«¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Seguros de la benevolencia de nuestro Padre celestial, que nursa permanece sordo a las peticiones de su pueblo, dirijamos juntos nuestra súplica:
Revélanos, Señor, el camino que hemos de seguir.
- Por el Santo Padre, para que el Espíritu Santo lo guie incesantemente, que siempre esté a su lado alimentando su fe y sosteniéndolo en ministerio. Oremos.
- Por la santa Iglesia, para que su espíritu profético pueda brillar sobre nuestra generación para mostrar a los hombres dispersos los planes de Dios. Oremos.
- Por quienes dirigen los destinos de los pueblos, para que en estos tiempos tan conflictivos, luchen por conseguir la paz para su pueblo. Oremos.
- Por los que, en la vida, se encuentran como en medio de un mar en tempestad: que tengan siempre la fuerza de gritar a Dios su dolor para ser salvados por Él. Oremos.
- Por esta comunidad, para que viva su vida conforme a los deseos de Dios, dejándose transformar por el amor de Dios que nos busca día y noche. Oremos.
Presidente: Que nuestras oraciones, Padre, te sean agradables; acógelas en tu benevolencia, Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Pongamos nosotros el pan y el vino y llevémoslo como ofrenda al altar, para que se transformen en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Comunión.
Cristo nos llama a comer su Cuerpo y beber su sangre para darnos la vida eterna. Acudamos devotamente a recibirle.
Final
Queridos hermanos, el seguimiento de Cristo tiene sus dificultades, hoy como siempre. Vayamos a vivir nuestra fe, confiados en que Dios siempre estará con nosotros en nuestras tempestades.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 4, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.