Monición de Entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. En el viernes de la quinta semana del tiempo ordinario, nos da mucha alegría recibirles en la casa de Dios para la celebración eucarística. Sean todos bienvenidos.
Al iniciar la santa misa reconocemos nuestra fragilidad y debilidad ante el pecado. Jesús hoy quiere abrir nuestros oídos y soltar nuestra lengua para que le escuchemos y le alabemos en esta celebración, en la que nos mostrará también su misericordia ante nuestra realidad de pecado.
Con estos sentimientos, comenzamos la celebración de estos misterios con el canto de entrada. De pie y cantemos todos.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (1 Reyes 11, 29-32; 12, 19)
El libro de los Reyes sigue narrándonos las desastrosas consecuencias del pecado de David y Salomón. Hoy vemos cómo el reino se divide.
PRIMERA LECTURA
Lectura del primer libro de los Reyes 11, 29-32; 12, 19
Un día, salió Jeroboán de Jerusalén, y el profeta Ajías, de Siló, envuelto en un manto nuevo, se lo encontró en el camino; estaban los dos solos, en descampado.
Ajías agarró su manto nuevo, lo rasgó en doce trozos y dijo a Jeroboán:
—«Coge diez trozos, porque así dice el Señor, Dios de Israel: «Voy a arrancarle el reino a Salomón y voy a darte a ti diez tribus; lo restante será para él, en consideración a mi siervo David y a Jerusalén, la ciudad que elegí entre todas las tribus de Israel»».
Así fue como se independizó Israel de la casa de David hasta hoy.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 80)
La división del reino es fruto de la infidelidad. Ésta es la lectura sapiencial de la historia. La gran tentación de Israel fue siempre el ser como las demás naciones, siendo así que era la nación que Yahveh se había escogido como heredad. Con el salmo 80, clamemos para no caer nosotros en infidelidad a Dios. Digamos todos:
Salmo responsorial: Salmo 80, 10-11ab. 12-13. 14-15
R. Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz.
No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto. R.
Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos. R.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios. R.
Monición al Evangelio (Marcos 7, 31-37)
Con gestos y palabras, Jesús realiza hoy un milagro que provoca reacciones positivas en los habitantes de Sidón. Pidamos al Señor que también abra nuestros oídos para poder escuchar su Palabra, relatada por san Marcos.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo:
—«Effetá», esto es: «Ábrete».
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían:
—«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Al Señor, que se inclina sobre la humanidad herida por el pecado para sanarla con su fidelidad y llevarla a la salvación, digamos:
Conviértenos con tu amor, Señor.
- Por la Iglesia, para que lleve la presencia del Señor al mundo, dé alabanza a su fidelidad y sea mediadora de su salvación. Oremos.
- Por la salvación de todos los hombres, especialmente por los que, a causa de graves pecados cometidos, se han alejado de la Iglesia. Que, confiados en el perdón del Padre, puedan abrirse a la esperanza y a la alegría, y descubran que Dios, en su fidelidad al hombre, sale a nuestro encuentro con su gracia. Oremos.
- Por todos los cristianos, para que sepan llevar al que sufre, al que no conoce la alegría que proviene de la fe, al que vive situaciones graves, la presencia de Jesús. Que con discreción, confianza y entusiasmo sean canal de su gracia. Oremos.
- Por los que, según el juicio humano, han muerto en la infidelidad y en el pecado. Que, auxiliados por la fe y por la oración de la Iglesia. sean presentados ante la misericordia del Padre y puedan obtener el perdón y la paz. Oremos.
Presidente: Acoge nuestra fragilidad, Señor, y transfórmala con la fidelidad de tu amor, para que podamos caminar por tus caminos con un espíritu nuevo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Fortalecidos por la misericordia de Dios y agradecidos por todo el bien que nos hace, llevamos ahora al altar los dones de pan y vino. Cantemos todos.
Comunión
Jesús, que todo lo ha hecho bien, haciendo oír a los sordos y hablar a los mudos, según el Evangelio de hoy, quiso también hacernos un enorme bien a todos, quedándose bajo las especies de pan y vino. Acerquémonos a recibirle.
Final
Queridos hermanos, todos somos testigos de las tentaciones que nos acechan día a día para que caigamos en el pecado. Que la gracia que hemos recibido en esta eucaristía nos fortalezca para mantener nuestros corazones libres de toda mancha.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 4, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia