Este taller es parte del curso de liturgia que vamos desarrollando en diferentes publicaciones, para que los servidores del ministerio de liturgia (monitores, lectores o proclamadores de la Palabra) puedan prestar mejor su servicio en las diferentes parroquias.
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El valor del Ministerio del Lector (Proclamador)
Hay sacerdotes que prefieren leer ellos mismos todas las lecturas. Esa es una práctica que debería erradicarse, pues la primera y segunda lectura (cuando la hay) y el salmo, son más para un ministro (lector). El Evangelio sí debe ser leído por un ministro ordenado (diácono o sacerdote).
El ministerio del lector tiene un valor inmenso! Es el mismo Dios el que nos habla a través de las Escrituras, por lo tanto, cuando el lector proclama una lectura, le está prestando su voz a Dios mismo para ser escuchado por la asamblea participante en la santa misa.
La Constitución sobre la Sagrada Liturgia, del Concilio Vaticano II, en el numeral 7, cuando habla de la presencia de Cristo en la Liturgia, dice: «Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla.«
Cuando tú proclamas la Palabra en la Santa Misa, es Dios quien habla a través de ti! ¿Entiendes eso? Es un privilegio enorme! Y también un compromiso enorme!
Leer la Palabra de Dios no es lo mismo que leer cualquier libro. Cuando se lee la Palabra en voz alta, Cristo se hace presente; eso tiene un efecto muy superior que no sucedería si cada uno de los fieles leyera las lecturas del misal para ellos mismos.
La buena o mala experiencia de los oyentes dependerá mucho de la manera cómo el lector proclame las Escrituras.
El ministerio de lector es muy importante porque la Palabra de Dios es, primero que todo,
una palabra hablada, una palabra dinámica, una palabra dirigida a nosotros por Dios.
Vaya que sí es grande la función de este ministerio! Es tan grande que debe prepararse muchísimo para ejercerla dignamente. Por eso no es recomendable llamar a leer a leer las lecturas a lectores espontáneos o buscarlos entre la asamblea. Eso, además de crear cierto suspenso o incomodidad entre el pueblo, no permite que los lectores se preparen debidamente antes de proclamar la Palabra.
Cuando no se tiene un ministerio de lectores muy nutrido como para que no se repitan los mismos, es preferible ver sirviendo a los mismos todos los domingos, a poner a leer a servidores que no están preparados para leer bien las Sagradas Escrituras en la misa. No se trata de «darle participación» a la gente, sino de que la gente escuche bien las lecturas, producto de una buena proclamación.
Entendida la importancia del ministerio de lectorado, se sobreentiende también la necesidad de una buena preparación para prestar mejor ese servicio. Con este taller queremos ayudarte a conseguirlo.
¿Quiénes pueden ser lectores?
La lectura no es un oficio presidencial sino ministerial (Misal, 34). Por eso las lecturas no debería proclamarlas el presidente (celebrante) sino otro. Sólo las proclamará el presidente cuando no haya otro que pueda hacerlo, a excepción del Evangelio, que está reservado a los ministros ordenados (diácono o sacerdote).
Por eso es importante que en cada parroquia haya un grupo de lectores debidamente preparados para ejercer dicho ministerio. Éstos grupos pueden estar conformados por:
- Hombres y mujeres
- Religiosos y religiosas
- Adolescentes, jóvenes y adultos que sepan leer bien
- En las misas de niños podría leer un niño bien preparado, que sepa hacerlo bien
Requisitos para ser lector
Aunque para ser miembro del ministerio de lectores no se necesita un encargo oficial, como para los ministros instituidos, sí es conveniente que reúnan algunas condiciones mínimas:
- Que sepan leer bien, habiendo sido probados previamente para comprobar su capacidad de lectura.
- Y, aunque hay sacerdotes que dejan en plena libertad para que puedan leer personas que viven en pecado mortal permanente (no casados, por ejemplo), es recomendable que el lector viva una vida sacramental (misa y confesión frecuente), dado que no es cualquier texto el que proclamarán, sino la misma PALABRA DE DIOS, y la voz de Dios no debería sonar desde unos labios impuros. Al profeta Isaías Dios le purifica los labios antes de enviarlo a transmitir su Palabra al pueblo (Cf Is 6, 5-9).
- Formación litúrgica adecuada. Ésta es necesaria para entender el contexto de las lecturas; el lector debe conocer sobre el año litúrgico, tiempos litúrgicos, solemnidades y fiestas, leccionarios y otros conocimientos básicos.
Preguntas para reflexionar en grupos:
- ¿Entiendes ahora la gran responsabilidad que tienes como lector?
- ¿Habías leído antes siendo consciente de que es la Palabra de Dios la que lees o simplemente leías como leer cualquier libro?
- ¿Qué has sentido a la hora de leer? ¿Has experimentado alguna vez a Dios hablando por tu medio a la comunidad?
- ¿Sientes que tienes los conocimientos básicos o debes profundizar más sobre temas fundamentales de la liturgia?
Consejos para ser un buen lector
Comencemos con unos breves consejos para ser un buen lector. Más adelante profundizaremos sobre algunas de estas recomendaciones.
1. Leer la lectura antes de la misa.
Es importante que el lector tenga un tiempo suficiente de preparación previa leyendo la lectura correspondiente. Si es posible, que esa lectura sea en voz alta y tantas veces sea necesario. Leerla junto con los demás lectores (si los hay), sirve para hacerse observaciones mutuas y evitar errores a la hora de la lectura en misa.
Leer lo suficiente como para entender bien el sentido de la lectura, servirá para dar la entonación debida a cada frase, cuáles son las que hay que resaltar, dónde están los diferentes signos de puntuación y detectar las palabras difíciles en las que nos podríamos equivocar. Eso incluye investigar, si se tiene dudas, cómo se pronuncia alguna palabra desconocida o nombres muchas veces extraños que suelen aparecer en ciertas lecturas, de los cuales no todo mundo sabe su correcta pronunciación. Es muy frecuente, por ejemplo, la palabra «prosélito» escucharla leer en misa sin su acento respectivo, leyéndose como «proselito».
2. Vigilar la posición del cuerpo.
Al estar delante del ambón, debe vigilarse la posición del cuerpo, no tanto par adoptar posiciones rígidas, sino para evitar leer, por ejemplo, con las manos en los bolsillos, manos hacia atrás o brazos cruzados. La posición más adecuada de las manos debe ser colocarlas sobre el ambón.
3. Mantener la distancia adecuada del micrófono.
El lector debe situarse a una distancia adecuada del micrófono para que se oiga bien. Debe cuidar de no colocarse ni muy lejos, que no se oiga muy suave, ni muy cerca, que no se entienda lo que lee o se escuche muy estridente.
La lectura debe comenzarse hasta que se asegure de que el micrófono está a la medida: a un palmo de la boca.
Cuando el lector ha comenzado la lectura y el monitor u otro ministro llega a querer corregir un problema de sonido, eso provoca una distracción tal que la asamblea, por esta pendiente de la manipulación del micrófono, pierde la atención de la lectura. Por eso es necesario prever bien ese inconveniente antes de comenzar a leer. Si aún así se diera un problema de baja audición para el pueblo, y otro ministro llega a corregir el problema, es recomendable que el lector retome la lectura desde el principio, para que el pueblo vuelva a retomar plenamente el hilo conductor de la misma.
4. Leer lentamente, usar las pausas necesarias.
Por el nerviosismo o la falta de experiencia en actuación pública, los lectoras suelen cometer el error de leer de prisa.
Cuando se lee demasiado rápido, probablemente los oyentes entiendan el contenido; pero lo escuchado no penetrará en sus corazones.
Debe evitarse subir de prisa al ambón, comenzar la lectura sin mirar a la gente y marcharse más de prisa aún.
El lector debe llegar al ambón, respirar antes de empezar, dirigir su mirada a la asamblea para establecer ese contacto con ellos y luego leer haciendo las pausas necesarias según la puntuación respectiva. Al final, hacer una breve pausa y dirigir la mirada hacia la asamblea para decir «Palabra de Dios». Escuchar la respuesta del pueblo para luego bajar hacia su respectivo sitio.
Aprender a leer sin prisa, con aplomo y seguridad requiere hacer ensayos y tantas pruebas sean necesarias.
5. Vocalizar
La vocalización implica remarcar bien cada sílaba, mover adecuadamente los labios y la boca, no atropellarse ni bajar los tonos en los finales de frase. No se trata de hacer comedia, pero debe recordarse que se está actuando ante un público que debe entender bien lo se le está leyendo.
Para conseguir esto, es necesario hacer cierto tipo de ejercicios de vocalización grabándose y escuchándose posteriormente, para hacer las correcciones pertinentes, o ejercitar frente a otros compañeros de ministerio en los ensayos respectivos.
6. Mirar a la gente
Los ojos no deben estar fijos todo el tiempo en el libro. De vez en cuando hay que levantarlos y dirigirlos a quienes nos escuchan, para poder crear ese clima de comunicación con la asamblea.
Algunos momentos claves para dirigir la mirada hacia la gente:
- Al subir al ambón y comenzar con «Lectura de…»
- En las frases más importantes
- En las preguntas
- Al final, al decir «Palabra de Dios» y mientras se espera la respuesta de la asamblea.
7. Leer con la cabeza alta
Aunque esto dependerá mucho de la altura del lector y del ambón, conseguirlo nos ayuda a mantener esa comunicación con la asamblea y la voz resulta más clara.
Preguntas para reflexionar en grupos:
- ¿Qué otra recomendación consideras importante para ser un buen lector?
- ¿Has visto algún caso en alguna misa en la que no se ha seguido alguna de estas recomendaciones y se ha cometido algún error? ¿Te ha sucedido a ti?
- ¿Cuál error consideras que se comete con más frecuencia por no seguir las recomendaciones respetivas?
Importancia de la Palabra de Dios
No es un extracto de cualquier libro el que vamos a leer, es la misma palabra de Dios. El pueblo escuchará la voz de Dios, no la de cualquier autor o escritor. Eso significa que hay que tratarla con respeto y reverencia.
No es, por lo tanto, digno de la Palabra de Dios que ésta sea leída desde cualquier papel impreso, misal, folleto, páginas volantes o desde una aplicación del teléfono. Es recomendable que desde el ambón se lea del Leccionario mismo. Hacer lo contrario, sería como que el sacerdote use en el altar un copón o cáliz de plástico o papel, en vez de los vasos sagrados, dignos del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Si es la misma Palabra de Dios la que se lee, debe cuidarse también el estado del Leccionario desde el que se leerá. Hacerlo desde un Leccionario ya demasiado viejo o maltratado, da la sensación de estar leyendo cualquier cosa y denota la baja importancia que a la Palabra se le da en ciertas parroquias.
Siendo que no es cualquier palabra la que se lee, sino la de Dios mismo, debe hacerse tan bien, que el pueblo no necesite ir leyendo en un misal para entender lo que el lector está leyendo desde el ambón. Eso distrae e impide que la Palabra penetre con más facilidad en el corazón de los fieles.
La liturgia tiene dos partes principales: La Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística. Habrá personas que, por su estado, no podrán participar comulgando en la Liturgia Eucarística, pero sí participan de la Liturgia de la Palabra. Para ellos, especialmente, la Palabra tiene una importancia enorme en la celebración de la misa.
Preguntas para reflexionar:
- ¿Sientes lo mismo al leer la Palabra de Dios desde una aplicación del teléfono, que leerla desde la Biblia? ¿Cuál es la diferencia?
- ¿Has tenido que seguir la lectura desde un misal porque al lector de turno no se le entiende en la misa? ¿Cuál ha sido tu experiencia? ¿Has escuchado comentarios en otros feligreses sobre este tema?
- ¿Crees que el Leccionario que se usa en tu parroquia es digno para leer desde allí la Palabra de Dios en las misas?
Preparación para servir como lector
La preparación para servir como lector implica una profunda, continua y sólida formación bajo tres aspectos:
- Bíblica: los lectores deben estar capacitados para percibir el sentido de las lecturas en su contexto y entender, a la luz de la fe, el núcleo central del mensaje revelado por todas las lecturas de la celebración litúrgica. Además, todo lector debe tener conocimientos básicos de Biblia (división, géneros literarios, versiones bíblicas…)
- Litúrgica: La instrucción litúrgica debe facilitar a los lectores una cierta percepción del sentido y de la estructura de la liturgia de la palabra y las razones de la conexión entre la liturgia de la Palabra y la liturgia de la Eucaristía.
- La preparación técnica: debe hacer que los lectores sean cada día más aptos para el arte de leer ante el pueblo. Esto implica práctica y más práctica. La práctica hace al maestro.
Preparación espiritual
– Apartar tiempo para la oración personal
Antes de leer cualquier libro, debe conocerse aunque sea un poco sobre el autor del mismo. Antes de leer la Biblia, hay que conocer al autor, y ese no es otro más que Dios. Si bien es cierto que a Dios lo podemos conocer a través de lecturas de libros espirituales, la mejor forma de familiarizarnos con Él es por medio de la oración.
Dedícale un tiempo todos los días para la oración espontánea, el rosario, la coronilla de la Divina Misericordia, el Ángelus u otro tipo de prácticas devocionales que te mantengan en contacto con el autor de la Palabra que leerás en la Santa Misa.
– Vida sacramental
Si le vas a prestar tu voz a Dios para que su palabra se haga escuchar por el pueblo, lo mejor que puedes hacer es asumir la actitud de Isaías: «¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros» (Is. 6,5).
Aunque a algunos sacerdotes les parezca exagerado o excluyente, no es la misma sensación del pueblo al escuchar la Palabra de Dios leída por una persona que vive en gracia, que escucharla proclamada por un servidor que vive en pecado mortal, y más aún si es un pecado público.
Es recomendable que el lector tenga vida sacramental: confesión frecuente y asistencia a la Santa Misa. La confesión es más necesaria aún previa a las misas en las que le toca servir.
– Lectura frecuenta de la Biblia
Cuando yo voy a comprar un libro, también leo la contraportada o la introducción para tener una idea de lo que trata dicho libro. Para proclamar la Palabra de Dios en la misa, es bueno estar familiarizado con el contenido de las Sagradas Escrituras, leyéndolas con frecuencia. Eso te permite, en muchas ocasiones, tener una idea del contexto y perderte menos en la lectura que proclamarás. Te ayudará a familiarizarte con cierto vocabulario bíblico o con los nombres bíblicos que suelen ser de difícil pronunciación.
– Basar su vida en la Palabra de Dios
El lector debe basar su vida en la Palabra que proclama. Ajustar su vida a los preceptos divinos. Leer la Palabra en la misa y no hacerla vida, es como vender un producto de una marca determinada, pero usar otra, que no es la que se promociona, y peor aún, si es de la competencia directa.
Preparación previa a la Misa
– Familiarizarse con el texto
Antes de leer en la Misa, el lector se debe asegurar que tiene una verdadera familiaridad con los textos bíblicos que él va a proclamar. Esto implica conocer el contexto de la lectura que le toca leer (capítulo anterior y posterior), el contexto del tiempo litúrgico y el de las otras lecturas del día.
– Practicar en voz alta la lectura que se va a leer
La práctica de la lectura no necesariamente debe hacerse minutos antes de que comience la misa. Sabiendo con anticipación cuál lectura te corresponderá leer, lo ideal sería que comiences a practicar por lo menos unos 5 días antes. Aunque la versión de la Biblia no sea la misma del leccionario y varíen unas o muchas palabras, te familiarizas con la lectura y se te hace más fácil la última práctica que debes hacer minutos antes de comenzar la misa, ya con el propio leccionario.
La práctica con tiempo suficiente permitirá que identifiques las frases relevantes, aquellas en las que debe elevarse el tono de voz, y ensayas tu modulación de voz en general.
Un buen método es grabarse leyendo. Luego ver el vídeo o escuchar el audio, para ponerte el lugar del pueblo y evaluar si se entiende o hay que hacer algunas correcciones.
Minutos antes de la misa puedes practicar ya con el leccionario y ensayar con los demás lectores para afinar los últimos detalles.
Preguntas para reflexionar:
¿Qué tanto tiempo le estás dedicando a la formación como lector?
¿Qué tan capacitado te sientes en las áreas de Biblia, liturgia y técnica? ¿En cuál crees que necesitas más refuerzo?
¿Tienes algún impedimento para practicar lo suficiente antes de prestar tu servicio en las celebraciones litúrgicas?
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