De que hay predicadores muy buenos y comprometidos con Dios en el anuncio del Evangelio, los hay. Pero de que hay muchos que han hecho de la predicación un negocio con tarifas no negociales, también los hay.
Nos sentimos muy contentos de disfrutar de ese don tan maravilloso que Dios ha dado a muchos predicadores católicos que tienen ese carisma necesario para llegar al corazón del hombre y sembrar ahí la semilla del Evangelio. Cada día Dios va haciendo surgir esas voces que se levantan para hablar en nombre de Dios en las diferentes naciones. Eso es maravilloso.
Lamentablemente muchos somos testigos de predicadores (sacerdotes y laicos), que cuando se les busca para un servicio, piden hablar con su “representante” o su “secretaria” para conocer las tarifas de sus servicios y las condiciones para prestarlos.
Algunos dirán que las “tarifas” son justificadas porque el “predicador” tiene derecho a su salario. Es muy cierto, hay costos, gastos y bocas que alimentar y muchos de estos predicadores se dedican a tiempo completo a su ministerio, no tienen otro trabajo más que el de predicar por el mundo, anunciando la Buena Nueva de salvación.
El trabajador tiene derecho a su salario. Pero de eso a cobrar “grandes cantidades” fijas, como tarifa no negociable hay una gran diferencia. Y cuando se ponen ciertas condiciones de alojamiento, tipo de alimentación y una serie de condiciones, imitando ya a los grandes artistas de la música, pues como que deja un mal sabor de boca en los destinatarios de dichos servicios, y más en los organizadores de los eventos.
No solo es el tema de las “tarifas” a cobrar por prestar un servicio de predicación o de alabanza, música o llámese como se llame. Es que cuando de negocios se trata, “el cliente siempre tiene la razón”. Hasta el día de hoy, de todos los predicadores “comerciales” que he escuchado, ninguno ha hecho anuncio y denuncia. A lo mejor deba yo seguir escuchando a un montón más para encontrar alguno que se atreva a denunciar, porque todos se quedan en el anuncio, lo bonito de la predicación, con lo que se queda bien con todo el mundo y vienen los aplausos y todo mundo feliz y contento, deseando traer nuevamente al predicador en turno.
Imagínense a un predicador anunciando el evangelio en un evento financiado por un partido político o una institución gubernamental, hablando en contra de los políticos mismos, de los problemas sociales, de la violencia, delincuencia y cosas parecidas y muy a la orden del día en nuestros tiempos y ciudades, sería para que no lo vuelvan a invitar. Y como son predicadores comerciales, que les interesa mucho que los llamen de aquí y de allá para ir a predicar y ganarse muchos dolaritos por ese servicio, no les conviene quedar mal con nadie, así que tienen que hablar muy bonito y bien de todo, siempre o casi siempre.
Hay temas muy escabrosos, como la ideología de género, el aborto y otros, que difícilmente son abordados por estos predicadores que no quieren generar polémica en torno suyo, para no quedar mal con nadie y ser lo suficientemente populares como para ser llamados a brindar su «servicio» a muchos lugares; y cuando más internacionales se vuelven, es peor.
En los últimos tiempos se han proliferado los llamados «predicadores católicos». Y usted busca en las redes sociales, y encontrará el nombre con el calificativo de «Predicador Católico». Qué bueno que surjan muchos heraldos del Evangelio. Qué bueno que se usen todos los medios para evangelizar, pero… qué mal cuando ese servicio tiene una tarifa, un precio fijo, no negociable.
Hay que aplaudir realmente a quienes predican y alzan su voz con fuerza, con valor para anunciar el Evangelio como es debido. Esos hombres y mujeres, buenos y fieles servidores de Dios, tendrán su premio en el cielo. Porque sí hay muchos buenos predicadores que lo hacen sin fines de lucro y saben dar gratis lo que gratis recibieron. Hombres y mujeres que brindan su servicio y buscan cubrir sus gastos, que siempre los hay, como el transporte, comida y el sostenimiento de su hogar, más cuando su servicio lo brindan en un horario en que deberían estar trabajando en un empleo remunerado. Hombres y mujeres que «no cobran» sino que piden una ofrenda o una remuneración justa para tener los recursos básicos y seguir adelante en su ministerio. Gloria a Dios por estos servidores fieles y justos.
Pero hay que abrir muy bien los ojos y cuidar el tipo de predicación que llevamos a nuestras comunidades. Cuando el evangelio se predica por dinero, se corre el riesgo de mutilarlo o tocar solo ciertas cosas, irse por la superficie; y la Palabra de Dios debe iluminar todas nuestras realidades. El Evangelio es Evangelio solo si se predica completo.
¿Predicadores o comerciantes del Evangelio? Por sus frutos los conoceréis…