sábado, noviembre 30, 2024
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La Oración Pública: Oración de la Comunidad

La Oración de la Comunidad

“Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones”(Hch 2,42). Desde los primeros siglos, la Iglesia sigue convocando a sus fieles para la oración en comunidad.

Jesús también nos enseñó a no orar solo en forma privada, a pedir solo para nosotros y hablar sólo nosotros de forma individual con Dios. Cuando sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar, les mostró la forma de dirigirse a Dios a través del Padre Nuestro, una oración hecha en plural. No pedimos el pan solo para nosotros. Ninguna petición de esa maravillosa oración está en singular. Es una oración para hacerse pensando en los demás y con los demás hermanos.

Ya hemos hablado en otro apartado sobre la oración personal o privada, en la que nos referíamos a aquella oración que realizamos a solas, no en comunidad. Ahora nos referiremos a esa oración que realizamos como Iglesia, especialmente a aquella que se realiza en comunidades como la Renovación Carismática y grupos afines, en los que se ora en voz alta haciendo uso de los diferentes tipos de oración del que nos habla el Catecismo en los numerales del 2623 al 2649. No significa que estos tipos de oración no se puedan usar en nuestra comunicación personal con Dios, pero aquí apuntamos hacia la oración de comunidad.

Cómo se hacen estos diferentes tipos de oración de comunidad? Veamos una por una.

1. Oración al Espíritu Santo

Cada momento de oración es recomendable comenzarlo siempre invocando al Espíritu Santo. Él es el que nos mueve y viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene (Cf. Rom. 8,26).

Aunque normalmente estamos acostumbrados a pedir y dirigir nuestras oraciones a Dios Padre, no significa que no podamos pedir también al Hijo y al Espíritu Santo. Nombrar a una persona de la Santísima Trinidad no excluye a las otras dos. El Padre es más comúnmente nombrado al comienzo de las oraciones de la Iglesia, aunque la conclusión de éstas siempre es “Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos” u otra fórmula parecida. Si la oración es dirigida a Dios Hijo la conclusión es: “Que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos” o “Quien contigo vive y reina en la unidad…, etc.”. Si la dirigimos al Espíritu Santo podemos concluir con una fórmula como: “Que vives y reinas con Dios Padre y con Dios hijo, por los siglos de los siglos…”

Entonces podemos dirigir al Espíritu Santo cualquier plegaria que normalmente dirigimos a Dios Padre. Podemos pedirle liberación, santificación, sanación, purificación, fuerza en nuestra batalla diaria, etc. Pero hay tres áreas hacia las que comúnmente orientamos nuestras oraciones al Espíritu Santo: Pedimos sus dones, carismas y frutos.Y por cuestión de tiempo, es suficiente una de estas tres áreas para una asamblea o grupo de oración. Un día podemos orar por los dones, otro por los carismas y un tercero por los frutos. Aunque siempre hay que tomar en cuenta nuestra docilidad a la acción del mismo Espíritu Santo, que a lo mejor nos moverá a hacer una oración diferente a la que nosotros previamente habíamos preparado.

Orar por estas tres cosas implica conocerlas bien previamente. Y de hecho como carismáticos tenemos que estar bien familiarizados con ellas.

Los dones los encontramos en el Catecismo de la Iglesia número 1831: “Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios”.

Estos ya los recibimos en nuestro bautismo, por lo que se escucharía un tanto extraño estarlos pidiendo nuevamente en nuestras oraciones. El problema es que muchas veces los tenemos dormidos, no hacemos uso de esas armas que Dios nos ha regalado para nuestra santificación. Por lo tanto, cuando oramos por los dones, suplicamos que por esos dones ya recibidos nosotros podamos actuar de acuerdo a cada uno de ellos. Por ejemplo, para el caso del don de consejo podemos orar así:

  • Espíritu Santificador, te rogamos que nos llenes del don de Consejo para obrar prudentemente, eligiendo las acciones más adecuadas que sirvan para nuestra santificación.
  • Espíritu Santificador, te rogamos que, por el don de Consejo, podamos obrar prudentemente, eligiendo las acciones más adecuadas que sirvan para nuestra santificación.

Orando por el donde sabiduría, frases como “llénanos, inúndanos de tu Espíritu de Sabiduría…”, “que fluya sobre nosotros tu Espíritu de Sabiduría…”y otras parecidas, sirven para introducir la oración por ese don. Y cuando el servidor sabe orientar bien la oración y conducir a la comunidad, todos orando por el mismo don, como un solo cuerpo, se convierte en una oración que realmente adquiere fuerza y produce efecto.

Los carismas son regalos que Dios da a cada uno en particular para ponerlos al servicio de la comunidad. San Pablo en I Cor. 12, 7-10 Nos menciona algunos, cuando dice:

A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común, Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas”.

Y aquí sí podemos pedir específicamente a Dios un carisma para la comunidad, especialmente aquellos más necesarios como la profecía, curaciones, milagros, discernimiento de espíritus y otros, siempre tomando en cuenta que el Espíritu Santo se lo da a quien quiere y en el momento que quiere, de modo que si lo pedimos con fe y en comunidad, un carisma puede ser dado por Dios a la persona que menos nos podemos imaginar

Podríamos orar así: Espíritu Santo, danos una fe tan fuerte, tan grande como para mover las montañas de nuestras dificultades, una fe suficiente como para confiar en Dios aún en los momentos más difíciles, una fe que supere toda barrera y nos mantenga firmes en la esperanza…

.Por último podemos orar por los dones, que el catecismo de la Iglesia en el numeral 1832, los define como perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Ga 5,22-23, vulg.).

Orando por los frutos podríamos iniciar o introducir una oración así: Espíritu Santo, danos ese gozo eterno, otórganos la santa alegría, propia de los que viven en tu gracia…

2. Oración de alabanza.

Alabar es elogiar, aplaudir, admirar a Dios por sus obras maravillosas realizadas en el mundo, en los hombres, en nosotros, en ti.

La oración de alabanza es resultado de la acción del Espíritu Santo. Donde se manifiesta el Espíritu, la alabanza brota, embriaga, envuelve, crea clima y atmósfera. Algo así sucedió en el Pentecostés que vivieron los apóstoles (Hch 2,1-13), en casa del Centurión Cornelio (Hch 10, 44-46) por poner unos ejemplos. La misma Virgen María se vio envuelta en ese clima de alabanza después de ser llena del Espíritu y surge de ella el Magníficat que nosotros conocemos.

De las distintas formas de oración que se desarrollan dentro de una comunidad en la Iglesia, es sin duda la oración de alabanza la que ocupa un lugar privilegiado. Lastimosamente muchos desde pequeños aprendimos primero a pedirle a Dios y, si acaso, a darle gracias; pero no siempre a alabarle. Por eso hay muchas personas que, cuando intentan hacer este tipo de oración en comunidad, se sienten incómodos o hasta con escrúpulos al escuchar a la comunidad manifestarse en alabanza hacia Dios.

Debemos aprender a vivir en alabanza continua, en las alegrías y en los momentos difíciles. No vivir en una queja permanente o en una mezcla de alabanza y queja (“queja-banza”). Por eso muchas veces nuestros aleluyas salen con tono fúnebre.

Nuestra alabanza debe ser de todos los días en nuestra oración particular. Solo hay alabanza comunitaria, realmente inspirada, cuando los miembros del grupo realizan la oración de alabanza en sus vidas, en sus casas, en su oración personal. A la oración comunitaria se debe ir enriquecidos por la oración personal, pues no solo vamos al grupo a recibir, sino también a transmitir.

La alabanza debe ser espontánea, inspirada. No encajonarse en fórmulas rutinarias, en frases viejas o en oraciones fabricadas. No es una oración errónea o mala, pero es necesario crecer para llegar a la alabanza espontánea, inspirada. Y el inspirador es el Espíritu Santo, al que hay que entregarse totalmente durante todo el tiempo de la reunión de oración.

Para que el Espíritu nos mueva es necesario saber escucharlo. Debemos educar los oídos del corazón para recibir las inspiraciones íntimas, de dentro. El Espíritu habla y mueve interiormente para que hablemos o callemos, para que profeticemos, exhortemos o recibamos el mensaje. Para que hagamos, en el momento debido, lo que Él nos inspire.

También debemos educar nuestro oído externo para percibir lo que ocurre a nuestro alrededor durante la oración: lo que se dice en voz alta, las indicaciones del líder, los cantos, las profecías, exhortaciones, etc.

Existen muchas razones para alabar a Dios, pero las podemos dividir en tres grupos:

a) Alabar a Dios por lo que Él es

Es elogiar a Dios por sus atributos. Hay tantas cualidades que siempre nos quedamos cortos en nuestra alabanza a Dios: es bueno, amoroso, compasivo, clemente, sabio, misericordioso, paciente, fiel, omnipresente, santo, bello, providente, omnipotente, eterno, salvador, santificador, etc.

En la oración de comunidad, quien dirige va orientando a la asamblea para ir alabando a Dios por sus diferentes cualidades. Puede tomarse a Dios en su Trinidad Santa o alabar a cada persona de la Santísima Trinidad por separado. Podemos comenzar alabando a Dios Padre y cantar, aplaudir, proclamarlo por ser Creador. O nos unimos en alabanza a Dios Hijo por ser nuestro salvador, o al Espíritu Santo por ser nuestro santificador.

Elogiar a Dios por lo que es no solamente implica buscar en Él sus atributos, eso significaría quedarnos cortos de palabras en unos pocos minutos y ya no tener cómo seguir alabando. Implica tomar un atributo y a partir de esa cualidad hacer una alabanza. Por ejemplo podemos alabar a Dios Padre por ser creador:

“Padre, yo te alabo, te bendigo, te exalto porque eres Creador. Porque hiciste todas las cosas con maestría admirable. Porque todo lo hiciste perfecto. Hiciste surgir de la nada a cada criatura, a cada cosa la fuiste colocando en el universo en el orden y lugar perfecto. Porque eres el gran arquitecto que hizo todo lo creado de una forma admirablemente hermosa. Porque en todo lo que has creado podemos encontrarnos contigo. Porque todo lo creaste bien y para nuestro bien…”

Y ahí sigue esa alabanza, sólo por un atributo: CREADOR. Cuando el Espíritu Santo hace brotar esa alabanza y toda la comunidad se une, es una belleza la oración que surge.

Luego, el servidor que va dirigiendo puede cambiar el atributo y toda la comunidad se va uniendo en alabanza por la cualidad que ha escuchado del servidor. Se puede pasar de alabar a Dios Padre hacia la alabanza al Hijo y luego al Espíritu Santo.

b) Alabar a Dios por lo que hizo y hace

Esta alabanza va orientada al elogio que dirigimos a Dios por cada obra de la creación. Y para hacer una alabanza ordenada, quien va dirigiendo puede tomar por ejemplo todo lo que está arriba, en los cielos y llevar a la asamblea a contemplar las maravillas que encontramos en el espacio celeste: el sol, la luna, las estrellas, las galaxias, el aire, las nubes, la lluvia que cae del cielo, las aves del cielo, el canto de los pájaros, el arcoíris, la puesta del sol, el firmamento nocturno, etc.

Después podemos pasar a la alabanza por lo que contemplamos sobre la tierra: las plantas, las flores, los animales terrestres, por todo lo que podemos contemplar a nuestro alrededor. Por las flores más bellas que conocemos, por las maravillas del mundo, por esa cascada, por la fuente de agua fresca, etc.

Por último podemos pasar a alabar a Dios por lo que conocemos de debajo de la tierra: las aguas del mar, animales marinos, por los océanos, las minas, en fin, por el mundo subterráneo y lo que de él conocemos.

c) Alabar a Dios por lo que te hizo y te hace.

Es una alabanza que surge al contemplar lo que Dios ha hecho en cada uno de nosotros de manera personal: el don de la vida, el poder respirar, nuestros ojos, el corazón, los latidos del corazón, los sentimientos, esa capacidad de amar. Alabarlo por nuestros padres, hijos, esposo, esposa. Por todo lo que somos y poseemos. Esto incluye lo bueno y lo no tan bueno. Alabarlo por la salud y la enfermedad, por las alegrías y las tristezas, por los problemas que nos unen más a Dios. Por la debilidad en la que se manifiesta la fuerza de Dios.

  • EJERCICIOS:

En la oración personal de cada día, practicar la alabanza por diferentes razones. Un día puedes alabar a Dios por lo que es, otro por lo que la creación y un tercero por lo que ha hecho en ti. Fíjate en cada detalle. Si alabas por lo que Dios es, no corras, toma un solo atributo y encontrarás mil razones para alabarlo por ese atributo. Si alabas por la creación, toma una sola muestra de esa creación, por ejemplo el sol, detente y alaba un momento a Dios por el sol y todos los beneficios que de él obtenemos. Si alabas por lo que ha hecho en ti, toma, por ejemplo ese complejo sistema nervioso que Dios creó en ti, columna, el cerebro…

Puedes auxiliarte de un salmo, una alabanza o una palabra que el Espíritu Santo ponga en ti para comenzar a alabar a Dios.

Efectos de la oración de alabanza

a) Es liberadora:

Por la alabanza Dios nos puede liberar de cualquier poder esclavizador. Puede liberarnos de vicios, problemas síquicos, pecados, poderes malignos.

Cuando descubrimos tantos atributos bellos y comenzamos a alabarlo, podemos liberarnos de complejos, de timidez, de rechazos de sí mismo o de partes de nuestro cuerpo. Si somos capaces de alabar a Dios por las personas que nos han hecho daño, podemos ser liberados del odio o rencor contra esa persona.

b) Engendra alegría y optimismo

Si alabamos a Dios por sus obras y lo que ha hecho en nosotros, vemos surgir el optimismo, la alegría y las ganas de vivir, pues la alabanza nos abre los ojos al lado bueno del mudo, de las personas, de nosotros mismos. Como la alabanza busca lo bueno en todo, a una persona negatva le surge la alegría, el optimismo y una nueva forma de ver las cosas. Aprendemos a alabar a Dios por sus atributos buenos, luego aprendemos a pensar y buscar en las personas también esas cualidades dignas de admirar, y dejamos de pensar tan negativamente de ciertas personas.

c) Engendra el amor de Dios

Alabar a Dios por lo que es y por lo que ha creado nos lleva a admirarle tanto que brota en nosotros un amor incontenible hacia Él, como respuesta al amor con que Dios nos ha amado primero a través de la creación y todo lo que ha hecho por nosotros. Eso nos lleva también a amar y cuidar la creación.

d) Rompe en nosotros el egocentrismo.

Cuando hacemos otro tipo de oración: Espíritu Santo, Petición, Intercesión, Acción de Gracias y otras, el centro somos nosotros. En cambio, en la alabanza, el centro es Dios. Cuando alabamos somos capaces de salir del YO al TÚ. Nos abrimos hacia Dios y dejamos de pensar solo en nosotros. Eso nos lleva también a salir del individualismo y pensar en las demás personas. Por la alabanza el orgulloso se humilla y el egoísta se abre a los hermanos.

Debe tenerse cuidado, eso sí, de que en la alabanza desaparezca el “YO”. Por ejemplo, decir “yo te alabo señor porque pude encontrarme contigo… te doy gracias porque yo acudí a ti y me escuchaste y gracias a mis oraciones pude ser sanado”. En esa oración el “yo” prevalece. Sería mejor decir “ te alabo Señor porque me rescataste, porque hiciste que me encontrara contigo… te doy gracias porque por tu misericordia fui sanado”.

3. Oración de perdón.

La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición (cf el publicano: “Oh Dios ten compasión de este pecador” Lc 18, 13). Es el comienzo de una oración justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros (cf 1 Jn 1, 7-2, 2): entonces “cuanto pidamos lo recibimos de Él” (1 Jn 3, 22)…” (CEC 2631) .

Aunque esta oración es parte de la de petición, en nuestra comunidad a veces la hacemos por separado, para poder dedicar un momento al arrepentimiento de nuestros pecados.

Juntos, como comunidad, oramos para pedir perdón, dirigiéndonos a Dios en plural. A veces la comunidad se queda callada, talvez por pena de que el hermano que está junto a nosotros escuche el pecado por el que pedimos perdón. Debe tomarse en cuenta que es una oración en plural, en la  que pedimos perdón por pecados no necesariamente de nosotros, sino que oramos a Dios en reparación por las fallas del hombre en general. Así puedo pedir perdón por el aborto, aunque yo no lo haya cometido, pero oro en reparación por ese gran daño que nos afecta a todos, aunque sean otras las personas que lo hayan perpetrado.

Para orar toda la comunidad por el mismo motivo o ir orando en sintonía, puede seguirse el orden de los mandamientos. Comenzar orando por pecados cometidos contra el primer mandamiento hasta llegar al décimo.

4. Oración de Petición e Intercesión.

El vocabulario neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de matices: pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e incluso “luchar en la oración” (cf Rm 15, 30; Col 4, 12). Pero su forma más habitual, por ser la más espontánea, es la petición: Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios: por ser criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un retorno hacia Él” (CEC 2629).

La oración de intercesión consiste en una petición en favor de otro. No conoce fronteras y se extiende hasta los enemigos (CEC 2647).

La petición es en favor nuestro, la intercesión es en favor de otros. Cuando nos unimos en comunidad, tanto en las asambleas de oración como en los pequeños grupos de oración, pedimos como un solo cuerpo, por nuestra comunidad, por nuestro grupo, pero también intercedemos ante Dios por otros, por ejemplo por los que se encomiendan a nuestras oraciones, por el papa, por los sacerdotes, etc.

Conviene en esta oración pedir por las necesidades de la comunidad: proyectos, por los hermanos que están alejados, por lo que están fríos o tibios, por la perseverancia,  los proyectos, el consejo de ancianos, los pastores, diferentes ministerios, etc.

5. Oración de Gracias.

“En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros”(1 Ts.5, 18).

Con esta oración nos unimos como comunidad para ser agradecidos con Dios por todo lo que sucede en nuestra vida. San Pablo pide dar gracias a Dios “En TODO”. Eso implica también agradecer a Dios por los momentos difíciles, las enfermedades y todo aquello que no nos agrada.

Podemos estar tan acostumbrados a dar órdenes en nuestra casa o trabajo, girar indicaciones a nuestros empleados, a quienes los vemos obligados a obedecer y nunca darles las gracias porque para eso reciben un salario. De igual manera a veces consideramos que Dios está obligado a darnos sin que le agradezcamos. Agradecer es una práctica que se desarrolla desde nuestras familias, trabajos, estudios, etc.

«Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos.»(Mt 18,19)

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