El Domingo de Ramos: significado de las Palmas
Con el Domingo de Ramos damos inicio a la Semana Santa o «Semana Mayor». Con él recordamos la entrada triunfal de Cristo, el Señor, en Jerusalén, para consumar su misterio pascual: “La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino” (Mt 21,8). El Evangelio que corresponde, según el ciclo, describe precisamente lo que celebramos y recordamos. Miles y miles de cristianos se congregan este día con sus ramos o palmas para aclamar, como en Jerusalén, a Cristo, como el Mesías, el Rey que viene a redimirnos. Pero, ¿Qué significan esos ramos o palmas?.
Después de ser bendecidos, muchos cristianos colocan esos ramos en un lugar especial en sus casas para ser usados como sacramental. Pero hay también gente que les atribuye poderes mágicos y los usan como «amuletos» para ahuyentar malos espíritus o con fines curativos (una práctica que se aleja mucho del sentido cristiano).
Esas palmas benditas nos recuerdan las palmas y ramos de olivo que la gente en Jerusalén batía y colocaba al paso de Jesús, escena que recuerda la entronización de Salomón como rey y sucesor de David. El nuevo rey toma la mula de su padre David y se dirige al lugar de la unción. En ese gesto todos reconocen a quién pertenece la realeza (cf. 1 Re 1,38-40). Tender mantos y esparcir ramas en el camino era un signo de homenaje real (cf. 2 Re 9,13). Así lo canta el Sal 118,27: «Formen una procesión con ramos hasta los ángulos del altar» (Cf Comentario Bíblico Latinoamericano, Nuevo Testamento, pág. 481).
En Jerusalén fue recibido como Rey. Con nuestras palmas o ramos nosotros también lo recibimos como nuestro Rey. Por eso muchos con esas palmas adornan sus pequeños altares en sus hogares o los colocan en los crucifijos para darle la bienvenida al Rey de Reyes y Señor de Señores a sus casas.
Lo recomendable es que, al finalizar la Semana Santa, esas palmas o ramos sean regresadas a la iglesia, pues con ellas se elabora la ceniza que se usará el siguiente año en el Miércoles de Ceniza.
Con esta celebración litúrgica iniciamos la Semana Santa. Así como aclamamos hoy a Jesús, como el Mesías, el Rey, estamos llamados a acompañarle durante toda la semana en su pasión y muerte, para participar también de su gloriosa resurrección. Que ese gesto de recibirle con palmas y ramos nos sirva para tenerle siempre como el Rey de nuestras vidas.