Durante la Semana Santa, o Semana Mayor, el pueblo de Dios participa masivamente en las diferentes celebraciones, tanto litúrgicas como las de la piedad popular. En ella los católicos celebramos los misterios de la salvación actuados por Jesús durante los últimos días de su vida, comenzando por su entrada mesiánica en Jerusalén.
La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos de la Pasión del Señor y termina con la Vigilia Pascual, con celebraciones que se realizan a la hora en que tuvieron lugar los hechos a los que se refieren.
Las celebraciones tienen un valor especial para todo el pueblo de Dios y paralizan las actividades laborales en muchos países, sobre todo en el sector público, y, en especial, los días desde el jueves Santo al Domingo de Resurrección. Eso permite la afluencia de muchos feligreses a las celebraciones del Triduo Pascual.
Algunas variaciones en el transcurso de la historia
Como muchas celebraciones dentro de la Iglesia, la Semana Santa ha tenido su historia propia en el transcurso de los siglos, y ha ido adquiriendo algunas particularidades hasta llegar a la forma de celebrarla en nuestros días.
Ya a finales del segundo siglo, la Iglesia incorporó un ayuno previo para la espera del Resucitado, que comenzaba la tarde del Viernes Santo y terminaba con las mismas celebraciones pascuales (práctica que ha retomado el Camino Neocatecumenal). La Vigilia Pascual duraba toda la noche del sábado al domingo. Al canto del gallo se celebrada la Eucaristía. En muchas parroquias del mundo también hoy la Vigilia dura toda la noche.
A principios del siglo tercero se comienzan a celebrar el bautismo en la Vigilia Pascual. Se bautizaban a los catecúmenos adultos y los niños, tanto párvulos como infantes.
Con el paso de los siglos se comenzó a pasar de las «conmemoraciones» de los hechos realizados por Jesús a las «imitaciones» de los gestos que hizo Él. Aquí está el origen de los dramas sagrados de Pascua y de las representaciones y procesiones de la Pasión, que encontraron un gran eco al empatizar con la religiosidad popular, anhelante de reproducir los misterios. Hay procesiones muy solemnes que se realizan con multitudinarias participaciones en muchos lugares del mundo. Por ejemplo, el Santo Entierro, realizado el viernes por la noche, hay ciertos lugares en que comienza al atardecer del Viernes Santo y dura casi toda la noche, hasta la madrugada del sábado. También la procesión para el Vía Crucis, se ha popularizado en ciertas parroquias no hacer solo las oraciones respectivas y lectura de la Palabra, sino realizar representaciones teatrales o el llamado «Vía Crucis Viviente».
Ritos litúrgicos combinados con piedad popular
Algunos ritos de la Semana Santa todavía dan muestras de su origen en el ámbito de la piedad popular. Sin embargo ha sucedido que, a lo largo de los siglos, se ha producido una especie de paralelismo celebrativo, por lo cual se dan prácticamente dos ciclos con planteamiento diverso: uno rigurosamente litúrgico, otro caracterizado por ejercicios de piedad específicos, sobre todo las procesiones.
Esta diferencia se debería reconducir a una correcta armonización entre las celebraciones litúrgicas y los ejercicios de piedad. En relación con la Semana Santa, el amor y el cuidado de las manifestaciones de piedad tradicionalmente estimadas por el pueblo debe llevar necesariamente a valorar las acciones litúrgicas, sostenidas ciertamente por los actos de piedad popular. Para conseguir eso es necesaria una exhaustiva catequesis al pueblo de Dios, sobre todo a aquellos que se acercan a la Iglesia solo para estas celebraciones y se desaparecen el resto del año.
Hay cierto tipo de celebraciones que se dan en algunas culturas y, sobre todo, algunos pueblos menos evangelizados, que hacen una mezcla muy extraña entre lo religioso y lo popular. Ahí es donde la catequesis debe saber instruir a los cristianos y orientar a los participantes para educarles en la fe y las sanas celebraciones, dignas de este período tan especial en la Iglesia.
Recuerdo que durante una Semana Santa, en mi período de seminarista, fui de misión a un pueblito bastante alejado de la cultura de la ciudad, en una diócesis de El Salvador. Compartimos esa misión con una religiosa franciscana, con quien tuvimos desacuerdos porque ella quería que se realizaran solo las celebraciones litúrgicas y no las populares procesiones y oraciones como la del «huerto», que ahí hacían el día martes por la noche. Al final ella decidió abandonar la misión y yo me quedé solo. El párroco de la zona, quien no llegaría a ese lugar más que el día jueves a celebrar la Misa de la Cena del Señor, adelantó su vista para el día lunes, reorganizamos la misión con agentes de pastoral de los diferentes sectores y le dimos para adelante a todo el programa ya preparado. Fue maravilloso ver cómo la gente participaba activamente de todos los actos programados y que, al final de la semana, quedaron muy motivados y comprometidos con Dios y el trabajo con el párroco para la evangelización de ese pequeño pueblito. Cada celebración de la semana es oportuna para catequizar y orientar al pueblo de Dios y, quienes buscan de corazón al Señor, aceptan la orientación y buscan hacer las cosas como debe ser.
La Semana Santa incluye las celebraciones litúrgicas y los ejercicios de piedad popular y el pueblo debe saber distinguirlos y educarse para realizarlos correctamente. Esta diferencia se debería reconducir a una correcta armonización entre las celebraciones litúrgicas y los ejercicios de piedad. En relación con la Semana Santa, el amor y el cuidado de las manifestaciones de piedad tradicionalmente estimadas por el pueblo debe llevar necesariamente a valorar las acciones litúrgicas, sostenidas ciertamente por los actos de piedad popular (Cf. Directorio de la Piedad Popular y la Liturgia, n. 138)
Domingo de Ramos: Las palmas y los ramos
La semana Santa comienza con el Domingo de Ramos «de la Pasión del Señor».
La procesión, que conmemora la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén, tiene un carácter festivo y popular. A los fieles les gusta conservar en sus hogares, y a veces en el lugar de trabajo, los ramos de olivo o de otros árboles, que han sido bendecidos y llevados en la procesión.
Sin embargo, es muy necesario instruir a los fieles sobre el verdadero sentido, tanto de la procesión como del uso posterior de las palmas o ramos, para que nadie incurra en algún tipo de superstición, puesto que algunas personas las usan como amuletos, con un fin curativo o para alejar a los malos espíritus de las casas o campos, colocando las palmas o ramos detrás de las puertas o en algún lugar estratégico de la casa o campos cultivados. Los fieles deben saber que se conservan, ante todo, como un testimonio de la fe en Cristo, rey mesiánico, y en su victoria pascual (Cf. Directorio de la Piedad Popular y la Liturgia, n. 139)
El Triduo Pascual
Con la Misa Vespertina del Jueves Santo damos fin al Tiempo de Cuaresma y comenzamos el Triduo Pascual, que va desde la Misa de la Cena del Señor hasta las Vísperas del Domingo de Resurrección, y con el que la Iglesia celebra los grandes misterios de la redención humana (Cf. Directorio de la Piedad Popular y la Liturgia, n. 140).
Descripción de las lecturas de las misas
de Semana Santa hasta el Triduo Pascual
De los Prenotandos del Leccionario (nn. 97-98)
Domingo de Ramos
En el Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, para la procesión se han escogido los textos que se refieren a la solemne entrada del Señor en Jerusalén, tomados de los tres Evangelios sinópticos; en la misa se lee el relato de la Pasión del Señor. Para ambos casos, en el Ciclo A se toma el relato de San Mateo, en el B el de San Marcos y, en el C, el de San Lucas.
Ferias
Para los primeros días de la Semana Santa, las lecturas consideran el misterio de la Pasión. En la misa crismal, las lecturas ponen de relieve la función mesiánica de Cristo y su continuación en la Iglesia, por medio de los sacramentos.
Jueves Santo
El Jueves santo, en la misa vespertina, el recuerdo del banquete que precedió al éxodo ilumina, de un modo especial, el ejemplo de Cristo lavando los pies de los discípulos y las palabras de Pablo sobre la institución de la Pascua cristiana en la Eucaristía.
Viernes Santo
La acción litúrgica del Viernes santo llega a su momento culminante en el relato según san Juan de la pasión de aquel que, como el Siervo del Señor anunciado en el libro de Isaías, se ha convertido realmente en el único sacerdote al ofrecerse a sí mismo al Padre.
Vigilia Pascual
En la Vigilia pascual de la noche santa, se proponen siete lecturas del Antiguo Testamento, que recuerdan las maravillas de Dios en la historia de la salvación, y dos lecturas del Nuevo, a saber, el anuncio de la resurrección según los tres Evangelios sinópticos, y la lectura apostólica sobre el bautismo cristiano como sacramento de la resurrección de Cristo.
Misa del Día de Pascua
Para la misa del día de Pascua, se propone la lectura del Evangelio de san Juan sobre el hallazgo del sepulcro vacío. También pueden leerse, si se prefiere, los textos de los Evangelios propuestos para la noche santa, o, cuando hay misa vespertina, la narración de Lucas sobre la aparición a los discípulos que iban de camino hacia Emaús.
La primera lectura se toma de los Hechos de los apóstoles, que se leen durante el tiempo pascual en vez de la lectura del Antiguo Testamento.
La lectura del Apóstol se refiere al misterio de Pascua vivido en la Iglesia.