A las cosas hay que llamarlas por su nombre: el que se casa, casa quiere; «casados» es igual a «casa para dos», casa-dos. Tú sabes perfectamente a lo que me refiero, y si te despertó la curiosidad el título de esta publicación, espero no sea porque ya estás sufriendo las terribles consecuencias de estar viviendo en casa de tu suegra o de tener a tu suegra viviendo en tu propia casa.
Y no quiero cargar la culpa sobre la suegra y tener por santo al suegro; si bien es cierto que también hay suegros que le hacen la vida imposible al yerno o a la nuera, es muy sabido que el trofeo casi siempre se lo lleva la suegra.
La palabra de Dios es muy clara: «Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne» (Gn 2, 24); un texto que también Jesús recordó en Mt 19, 5.
El hombre «dejará a su padre y a su madre», para unirse a su mujer. Y lo mismo aplica para la mujer, «dejará a su padre y a su madre», para unirse a su esposo. Pero qué problema cuando no se rompe con la mamitis aguda, y es más grave aún, cuando esa mamitis es tal por parte de uno de los cónyuges, que convence al otro para convivir con su madre! No «deja» a su padre y su madre, sino que «se trae» a su cónyuge a vivir con sus padres.
«Casados» es el equivalente a «casa para dos». El problema es que hay muchos jóvenes que se dejan ganar por la prisa y no prevén con tiempo todo lo necesario para poder independizarse por completo antes de casarse. No disponen de una casa donde ir a vivir solo la pareja, sino que se ven obligados a vivir en casa de los suegros.
Otra serie de combinaciones de casos pueden darse para verte en la necesidad de llevarte a tu mamá a vivir en casa de tu cónyuge: porque ella se quedará sola, porque solo son tú y ella, porque… por lo que sea; pero nada es justificación suficiente como para arriesgar tu matrimonio, salvo contados casos en los que realmente la suegra es «un pan de Dios», una «santa». Será un caso en un millón.
Yo fui testigo de un caso muy curioso: un amigo me pidió que, después de la cena y toda la celebración de su boda, lo fuera a dejar en mi coche al hotel donde pasaría la noche con su esposa, antes de irse de luna de miel. Al enterarse su suegra que sería yo quien les ayudaría en ese traslado, se me acercó para suplicarme que le informara en qué hotel iban a dormir para poder reservar una habitación para esa noche y poder estar allí ella cerca de su hija, cuidándola por última vez, antes de que se le fuera de luna de miel. Como insistió tanto hasta querer sobornarme y no obtuvo la información, nos siguió en su coche y tuvimos que tomar rutas con denso tráfico para confundirla y evitar su persecución. La buena noticia para mi amigo es que su suegra se regresaría a Estados Unidos mientras él y su esposa disfrutarían de la luna de miel. De lo contrario, viviendo cerca se hubiese convertido en un verdadero dolor de cabeza para los recién casados.
Casos parecidos se repiten en muchos matrimonios, causando estragos, destruyendo hogares.
Razones para evitar vivir con la suegra
El tiempo de noviazgo pudo haber sido bastante como para conocerse muy bien mutuamente; pero siempre hay un período de tiempo necesario para aprender a vivir bajo el mismo techo con tu cónyuge. Ya esa tarea de aprender a convivir con tu pareja es suficiente como para tener que aprender a vivir también con tu suegra al mismo tiempo.
La privacidad de los recién casados vale oro. Hay muchas cosas que tendrán que aprender en su nueva realidad de matrimonio que se requiere solo de dos, sin la presencia de terceros que se interpongan o interfieran. Son cosas que tienen que valorarse y preverse antes de tomar la decisión de unirse en matrimonio.
Si la intromisión de la suegra es perjudicial casi siempre, aún viviendo lejos, viviendo bajo el mismo techo es casi imposible evitar que eso suceda. Los resultados son más desastrosos para la convivencia entre los cónyuges.
Por lo general, las suegras tienden a meterse en todo, son absorbentes y sobreprotegen a sus hijos. Otras hasta compiten por el amor de su hijo. Si a distancia ya es un problema lidiar con eso, conviviendo en la misma casa la situación se complica aún más.
Cuentan la historia de un censo que se estaba realizando en cierto lugar y el equipo encargado de realizar dicha labor se encontró con un caso bien curioso. Al llegar a un hogar se dio el siguiente diálogo:
─ Su nombre, por favor.
─ Mi nombre es Adán.
─ Y su esposa, ¿Cómo se llama?
─ Eva.
─ ¡Vaya, qué bonita coincidencia! Y, por casualidad, ¿Vive aquí también la serpiente?
─ Sí, claro, aquí vive. ¡Suegra, aquí la buscan!
Aunque es un chiste, es una triste realidad de muchos hogares. Es que esos seres tan queridos se vuelven un calvario para ciertos matrimonios, convirtiéndose, lamentablemente, en serpientes venenosas capaces de destruir la armonía en una pareja, al grado de llevarla a una ruptura y/o separación absoluta. La primera medida para evitar al máximo esas desagradables experiencias es evitar vivir con ella bajo el mismo techo.
La mamitis aguda
La obsesiva dependencia de la madre por parte de uno de los dos cónyuges es otra razón de peso para evitar vivir con la suegra en la misma casa.
Hay casos en los que se está tan apegado a la madre que no se puede hacer vida común con la pareja». La dependencia de la madre puede ser tal que pareciera que te casaste con tu suegra, puesto que para cada decisión que se quiera hacer en el seno de la pareja, se busca la aprobación de la madre. Ese es un problema sicológico que imposibilita el buen funcionamiento de la pareja. Y si la mamá vive bajo el mismo techo, todo se vuelve más complejo.
No se trata de ser egoísta. Solo recuerda que el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer. Casados es el equivalente a «casa para dos», no para tres, a no ser que sean los hijos procreados por la pareja.
Si ya estás pasando por una situación complicada en tu matrimonio, lo más recomendable es que busques la ayuda de un consejero matrimonial (laico o sacerdote), para que te ayude a tomar una sana y cristiana decisión.