miércoles, febrero 5, 2025
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La Oración Personal

La Oración Privada o Personal

1. Qué es la Oración.

maria orando

Comencemos hablando de la oración en general para luego centrarnos en la oración privada o personal.

En el ambiente católico es común escuchar hablar de “orar” y “rezar”. ¿Es lo mismo orar y rezar?.

REZAR: (Del lat. recitare, recitar). La Real Academia Española define “rezar” como “Dirigir a Dios o a personas santas oraciones de contenido religioso”. A su vez, “recitar” la define como “Referir, contar o decir en voz alta un discurso u oración”.

ORAR: (Del lat. orare). La Real Academia Española define “orar” como Hacer oración a Dios, vocal o mentalmente”. Y “Oración” la define como “Súplica, deprecación (petición), ruego que se hace a Dios o a los santos. Elevación de la mente a Dios para alabarlo o pedirle mercedes”.

De estas definiciones deducimos dos cosas: orar y rezar son sinónimos y no hay razón para discutir esto. Orar y rezar, ambas son una oración dirigida a Dios o los santos. La simple diferencia es que la orar incluye todos los géneros de oración que existen: oración mental (como la meditación, contemplación), de alabanza, petición, gracias y otras. Orar se hace en silencio y también en forma oral, en voz alta. Mientras que rezar se reserva exclusivamente para aquellas oraciones que elevamos a Dios en voz alta: oramos en voz alta en la misa, con el rosario, con el salterio (liturgia de las horas), etc.

En el ambiente protestante defienden la idea de que rezar es repetir oraciones ya establecidas, mientras que orar es hablar con Dios espontáneamente. El Evangelio de San Lucas 11,1-4 nos relata aquel acontecimiento en el que los discípulos, después de ver orando a Jesús, se le acercan y le piden que “les enseñe a orar”, y Jesús les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino.. .» O sea, pidió que oraran con el mismo Padrenuestro con el que nosotros “rezamos” a Dios. Una oración ya establecida. 

El numeral 2558 del Catecismo de la Iglesia recoge la definición de Santa Teresita del niño Jesús: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría” (Santa Teresa del Niño Jesús, Manuscrit C, 25r: Manuscrists autohiographiques [Paris 1992] p. 389-390).

El Santo Cura de Ars decía que la oración es la elevación de nuestro corazón a Dios, una dulce conversación entre la criatura y su Criador.

La oración entonces se convierte en un diálogo, con Dios, de tú a tú, como le habla un hijo a un padre. Y a Dios podemos decirle cualquier cosa: lo que vivimos, nuestras preocupaciones, lo que hemos logrado, en lo que necesitamos su ayuda, incluso platicarle lo que hacemos en nuestro día tal y como lo haríamos con la gente a la que le tenemos confianza y le queremos. La oración es un dirigirse a Dios para alabarlo, agradecerle, reconocerlo y pedirle cosas que sean para nuestro bien.

2. Oración Privada y Oración Pública.

Jesucristo nos dijo “…cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará ” (Mt 6,6).  Esta es una oración privada, personal, en la que estamos a solas con Dios. Esta oración es fundamental, verdaderamente el pilar de la vida interior.

Dios, como nuestro padre, quiere vernos a solas con Él, como un padre se sienta con su hijo a hablar cariñosamente de las cosas privadas, más trascendentes y más importantes. Y Jesús nos dio ejemplo, apartándose a solas para hablar con su Padre (Cf. Lc 5,16;  6,12)

Ahora bien, no debemos olvidar que todos los bautizados formamos parte de la Iglesia (y en ese sentido somos parte del cuerpo místico de Cristo); el Señor nos dijo en Mt 18,19-20 que si dos se ponen de acuerdo para pedir algo, lo conseguirán, porque ahí donde dos o tres están reunidos en su Nombre, ahí estará Él. Esa es la oración pública, la que se realiza en comunidades como la Renovación Carismática y otras similares, el rezo del Santo Rosario en comunidad, la liturgia de las horas en grupos, etc.

3. Expresiones de la Oración.

 “¿De dónde viene la oración del hombre? Cualquiera que sea el lenguaje de la oración (gestos y palabras), el que ora es todo el hombre. Sin embargo, para designar el lugar de donde brota la oración, las sagradas Escrituras hablan a veces del alma o del espíritu, y con más frecuencia del corazón (más de mil veces). Es el corazón el que ora. Si este está alejado de Dios, la expresión de la oración es vana” (CIC 2562)

Esa oración que brota del corazón, puede manifestarse de diferentes maneras.

  • La oración vocal

La oración vocal es aquella en la que en voz alta manifestamos a Dios lo que queremos decirle, “es la oración por excelencia de las multitudes por ser exterior y tan plenamente humana” (CIC 2704). Pero esta oración vocal no solo es para realizarse en comunidad; también en nuestra oración privada o personal podemos expresarnos vocalmente para hablar con nuestro Padre celestial

El Catecismo dice que “somos cuerpo y espíritu, y experimentamos la necesidad de traducir exteriormente nuestros sentimientos. Es necesario rezar con todo nuestro ser para dar a nuestra súplica todo el poder posible” (CIC 2702). Ese rezar con todo nuestro ser implica nuestro interior y exterior, usar nuestra voz, manos, todo nuestro cuerpo. Expresar vocalmente lo que queremos decirle a Dios, tanto en la oración pública como en la privada.

La oración vocal es un elemento indispensable de la vida cristiana. A los discípulos, atraídos por la oración silenciosa de su Maestro, éste les enseña una oración vocal: el “Padre Nuestro”. Jesús no solamente ha rezado las oraciones litúrgicas de la sinagoga; los Evangelios nos lo presentan elevando la voz para expresar su oración personal, desde la bendición exultante del Padre (cf Mt 11, 25-26), hasta la agonía de Getsemaní (cf Mc 14, 36).

  • La meditación.

La Meditación es la oración por la que el espíritu trata de comprender el porqué, el cómo y el para qué de la vida cristiana para responder a Dios. Para fijar nuestra atención en este tipo de oración nos podemos auxiliar de algún libro como las sagradas Escrituras, las imágenes sagradas, los textos litúrgicos del día o del tiempo, escritos de los Padres espirituales, obras de espiritualidad, etc. (CIC 2705), para llegar a un diálogo con Dios que nos responda al “Señor, ¿qué quieres que haga?”, provocado por lo que leemos o vemos.

“La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo” (CIC 2708)

  • La oración contemplativa

La oración contemplativa es mirada de fe, fijada en Jesús. “Yo le miro y él me mira”, decía a su santo cura un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario.

Este tipo de oración requiere usar todas las facultades humanas: imaginación, entendimiento, voluntad, los sentidos, para lograr “hacerse presente” en la escena o el misterio que se contempla, metiéndose como protagonista o destinatario. La forma de “meterse” es a través de los sentidos actuados en y con la imaginación: ver las personas que entran en la escena, oír lo que dicen o pueden decir, lo que comentan entre sí, mirar buscando centrar la atención en lo que hacen los personajes, participar, ayudar, oler, sentir.

Por ejemplo, si queremos hacer una oración contemplativa a partir de la lectura bíblica de la tempestad calmada (Mc 4,35-41), ponemos nuestros sentidos y nuestra imaginación para acercarnos al mar, oler el agua marina, salada, oír el ruido de las olas, del viento y la tempestad, imaginarnos el rostro de espanto de los discípulos, el tono con el que Jesús les reclamó por qué eran hombres de poca fe, etc…

4. Cómo debe ser nuestra oración personal.

–    Sin vacilaciones: “Pero que la pida con fe, sin vacilar; porque el que vacila es semejante al oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una a otra parte. Que no piense recibir cosa alguna del Señor un hombre como éste, un hombre irresoluto e inconstante en todos sus caminos” (Stgo 1,6-8). Al acudir a Dios mediante la oración tenemos de estar seguros de que Dios escucha nuestro clamor y encontraremos respuesta (Cf. Jer. 33,3)

–    Con perseverancia: “Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col. 4,2). Si la respuesta de Dios no es inmediata, debemos insistir orando con perseverancia. Santa Mónica no se cansó de orar por muchos años, pidiendo la conversión de su hijo, San Agustín, hasta que lo consiguió.

–    En su voluntad: Nosotros oramos y pedimos, pero al final la voluntad de Dios es la que siempre prevalece, porque es quien sabe lo que nos conviene. Jesús nos enseñó en el Padrenuestro a pedir que se haga su voluntad, y nos lo demostró en su agonía en el Getsemaní: “Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”

5. Orientaciones prácticas para orar.

El Padre Ignacio Larrañaga hace algunas sugerencias para nuestra oración:

1.    Hacer ejercicios previos: toma una posición corporal correcta -cabeza y tronco erguidos-. Asegura una buena respiración. Relaja tensiones y nervios, suelta recuerdos e imágenes, haz vacío y silencio. Concéntrate. Ponte en la presencia divina, invoca al Espíritu Santo y comienza a orar. Es conveniente también una relajación corporal (soltar músculos), relajación mental (por ejemplo repitiendo e interiorizando la palabra “paz”), hacer ejercicios de respiración y concentración. 

2.    Para orar necesitas método, orden, disciplina, pero también flexibilidad, porque el Espíritu Santo puede soplar en el momento menos pensado. La gente se estanca en la oración por falta de método. El que ora de cualquier manera llega a ser cualquier cosa.

3.    En los peores momentos de dispersión o aridez, no pierdas el tiempo; siempre podrás orar con las modalidades oración escrita, oración auditiva y lectura rezada.

6. Dificultades en la oración.

Estas son algunas de tantas dificultades más frecuentes contra las que tenemos que luchar:

–    La Distracción: “En la oración vocal, la distracción puede referirse a las palabras y al sentido de estas. La distracción, de un modo más profundo, puede referirse a Aquél al que oramos, tanto en la oración vocal (litúrgica o personal), como en la meditación y en la oración contemplativa… la distracción descubre al que ora aquello a lo que su corazón está apegado” (CIC 2729).  
A veces conviene recurrir a la lectura bíblica o dirigir la mirada a una imagen religiosa para retomar la concentración. Y por eso sugerimos siempre elegir un lugar sin distracciones y adoptar una postura del cuerpo que no incomode ni sea tan cómoda como para ocasionar sueño o pereza.

–    La sequedad: Forma parte de la oración en la que el corazón está desprendido, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Orar en sequedad es demostrar una fe pura, firme, junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro. Si la sequedad se debe a falta de raíz, porque la Palabra ha caído sobre roca, no hay éxito en el combate sin una mayor conversión (Cf CIC 2731)

–    La acedia: Se denomina propiamente acedia o acidia a la pereza en el plano espiritual y religioso. “El espíritu […] está pronto pero la carne es débil” (Mt 26, 41).
Es una desazón de las cosas espirituales que prueban a veces los fieles e incluso las personas adentradas en los caminos de la perfección.

–    Falta de tiempo: El Evangelio de San Lucas 10, 38-42 nos presenta el caso de Marta, una mujer tan ocupada en sus quehaceres que no tenía tiempo para sentarse a los pies de Jesús. El argumento de la falta de tiempo para orar es indicio de una desorganización en nuestra planificación y distribución del tiempo. Si Dios nos regala 24 horas en el día, lo más justo es que en nuestra agenda siempre haya un espacio diario para la oración.

No olvidemos que lo más importante sobre la oración no es tanto el conocimiento teórico. Aquí te hemos ofrecido algunos tips importantes a tomar en cuenta; ahora corresponde a cada uno llevarlo a la práctica.

Aquí tienes algunos vínculos a sitios de interés que te pueden servir para profundizar más sobre este tema:

– Orientaciones prácticas sugeridas por el Padre Ignacio Larrañaga

– Oración – Contemplación

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Redacción Central de Cristomanía Católica

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