Monición de entrada
Buenos días (tardes, noche) queridos hermanos. Nos llena de alegría recibirles en este lugar para celebrar juntos la santa misa en el viernes de la decimoprimera semana del tiempo ordinario, en la que también recordamos a San Antonio Abad, ilustre pionero del monaquismo.
Porque sabemos valorar las cosas celestiales, estamos en este lugar, sabiendo realmente lo que la misa representa para cada uno de nosotros. Con alegría, comencemos esta celebración, entonando todos el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (2 Reyes 11, 1-4. 9-18. 20)
El texto que escucharemos hoy, del segundo libro de los Reyes, pone de manifiesto la diferencia entre el reinado de Joás y Atalía. Escuchemos atentos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del segundo libro de los Reyes 11, 1-4. 9-18. 20
En aquellos días, cuando Atalía, madre del rey Ocozías, vio que su hijo había muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos del rey estaban siendo asesinados, Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio; así, se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte. El niño estuvo escondido con ella en el templo durante seis años, mientras en el país reinaba Atalía.
El año séptimo, Yehoyadá mandó a buscar a los centuriones de los Carios y de la escolta; los llamó a su presencia, en el templo, se juramentó con ellos y les presentó al hijo del rey.
Los centuriones hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que estaban libres, y se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los centuriones las lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el templo.
Los de la escolta empuñaron las armas y se colocaron entre el altar y el templo, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, para proteger al rey.
Entonces Yehoyadá sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las insignias, lo ungió rey, y todos aplaudieron, aclamando:
—«¡Viva el rey!».
Atalía oyó el clamor de la tropa y se fue hacia la gente, al templo.
Pero, cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es costumbre, y a los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta y las trompetas tocando, se rasgó las vestiduras y gritó:
—«¡Traición, traición!».
El sacerdote Yehoyadá ordenó a los centuriones que mandaban las fuerzas:
—«Sacadla del atrio. Al que la siga lo matáis».
Pues no quería que la matasen en el templo.
La fueron empujando con las manos y, cuando llegaba a palacio por la puerta de las caballerizas, allí la mataron.
Yehoyadá selló el pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, para que éste fuera el pueblo del Señor. Toda la población se dirigió luego al templo de Baal; lo destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las imágenes, y a Matan, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar.
El sacerdote Yehoyadá puso guardias en el templo.
Toda la población hizo fiesta, y la ciudad quedó tranquila.
A Atalía la habían matado en el palacio.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 131)
El salmo 131 celebra la elección de la dinastía davídica y la elección del monte del templo. Frente a toda clase de idolatrías e infidelidades, Dios presenta las exigencias de la alianza. Pactar con el Señor es ligarse a él para seguirle y servirle. Unámonos todos al salmista diciendo:
Salmo responsorial: Salmo 131, 11. 12. 13-14. 17-18
R. El Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella.
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono». R.
«Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono». R.
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Esta es mi mansión por siempre,
aquí viviré porque la deseo». R.
«Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema». R.
Monición al Evangelio (Mateo 6, 19-23)
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 19-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: El Señor renueva siempre su alianza y no olvida las promesas hechas a sus hijos. Con gratitud, digamos juntos:
Muéstranos tu heredad, Señor.
- Por nuestra santa Iglesia, para que, en medio de tanta confusión que nos presenta el mundo, siga orientándonos sabiamente y llevándonos a los pies de Cristo. Oremos.
- Por los capellanes militares: que se hagan voz del deseo de paz de los pueblos y, sintiéndose sostenidos por toda la Iglesia, lleven la palabra de paz del Señor a los territorios lacerados por los conflictos. Oremos.
- Por los países que practican la pena de muerte que revisen su concepto de justicia y, reconociéndole a todo hombre el inviolable derecho a la vida, promuevan iniciativas que formen las conciencias y estimulen el compromiso solidario de todos. Oremos.
- Por los legisladores: que su compromiso político siempre esté dirigido a respetar y valorar en toda circunstancia a la persona humana, dejando de lado todo interés particular y utilizando como criterio de discernimiento las enseñanzas del Señor. Oremos.
- Por los sabios y los científicos: para que la bendición del Señor, que es para todos, les ayude a comprender que la inteligencia debe ser puesta al servicio de la verdad y no puede ser vendida, como algo propio, por dinero o poder. Oremos.
Presidente: Padre, que nos haces herederos de tu promesa, revístenos de la realeza de Cristo y conságranos como templo vivo de tu presencia. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Presentemos ahora nuestros dones de pan y vino al alar y pidamos que Dios multiplique nuestra ofrenda económica.
Comunión.
«Donde está tu tesoro, allí está tu corazón», nos ha dicho el Evangelio. Ahora preparemos nuestro corazón para recibir a Jesús Eucaristía.
Final
Queridos hermanos, puestos nuestros ojos en los tesoros del cielo, vayamos a vivir como Cristo nos ha pedido.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 4, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia