El precepto de «Ofrecer la otra mejilla» ¿Debe interpretarse así al pie de la letra? ¿Qué fue lo que quiso decir Jesús? Adentrémonos en las Sagradas Escrituras y descubramos la verdadera aplicación de este texto bíblico.
Ofrecer la otra mejilla, cuando nos peguen en la derecha, es una de las cuatro ofensas infligidas y recibidas que Jesús enumera después de recordar la ley del talión, en la quinta antítesis del Evangelio de San Mateo:
Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra
(Mt 5,38-39).
Una bofetada en la mejilla derecha era considerada una ofensa extremadamente grave en la cultura del Oriente en tiempos de Jesús. Para recibir un golpe en la mejilla derecha, viniendo de la mano derecha del agresor, significa que no se usa el interior de la mano, sino el revés, a no ser que el agresor sea zurdo. Eso era humillante.
Pero, ¿Qué es lo que ha querido decir Jesús con eso de «ofrecer la otra mejilla»? ¿Debo así literalmente decirle al que me golpee: «Aquí tienes mi otra mejilla, pégame aquí también»?. Me viene la imagen de un boxeador, recibiendo un duro golpe en la mejilla derecha y diciéndole a su rival en el ring: «Te ofrezco esta otra mejilla, la izquierda, pégame aquí también»; o a una víctima de un asesino, recibiendo una bala en el extremo derecho de su pecho, diciéndole al asesino: «aquí tienes el extremo izquierdo de mi pecho, dispárame aquí también», o a un padre de familia ante un lunático que le violó a su hija: «aquí tienes a mi otra hija, viólala a ella también». O lo que se vuelve experiencia de todos los días en muchos hogares, la esposa ante su esposo que la maltrata, ofreciéndole la otra mejilla para que la siga golpeando…
Suena absurdo ¿Verdad?. ¿Cómo entender entonces ese precepto?. Jesús mismo nos ofreció una ayuda de cómo debemos entenderlo. Cuando el soldado le dio una bofetada en el rostro, él no ofreció la otra. Por el contrario, reaccionó con energía: “Si he hablado mal, muéstrame en qué, pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?” (Jn 18,23) Jesús no enseña la pasividad. San Pablo piensa que, retribuyendo el mal con el bien, “haciendo esto, amontonarás brasas sobre su cabeza” (Rom 12,20), y nos recuerda que al mal se le vence con el bien: «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien» (Rom 12,21).
Santo Tomás de Aquino, citando a San Agustín (de mendacio, 15) dice:
Ningún otro ejemplo más excelente de paciencia encontramos que el de nuestro Señor. Cuando Él recibió la bofetada, si bien no dijo aquí tienes la otra, sino que dijo, según San Juan (Jn 18,23): «Si he hablado mal, da testimonio de lo malo; pero si he hablado bien, ¿por qué me hieres?», manifiesta que debe ofrecerse aquella disposición en el corazón
(Santo Tomás de Aquino, Comentario al Evangelio de San Mateo Tomo I)
Había un matrimonio en crisis, tan complicada la situación que el esposo, pensando en no dejar sin casa a su esposa e hijos, decidió hacer sus maletas e irse lejos. Cuando ya tenía todo listo, con una furia irreprimible, le gritó a su esposa: «!Yo me voy de esta casa»! Su esposa, medio desconcertada, le contestó: «¿Y me puedo ir yo contigo?» Y con esa creativa reacción, el esposo quedó desarmado, sorprendido; ambos se rieron de la situación, se abrazaron y decidieron irse juntos, sí, se fueron juntos, !de vacaciones! y se liberaron de esa guerra que mantenían en su hogar…
Realmente un agresor espera que te defiendas con una agresión, no una acción tuya creativa, inesperada, insólita. No sospecha el poder incalculable de poner la otra mejilla… Martin Luther King, Nelson Mandela… son muestras de esa «otra mejilla»