El Tiempo de Adviento, significado y origen
1. Consideraciones previas
- El Adviento es el tiempo de espera y conversión, que comprende las 4 semanas que preceden a la Navidad, preparándonos para el Nacimiento del Niño Jesús. Es un tiempo en que la liturgia nos invita a a crecer en la esperanza y a acoger con fe la venida continuada de su Señor, Cristo Jesús.
- El Adviento es uno de los tiempos «fuertes» de la liturgia. Con él comienza el Año
Litúrgico. - El Adviento es por excelencia el tiempo de la esperanza. La liturgia, y toda la Iglesia, asume el color de la esperanza. Todo el pueblo de Dios se pone en marcha atraído por este misterio: nuestro Dios es el «Dios que llega» y nos llama a salir a su encuentro» (Cf. Homilía Benedicto XVI, 29 de noviembre de 2008)
- El Adviento comienza con las vísperas del domingo más cercano al 30 de noviembre y termina antes de las vísperas de la Navidad (24 de diciembre). Los domingos de este tiempo se llaman 1°, 2°, 3° y 4° (o I, II, II y IV) de Adviento. Los días del 16 al 24 de diciembre (la Novena de Navidad) tienden a preparar más específicamente las fiestas de la Navidad
- El hecho de que la fiesta de la Navidad pueda coincidir en diversos días de la semana, hace que el Adviento sea variable en su extensión. Puede ser de tres semanas justas, si el 25 de diciembre es lunes. O de cuatro exactas, si es domingo.
- El adviento tiene dos períodos bien marcados: el primero va hasta el 16 de diciembre (primera y segunda semana), centrado en la dimensión escatológica, con lecturas que nos hablan de la segunda venida de Cristo y nos preparan para el encuentro final con Dios, invitándonos a estar en vela y a la conversión. El segundo período va del 17 al 24 de diciembre (tercera y cuarta semana), se centra en el nacimiento de Jesús, en la Encarnación del Verbo en la historia de la humanidad (su primera venida); también aparece aquí bien marcada la presencia de la figura de la Santísima Virgen María.
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2. Origen y Significado
«Venida», en griego se dice parusia y en latín adventus (1 Ts 5, 23). La palabra latina adventus (adviento) traduce el término griego parusía, que originalmente significaba presencia, llegada. En el ámbito religioso, designaba la manifestación poderosa de un dios a sus fieles, por medio de un milagro o de una ceremonia religiosa; en el ámbito civil, se usaba para referirse a la primera visita oficial a la corte de un personaje importante, como un embajador, o para la visita solmene de un emperador a una ciudad.
Muy sabiamente la Iglesia ha ido cristianizando algunas celebraciones paganas, sustituyéndolas por una cristiana. Así, entendió que si los pueblos deseaban inútilmente la cercanía de sus dioses, en Belén sí se dio el verdadero adviento, la parusía, la manifestación de Dios en el nacimiento del Niño Jesús.
«Es conmovedor comprobar cómo ya la humanidad anterior a Cristo vivía anhelando la venida del verdadero Salvador […]. Con los nombres de Adviento, Parusía, Epifanía y otros por el estilo, ofrecía la antigüedad pagana el cuerpo de palabras más apropiadas al milagro de la verdadera manifestación de Dios entre los cristianos, y la Iglesia no vaciló en llenar estos recipientes preparados por el paganismo, al cual guiaba la providencia de Dios, con la verdad que ansiaban» (Emiliana Löhr).
Por eso la Iglesia primitiva retoma la palabra Adventus (Adviento) para designar ese tiempo de preparación de la manifestación del verdadero Dios, el Dios cercano a los hombres, que se encarna en la historia, en nuestra historia, con el nacimiento de Jesús en Belén.
El adviento se convierte entre nosotros en el tiempo de espera de la navidad, con el que recordamos el nacimiento del Niño Jesús, anunciado por los profetas, pero con la mirada puesta en su segunda y definitiva venida, anunciada por el mismo Jesús.
“El adviento es un tiempo de preparación para la navidad, donde se recuerda a los hombres la primera venida del Hijo de Dios… Es un tiempo en el que se dirigen las mentes, mediante este recuerdo y esta espera a la segunda venida de Cristo, que tendrá lugar al final de los tiempos” (Misal Romano, Nº 39)
3. Evolución histórica del Adviento.
Muchas celebraciones litúrgicas han ido evolucionando o sufriendo algunos cambios en la forma de celebrarlo, tiempo o duraciones, entre otros cambios. El Adviento no es la excepción.
Antiguamente la Pascua era la única fiesta anual, con la que se esperaba el retorno glorioso de nuestro Señor, como él mismo lo había prometido. Fue hasta el siglo IV que se comenzó a vislumbrar el surgimiento de una nueva celebración, la del Adviento. Ya el Concilio de Zaragoza, del año 380, habla de un tiempo preparatorio a la navidad, que iniciaba el 17 de diciembre y obligaba a los cristianos a asistir todos los días a las reuniones eclesiales hasta en día 6 de enero.
Aunque en estos años (siglo IV) no se habla de una celebración como tal del Adviento, sí comienzan a preparar la Navidad o Nacimiento del Señor. Tampoco es una celebración universal ni el tiempo de duración era el mismo en todos los lugares donde se celebraba. Será progresivamente que va adquiriendo el sentido con que nosotros lo celebramos en nuestros tiempos.
En el siglo VI, cuando la liturgia romana asume el Adviento, ya había adquirido un paralelismo con la Cuaresma en su duración y contenidos. De hecho también había heredado el carácter penitencial de la Cuaresma incluyendo el ayuno, luego éste se sustituyó por la abstinencia, y, después del Concilio Vaticano II, esa práctica desapareció. Se pasó al uso del color morado, igual que en Cuaresma, se suprimió el canto del gloria y el aleluya, y otras prácticas más que hacían el Adviento una celebración similar a la Pascua.
Será san Gregorio Magno quien reduzca las celebraciones del Adviento, en Roma, a 4 semanas, pero será hasta el siglo XII que se impone definitivamente este uso breve, para recordar, con estas 4 semanas y según los cómputos de la época, los 4 mil años pasados entre la expulsión de Adán y Eva del Paraíso y el nacimiento de Cristo. Y para contrarrestarle el carácter penitencial, se volvió a introducir el canto del Aleluya, aunque se mantuvo la supresión del Gloria, tal como se acostumbra hasta hoy.
En nuestros tiempos, el Adviento comienza con las primeras vísperas del domingo que cae el 30 de noviembre o es el más próximo a este día, y acaba antes de las primeras vísperas de Navidad.
4. La gracia del Adviento
Es un tiempo hecho sacramento: signo eficaz de la gracia que Dios comunica a su Iglesia y de la fe con que la comunidad eclesial acoge este don siempre nuevo de Dios. La historia de la salvación se actualiza sacramentalmente.
El Adviento forma una unidad de movimiento con la Navidad y la Epifanía. Las tres palabras vienen a significar lo mismo: venida, nacimiento, manifestación. El Dios que ha querido ser Dios-con-nosotros entró hace dos mil años en nuestra historia en Belén, pero la actualiza sacramentalmente cada año en este tiempo fuerte de seis o siete semanas: desde el primer domingo del Adviento hasta la fiesta del Bautismo del Señor.
Un tiempo que ante todo es de gracia, y a la vez constituye como una formación permanente y una profundización de la vida cristiana en sus actitudes fundamentales de fe y esperanza.
5. Adviento: Tiempo mariano
Entre los personajes principales del Adviento sobresale la figura de la Virgen María. Ella le da ese color mariano, que continuará también a lo largo de la Navidad y la Epifanía.
María de Nazareth, la Madre del Mesías, nos enseña a esperar y a contemplar a Jesús hecho hombre para redimir a la humanidad. Ella es el mejor símbolo de la Iglesia que celebra la venida de Cristo, la mejor Maestra de la espera de Adviento, de la alegría acogedora de la Navidad y de la manifestación misionera de la Epifanía.
Las grandes celebraciones marianas en el Adviento: La Inmaculada (8 de diciembre), Nuestra Señora de Guadalupe (12 de diciembre, sobre todo en América Latina) y la Sagrada Familia (1 de enero), le dan a estas semanas un mayor contenido mariano.
María fue la primera cristiana que acogió la salvación de Dios y con su «sí» hizo posible el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento. Y el amor inefable con que la Virgen Madre esperó a su hijo nos sirve de motivación a todos los cristianos para tomarla como modelo y prepararnos, vigilantes en la oración y jubilosos en la alabanza, para salir al encuentro del Salvador que viene.
La liturgia nos presenta, eso sí, un feliz equilibrio a la hora de expresar el culto, para impedir todo aquello que tiende a separar, como sucede en algunas formas de piedad popular, el culto a la Virgen de su necesario centro de referencia, Cristo.
El Adviento es un tiempo particularmente apto para rendirle culto a la Virgen María, la Madre del Señor, sin perder de vista a Cristo como centro de referencia.
6. Adviento: Tiempo de Esperanza
«Esperanza» es la palabra que resume el estado particular en el que el hombre espera algo que debe manifestarse, pero que al mismo tiempo se vislumbra y se gusta por anticipado.
En el Antiguo Testamento nos encontramos con la esperanza del pueblo de Israel en la venida del Mesías. Anhelaban y esperaban el cumplimiento de las promesas con la venida del Salvador. Con el Nuevo Testamento, nuestra mirada está puesta en el cumplimiento de la promesa de la segunda venida de Cristo. Ambas venidas están bien marcadas en la liturgia del Tiempo de Adviento: en la primera parte (hasta el 16 de diciembre), las lecturas nos hablan de la segunda venida, y la segunda parte (del 17 al 24 de diciembre), se centran en la primera venida, en el Nacimiento de Jesús.
La Iglesia nos transmite constantemente esa esperanza y ella está llamada a convertirse en esperanza para ella misma y para el mundo, despertando en el corazón del hombre la atracción por ese misterio en el que Dios llega y y nos llama a salir a su encuentro.
La Iglesia está llamada a dar esperanza en medio de una historia decepcionante del hombre, sumido en la tristeza del mundo, que da la impresión de que ya no espera
nada, precisamente porque padece crisis de fe y amor.
6. Contenido de las Lecturas del Adviento.
Durante aproximadamente 4 semanas la Iglesia nos va preparando, a través de la liturgia, para este gran acontecimiento, tan esperado por el pueblo de Israel, la venida del Mesías, y que para nosotros se convierte en la celebración de un recuerdo grato, y nos lleva a prepararnos para la segunda y definitiva venida de Cristo. Cada semana tiene su temática propia en sus lecturas bíblicas para la Misa:
- I Semana: Invitación a la vigilancia
- II Semana: El juicio del Señor.
- III Semana: La alegría cristiana
- IV Semana: La preparación de la Navidad.
La escucha atenta y la práctica de todo lo que las lecturas nos van enseñando durante cada día del Adviento, unido a la predicación de la Iglesia, es suficiente para prepararnos dignamente para la celebración cristiana de la Navidad, y que la celebración del Nacimiento de el Niño Jesús, en su primera venida, nos prepare y ayude a estar listos para el momento en que Cristo venga por segunda vez. Así como los profetas no sabían la fecha exacta del nacimiento del Mesías, pero confiaban y preparaban al pueblo para ese gran acontecimiento, tampoco nosotros sabemos exactamente cuándo ocurrirá la manifestación gloriosa de Cristo en su segunda venida, que será definitiva para nuestra salvación. Por lo tanto, el Adviento debe ser un recordatorio de la preparación permanente que todo cristiano debe ir realizando día a día, para cuando llegue ese momento tan ansiado por las primeras comunidades cristianas, y para nosotros en nuestros tiempos.
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Fuentes:
Aldazábal, José, Enséñame tus caminos 1 Adviento y Navidad día tras día, Centre de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 2000; Aldazábal, José, Celebrar la Venida del Señor, Advieno-Navidad-Epifanía, Centre de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1991; Lligadas, Josep, Adviento y Navidad, Sugerencias y Materiales, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 2001; Nocent, Adrien, El Año Litúrgico I Introducción al Adviento, Sal Terra, Santander, 1981