Cómo ganar Indulgencias Plenarias durante la Semana Santa
Durante la Semana Santa, específicamente durante el Triduo Pascual, todos los católicos podemos ganar indulgencias plenarias para nosotros mismos o para nuestros difuntos si realizamos las obras establecidas por la Iglesia.
¿Qué es una Indulgencia? Partamos del origen etimológico. El verbo “indulgeo” significa “ser indulgente” y también “conceder”. La indulgencia es, pues, algo que se nos concede, benignamente, en nuestro favor.
“La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos” (Catecismo, 1471).
Por nuestros pecados nos hacemos acreedores de dos penas, una temporal y una pena eterna. Esta última es la privación de la comunión con Dios. El que peca mortalmente pierde la amistad con Dios, privándose, si no se arrepiente y acude al sacramento de la penitencia, de la unión con Él para siempre. Puede llevarnos al infierno, después de la muerte, si no acudimos primero al sacramento de la reconciliación.
Pero aunque el perdón del pecado por el sacramento de la Penitencia nos libra de la pena eterna, subsiste aún la llamada “pena temporal”. La pena temporal es el sufrimiento que comporta la purificación del desorden introducido en el hombre por el pecado. Esta pena ha de purgarse en esta vida o en la otra (en el purgatorio), para que el fiel cristiano quede libre de los rastros que el pecado ha dejado en su vida. Es decir, por cada pecado mortal confesado, hay una pena que pagar para poder purificarnos completamente. La confesión nos libra del infierno, pero no del purgatorio.
Para poder borrar esas huellas que deja el pecado y que nos hace acreedores de una pena temporal (o purgatorio), la iglesia nos concede las Indulgencias, que pueden ser parciales o plenarias. Las parciales borran una parte de esa pena temporal, pero las plenarias nos libran completamente de todas esas huellas y nos dejan tan limpios, como a un recién bautizado. De esas indulgencias plenarias podemos obtener en la Semana Santa. Veamos cómo conseguirlas:
Jueves Santo
1.- Si durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento, que sigue a la Misa de la Cena del Señor, se recita o canta el himno eucarístico “Tantum Ergo” (Adorad Postrados).
2.- Si se visita por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.
Viernes Santo
1.- Si se asiste piadosamente a la adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor.
2.- Si se participa piadosamente del Vía Crucis.
Sábado Santo
1. Si dos o más personas rezan el Santo Rosario.
2. Si se asiste a la celebración de la Vigilia Pascual por la noche; y en ella se renuevan las promesas del Bautismo, lo que hace parte de la liturgia de esa Misa.
Condiciones en todos los casos:
Para obtener la indulgencia plenaria, además de haber realizado la obra concreta mencionada en la lista anterior, se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones:
1.- Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial.
2.- Confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Papa: Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra para ganar la indulgencia; pero conviene que la comunión y la oración se realicen el mismo día en que se cumple la obra.
Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental se puede obtener varias indulgencias. Sin embargo, conviene que se reciba frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón.
También es necesario precisar que con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre solo se gana una Indulgencia Plenaria.
La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza intención un solo Padre Nuestro y Ave María; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.