Monición de Entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Nos llena de mucha alegría poder tenerles con nosotros en este lugar, para celebrar la Santa Misa diaria, con la que finalizamos la segunda semana del tiempo ordinario.
Esta celebración la ofreceremos por las dudas que nos confunden muchas veces y afectan nuestra fe en Cristo Jesús, que se enfrentó a la incomprensión, incluso de su misma familia, como lo veremos en las lecturas de hoy.
Con fe, comencemos esta celebración eucarística con el canto de entrada. De pie, por favor.
Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (2 Samuel 1, 1-4. 11-12. 19. 23-27)
Al iniciar la lectura del segundo libro de los reyes, escucharemos hoy la conmovedora reacción de David, ante el desastre militar que terminó con la vida de Saúl y sus hijos. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Comienzo del segundo libro de Samuel 1, 1-4. 11-12. 19. 23-27
En aquellos días, al volver de su victoria sobre los amalecitas, David se detuvo dos días en Sicelag.
Al tercer día de la muerte de Saúl, llegó uno del ejército con la ropa hecha jirones y polvo en la cabeza; cuando llegó, cayó a tierra, postrándose ante David.
David le preguntó:
—«¿De dónde vienes?».
Respondió:
—«Me he escapado del campamento israelita».
David dijo:
—«¿Qué ha ocurrido? Cuéntame».
El respondió:
—«Pues que la tropa ha huido de la batalla y ha habido muchas baja entre la tropa y muchos muertos, y hasta han muerto Saúl y su hijo Jonatán».
Entonces David agarró sus vestiduras y las rasgó, y sus acompañantes hicieron lo mismo.
Hicieron duelo, lloraron y ayunaron hasta el atardecer por Saúl, y por su hijo Jonatán, por el pueblo del Señor, por la casa de Israel, porque habían muerto a espada.
Y dijo David:
«¡Ay, la flor de Israel herida en tus alturas!
¡Cómo cayeron los valientes!
Saúl y Jonatán, mis amigos queridos:
ni vida ni muerte los pudo separar;
más rápidos que águilas, más bravos que leones.
Muchachas de Israel, llorad por Saúl,
que os vestía de púrpura y de joyas,
que enjoyaba con oro vuestros vestido.
¡Cómo cayeron los valientes en medio del combate!
¡Jonatán, herido en tus alturas!
¡Cómo sufro por ti, Jonatán, hermano mío!
¡Ay, cómo te quería!
Tu amor era para mí
más maravilloso que el amor de mujeres.
¡Cómo cayeron los valientes,
los rayos de la guerra perecieron!».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 46)
La lectura que acabamos de escuchar hace que, al responder con el salmo 46, lo hagamos con la profundidad de una lectura nueva: la glorificación del Señor forma también parte de su sacrificio. Unámonos al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 79, 2-3. 5-7
R. Que brille tu rostro, Señor, y nos salve.
Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines,
resplandece ante
Efraín, Benjamín y Manasés. R.
Despierta tu poder y ven a salvarnos.
Señor Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica? R.
Les diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros. R.
Monición al Evangelio (Marcos 3, 20-21)
En un texto corto que nos ofrece hoy el Evangelio de San Marcos, nos muestra una realidad un tanto paradójica: los mismos familiares no comprenden a Jesús.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 20-21
En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer.
Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Elevemos al Señor las oraciones de esta comunidad y de quienes dirigen a nosotros con la esperanza de que seamos para ellos su voz orante que sube a Dios. Humildemente invoquemos diciendo todos:
Señor, da paz a nuestros días.
- Por el Papa, los obispos, los sacerdotes, los diáconos y todo el pueblo reunido en la única Iglesia: que la Iglesia sea para la humanidad entera signo e instrumento de salvación, testimonio luminoso y entusiasta del Evangelio de la alegría y de la salvación para todos. Oremos.
- Por los que rigen los destinos de los pueblos, para que sean solidarios con todos los habitantes de cada nación, sientan su dolor y sufrimiento ante las dificultades de la vida y acudan en su auxilio, implementando políticas que busquen soluciones a todos los problemas sociales. Oremos.
- Por los que sufren a causa de la incertidumbre del futuro, del desempleo y de la pobreza. Que encuentren en la comunidad eclesial solidaridad y ayuda, y en ellos se renueven la confianza y la esperanza en el Señor de la vida. Oremos.
- Por todos nosotros, para que, al celebrar estos misterios, nuestra vida se vaya ajustando cada vez más a la de Jesús. Oremos.
Presidente: En tu vida, Jesús, no tenías tiempo para ti; así nos enseñaste que la alegra nace en el donar la propia vida en la sencillez de los días que transcurren. Escucha nuestras plegarias y ayúdanos a vivir arraigados en tu amor, para que podamos convertirnos en don para los otros. Tú eres Dios y vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Con las ofrendas de pan y vino que llevamos ahora al altar, ofrecemos también al Señor nuestras dudas para que Él nos ilumine con la luz del Espíritu Santo.
Comunión
Aunque a veces pudiera resultar difícil comprender el mensaje de Jesús, su presencia real en la Eucaristía es innegable para el que tiene fe. Acudamos cantando a comulgar.
Final
Llega el momento de retornar a nuestros hogares, agradecidos con Dios por los sacramentos que nos ha permitido celebrar. Mañana esperamos reunirnos una vez más para la misa dominical.
Fuentes: Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 4, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia; Farnés Sherer, Pedro, Moniciones y Oraciones Sálmicas, Ed. Regina, Mallorca, 1978.