Monición de entrada
Queridos hermanos, un doble motivo nos reúne hoy en este lugar para celebrar la Santa Misa. Llegamos ya al trigésimo domingo del tiempo ordinario y hoy también la Iglesia celebra el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND)
Si las lecturas del domingo pasado nos invitaban a orar con insistencia, hoy nos piden hacerlo con humildad para que nuestras plegarias sean escuchadas.
Con esa misma actitud humilde, reconociendo nuestra necesidad de Dios, comencemos la celebración de estos misterios. De pie, cantamos.
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Moniciones a las Lecturas
Opción 1: Monición para todas las lecturas
Los textos de hoy nos hablan de la oración, y coinciden en que el Señor no hace oídos sordos a la súplica de los humildes. Así, según la primera lectura, Dios atiende los gritos del pobre, del oprimido, del huérfano o de la viuda. Igual leemos en el salmo. San Pablo da gloria a Dios que siempre le ha escuchado y de quien espera su corona. Y en el evangelio, Jesús confirma la predilección de Dios por la oración de los humildes, de la que nos hablaba ya el Eclesiástico en la primera lectura.
Con humildad y sencillez dispongámonos a escuchar esta Palabra.
Opción 2: Monición para cada una de las lecturas
Monición a la primera Lectura (Sirácida 35, 12-14. 16-18)
El libro sapiencial del Eclesiástico, o Sirácida, nos da hoy una enseñanza
sobre las preferencias de Dios: los pobres y los humildes. Abramos el corazón a esta Palabra.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Sirácida 35, 12-14. 16-18
El Señor es un Dios justo,
que no puede ser parcial;
no es parcial contra el pobre,
escucha las súplicas del oprimido;
no desoye los gritos del huérfano
o de la viuda cuando repite su queja;
sus penas consiguen su favor,
y su grito alcanza las nubes;
los gritos del pobre atraviesan las nubes
y hasta alcanzar a Dios no descansan;
no ceja hasta que Dios le atiende,
y el juez justo le hace justicia.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 33)
Haciendo eco de la primera lectura, con el salmo 33 elevamos nuestro grito de auxilio a Dios diciendo:
Salmo responsorial: Salmo 33, 3-3. 17-18. 19 y 23
R. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R.
El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R.
Monición a la segunda Lectura (2 Timoteo 4, 6-8. 16-18)
Con un discurso vibrante de despedida y el testimonio de Pablo, ante la inminencia del final, hoy terminamos la lectura de las cartas a Timoteo.
Escuchemos atentos el texto de hoy.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 16-18
Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente.
He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.
Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone.
Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león.
El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Evangelio (Lucas 18, 9-14)
Mediante el recurso pedagógico de una parábola, Jesús nos enseña hoy que Dios es un juez justo e insobornable, que mira el interior y lee en el corazón. Es la actitud humilde del corazón lo que hace al hombre grato ante Dios.
Cantemos primero el aleluya para escuchar este importante mensaje.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola:
—«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
«¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo».
El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:
«¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador».
Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor.
Oración de los Fieles
Presidente: Queridos hermanos, al Señor, Dios nuestro, que conoce los corazones de sus hijos y justifica a los que se acercan a Él con corazón humilde, dirijamos con fe nuestra oración diciendo todos:
Señor, apiádate de nosotros y escucha nuestra oración.
- Para que la Iglesia peste atención a todos los hombres, especialmente a los más desfavorecidos en la sociedad. Oremos.
- Para que los responsables de dirigir los destinos de los pueblos sepan conducir a cada nación hacia el progreso y la libertad. Oremos.
- Para que, los que nos identificamos como cristianos, no seamos indolentes ante el sufrimiento, el hambre y la soledad que azota a miles de hermanos nuestros. Oremos.
- Para que la celebración de esta Misa dominical nos ayude a todos los aquí presentes a no discriminar a nadie y aprender a reconocer lo bueno que hay en el prójimo. Oremos.
Presidente: Escucha, Dios todopoderoso y eterno, las plegarias que nosotros, tus hijos, humildemente te hemos presentado. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
Presentación de las Ofrendas
Ahora llevemos con humildad nuestros dones al altar, y con ellas, las súplicas de los más desprotegidos de nuestra sociedad.
Comunión
Cristo, que mira el interior de nuestros corazones, quiere que le recibamos con humildad. Acerquémonos a comulgar cantando.
Final
En un mundo lleno de soberbia y prepotencia, estamos llamados a vivir en humildad. Vayamos a hacer vida lo que aquí hemos celebrado y les esperamos el próximo domingo.
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Fuente: Aldazábal, José, Enséñame tus caminos 10 – Los Domingos Ciclo C, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona; La Casa de la Biblia, Tú tienes palabras de vida – Lectura Creyente de los Evangelios Dominicales Ciclo C, Editorial Verbo Divino