lunes, diciembre 2, 2024
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Los 10 NUNCA para un matrimonio feliz

Dicen que un soldado avisado no muere en batalla. Aunque cada persona es un mundo y cada matrimonio tiene sus propias peculiaridades, hay cosas que son comunes y aquí queremos advertirte de algunas situaciones que deben evitarse en un matrimonio: los 10 nunca de un matrimonio.

Decálogo sobre situaciones que puede lesionar la pareja

En la relación matrimonial existen varias situaciones que en lugar de contribuir, lesionan a los cónyuges, dando opción a que se formen pequeñas heridas que en un principio pueden parecer insignificantes, pero con el tiempo, pueden llegar a volverse muy nocivas. Esta es la recopilación de 10 situaciones que ojalá nunca estén presentes en el matrimonio:

1. Nunca se duerman sin terminar una discusión.

Hay una práctica que puede ahorrarte muchos problemas en el matrimonio: las discusiones hay que darlas por finalizadas para ir a dormir en paz y no darle cabida a la imaginación para estar pensando cosas que tal vez no son. Eso, además de robarse la paz en la pareja, también puede provocar insomnio; nada saludable.

Es muy cierto que no conviene seguir una discusión cuando las cosas se han encendido. El enojo descontrolado impide una comunicación o diálogo. Siempre es necesario esperar a tener los pensamientos claros y fríos para concluir una discusión, pero NUNCA es recomendable aguardar hasta el día siguiente.

Para conseguir tal objetivo, es bueno llegar a un acuerdo previo entre la pareja, para que ambos hagan un esfuerzo por no encender la discusión, bajar el tono, buscar la conciliación y conseguir llegar a un acuerdo o un punto en el que ambos estén de acuerdo e irse a dormir felices, en paz.

2. Nunca dormirse sin haberse pedido perdón.

Aunque pareciera una redundancia del caso anterior, aquí nos referimos a pedir perdón al cónyuge no necesariamente porque se tenga una discusión cercana a la hora de ir a dormir.

Hay ocasiones en las que ofendemos sin darnos cuenta. En el matrimonio pueden darse situaciones incómodas en las que el agresor no tiene mala intención y puede no darse cuenta del daño que ocasiona a su cónyuge; pero el agredido guarda ese resentimiento. Acumularlo resulta improductivo para la armonía en el matrimonio. Hay otros casos en los que el agresor es plenamente consciente de lo que hace, agrede con premeditación y alevosía; en este segundo caso es resulta más dañino irse a dormir sin antes haber pedido perdón.

Acumular ofensas sin pedir perdón ni perdonar, va acumulando una carga muy letal para la armonía en en la pareja. Puede resultar tan grave como para provocar una falta de afecto, desatención o disminución, incluso, en el amor.

Pedirse perdón todas las noches es como hacer un borrón y cuenta nueva; es como volver al matrimonio nuevamente al «estado de fábrica».

Si aún no lo haces, prueba y verás los resultados. Solo es de ponerse de acuerdo. Comienza uno: «te pido perdón por… y también por mis acciones del día que pudieron hacerte sentir mal y no me dí cuenta o no fueron acciones que estuvieran bajo mi control o voluntad». Después sigue el otro. Se dan un abrazo, un beso y sana paz rebrota en ambos corazones para dormir felices y amanecer al otro día como si fuera el primer amanecer en su matrimonio.

3. Nunca hablen mal del cónyuge con nadie

Hablar de tu cónyuge es como hablar de ti mismo. Recuerda que cuando te casas, pasas a ser con tu pareja UN SOLO SER.

Si pones en práctica los dos NUNCA anteriores, este tercero será fácil de superar. Habrás aprendido a lavar la ropa sucia en casa, sin necesidad de andar comentando con otras personas los problemas de tu matrimonio, y menos aún, con tu familia, que seguramente tomará partido de forma poco objetiva.

Algunas personas suelen tener un «pañuelo de lágrimas», esa «amiga» o «amigo» al que acuden pronto cuando hay una situación incómoda, a desahogar sus problemas. Pero esos «pañuelos» suelen ser muy comunicativos con otras personas y divulgar tus problemas familiares, voluntaria o involuntariamente; o, casi siempre, tomar partido y estar de tu lado, sin escuchar a la otra versión de los sucesos.

Si bien es cierto que a veces se puede necesitar de cierta consejería, ésta hay que saberla buscar, de preferencia, en un profesional o religioso, alguien neutro, ajeno a la familia: un sacerdote, un terapeuta familiar, una pareja con más experiencia y capacidad de orientación o una persona muy espiritual.

Recuerda que las tormentas siempre pasan en el matrimonio y después viene la calma; pero si has involucrado a terceros, especialmente a tu familia, ellos difícilmente lo olvidarán.

Por eso es mejor fomentar una buena comunicación con tu cónyuge.

4. Nunca hablen ni piensen en singular

Cuando una pareja se casa, aparece un «nosotros» que supera al «tú» y al «yo». Eso debe ser tomado muy en serio a la hora de tomar decisiones.

Desde el momento en que ambos dijeron “acepto” se convirtieron en una sola carne y una sola alma. Esto también implica compartir los bienes materiales, por lo que se debe pensar siempre en plural al tomar decisiones, principalmente las que implican dinero. De igual forma, el lenguaje debe ser coherente con ese compromiso, es decir, hablar en plural cuando se refieren a proyectos o actividades comunes: “nuestra casa”, “nuestro auto”, “fuimos a pasear”, “decidimos dejarlo para después”, etc.

La prioridad debe ser el bienestar y tranquilidad de la familia, antes que las necesidades y caprichos personales de cada uno.

5. Nunca se griten

Cuando aparecen los gritos es porque ya tus emociones están fuera de control. Ya no piensas bien lo que vas a decir y puedes ocasionar un daño innecesario que después lamentarás mucho.

Los gritos son una falta de respeto que deteriora las relaciones, no son propios del lenguaje del amor. Existen otras formas de expresar los desacuerdos y las diferencias. Además no es el ejemplo que queremos dar a nuestros hijos, ¿con qué autoridad les pediremos después que no griten a su hermano, a sus compañeros o a nosotros mismos?

Alzar la voz no te hace más fuerte ni te da dominio sobre tu pareja. Solo refleja tu falta de control que puede provocar un distanciamiento con tu cónyuge.

Cuando los gritos surgen es mejor parar la discusión y retomarla cuando la serenidad haya regresado (el mismo día, ojo, nunca para el día siguiente)

6. Nunca pongan a sus hijos antes que al cónyuge

Si bien es cierto que los hijos demandan atenciones y cuidados de parte de los padres, hay que tener claro que la prioridad es la pareja. Si los cónyuges están bien, los hijos también lo estarán. La armonía entre los esposos genera un ambiente estable y feliz para los hijos.

Aunque puede haber una excepción, y es la que no quisiéramos que ocurriera nunca en un hogar: en caso de maltrato o abuso por parte de uno de los progenitores hacia los hijos o de un padrastro o madrastra, obviamente que debe inclinarse siempre la balanza hacia los hijos, muchas veces indefensos.

7. Nunca discutan frente a los hijos

Las peleas frente a los hijos pueden producir en ellos efectos catastróficos: inseguridad, agresividad, ansiedad, depresión e, incluso, aversión hacia el matrimonio.

Cuando una discusión se vuelve inevitable, debe buscarse el lugar y tiempo adecuados para que los hijos no presencien esas escenas ni escuchen el contenido de una discusión que a ellos es a quienes menos puede interesarles.

Aunque pareciera increíble, las discusiones fuertes y fuera de tono, pueden afectar a los hijos desde el vientre de la madre. El niño escucha y percibe perfectamente los sentimientos de su mamá.

Ponerse de acuerdo con anticipación para evitar juntos esas discusiones frente a sus hijos, lleva a que ambos hagan siempre un esfuerzo y se evite hacer un daño innecesario a los pequeños de casa.

8. Nunca pierdan el romanticismo

Si cuando eran novios cada detalle contaba para enamorar a su pareja, no hay razón para no ser detallistas en el matrimonio.

El amor es como una planta a la que hay que darle mantenimiento constante, regarla, abonarla.

El amor se alimenta, crece o se mantiene, de esos pequeños detalles románticos que nunca deben desaparecer en el matrimonio: una rosa, dedicar una canción, salidas programadas solo con la pareja, sin los hijos.

No se requiere de detallas costosos: un sencillo mensaje de: «te amo» pegado en la nevera o en un lugar visible de la casa es para mantener viva la llama del amor en la pareja. Contemplar un atardecer juntos o la luna de noche. No cuesta caro!

Estar pendientes de fechas importantes como el aniversario de bodas, el cumpleaños y otras fechas importantes que involucren a la pareja. O simplemente inventarse algo para celebrar juntos.

Cada día debe estar lleno de detalles para volver a enamorar a la pareja, resaltando sus virtudes y no sus defectos.

9. Nunca entren en conflicto con la familia del cónyuge

La relación con la familia política es la piedra en el zapato de muchos matrimonios. Pero aún en los casos donde por diversas razones no es posible una fraternidad con la familia de origen del cónyuge, hay que conservar un mínimo trato de cordialidad y respeto, por el bien de todos.

Los conflictos son más frecuentes cuando la familia de uno o de ambos trata de involucrarse en los asuntos de pareja. Llámese suegra, suegro o cuñadas, cualquier conflicto con la familia política debe mantenerse bajo control y evitarse al máximo.

Son cosas que deben hablarse antes de casarse: no irse a vivir con la suegra en la misma casa ni muy cerca de ella, es una medida saludable. Digo la suegra porque es la que más sale a relucir en los conflictos de la pareja. Otra cosa a tratar previamente es el lugar que ocupará la familia política de ambos ya dentro del matrimonio. Eso solucionará o evitará grandes problemas futuros.

10. Nunca se olviden de Dios

Por último, pero lo más importante, ubicar a Dios como centro de la vida matrimonial y familiar. Si Dios está presente en la vida cotidiana y en todas las decisiones, con seguridad que el amor reinará en el hogar.

La oración debe ser una práctica frecuente en la pareja. Orar juntos hará maravillas en ese matrimonio. Ya san Juan Pablo II decía que «familia que reza unida, permanece unida».

Si aquel joven matrimonio en Caná de Galilea tuvo el auxilio de la Virgen María para solucionar su problema justo en el momento oportuno, fue porque tenía de invitados especial nada más ni menos que a Jesús y María Santísima. La Madre de Dios no debe faltar en el matrimonio. Ella intercederá, sin duda, para solucionar las dificultadas que vayan surgiendo entre la pareja.

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