Monición de entrada
Queridos hermanos, les damos la más cordial bienvenida a la Casa de Dios para celebrar juntos esta Santa Eucaristía.
Hoy celebramos la Fiesta de la Presentación del Señor (con la que coincide la Jornada Mundial de la Vida Consagrada). Cuarenta días después de nacido, Jesús fue llevado al templo por María y José, un acontecimiento con el que cumplen la ley de Moisés y se convierte en un encuentro con el pueblo creyente y gozoso, manifestándose así como luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo, Israel.
Con esa alegría nosotros comenzamos esta gran celebración, de pie y cantando juntos.
Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
Jesús, tomando posesión del Templo de Dios, es el tema que ofrecen las lecturas de hoy. Tanto el profeta Malaquías como el salmo anuncian la entrada del Rey de la Gloria al santuario. El evangelio nos muestra a María y José cumpliendo la ley y presentando al niño Jesús, a quien la carta a los hebreos nos muestra como Sacerdote misericordioso y fiel. Escuchemos atentos estas lecturas.
Moniciones para cada lectura
* Cuando esta fiesta no cae en domingo, antes del evangelio se escoge una sola de las lecturas siguientes:
Monición a la primera lectura (Malaquías 3, 1-4)
El profeta Malaquías anuncia una profecía que se cumplirá con la presentación de Jesús: la venida del Señor al Santuario. El anciano Simeón hará eco de esta profecía que escucharemos a continuación.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Malaquías 3, 1-4
Así dice el Señor:
«Mirad, yo envío a mi mensajero,
para que prepare el camino ante mí.
De pronto entrará en el santuario
el Señor a quien vosotros buscáis,
el mensajero de la alianza que vosotros deseáis.
Miradlo entrar
—dice el Señor de los ejércitos—.
¿Quién podrá resistir el día de su venida?,
¿Quién quedará en pie cuando aparezca?
Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero:
se sentará como un fundidor que refina la plata,
como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví,
y presentarán al Señor la ofrenda como es debido.
Entonces agradará al Señor
la ofrenda de Judá y de Jerusalén,
como en los días pasados, como en los años antiguos».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 23)
Con el salmo 23 preparamos la entrada del Rey de la Gloria. Unámonos al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 23, 7. 8. 9. 10
R. El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria. R.
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra. R.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria. R.
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria. R.
Monición a la segunda lectura (Hebreos 2, 14-18)
En Cristo, sumo y eterno sacerdote, la carta a los hebreos nos descubre hoy dos cualidades importantes: es misericordioso y fidedigno en lo que a Dios toca.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 2, 14-18
Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el, poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos.
Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.
Palabra de Dios.
Evangelio (Lucas 2, 22-40)
Según el evangelio de hoy, María y José acuden con el Niño al templo de Jerusalén para cumplir la doble disposición de la ley mosaica: presentación del primogénito varón al Señor para su rescate y purificación de la madre a los cuarenta días del parto. Cantemos primero el aleluya para escuchar esta Buena Noticia.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22-40
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
—«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:
—«Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Opción 1
Presidente: Presentemos, hermanos, a Dios nuestras peticiones universales y por nuestra comunidad particular, lo hacemos diciendo todos:
Señor, escucha la oración de tu pueblo.
- Por la Iglesia, para que, como la profetisa Ana, en la humilde y confiada oración encuentre la fuerza para alabar al Señor incluso en las situaciones más dolorosas y difíciles, y sea signo de esperanza para todo hombre que busca la a paz y la verdad. Oremos.
- Por el Santo Padre Francisco, para que, guiado por la fuerza del Espíritu Santo, pueda vivir en plena libertad su misión profética del anuncio del Evangelio en todas las naciones. Oremos.
- Por los que dirigen los destinos de los pueblos, para que lo hagan dejándose guiar por la luz del Espíritu Santo y promuevan soluciones viables a los problemas más apremiantes del mundo. Oremos.
- – Por todas las personas que sufren por enfermedades terminales, para que Dios, que es quien tiene la última palabra, les brinde consuelo y la salud, si es su voluntad. Oremos.
- Por todos nosotros, para que tengamos los ojos atentos para reconocer al Señor en los hermanos, y manos dispuestas a dar testimonio de Él y a servirlo en todos los ámbitos de nuestra vida. Oremos.
Presidente: Padre misericordioso, mira con benevolencia a tu pueblo que hoy festeja la Presentación de Jesús en el Templo, escucha sus oraciones y guíalo por la vía del bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que es Dios y vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Opción 2
- Por la Iglesia, para que sea signo de esperanza para todos los hombres que buscan la paz y la verdad. Oremos.
- Por los que gobiernan las naciones, para que, guiados e iluminados por la luz de Cristo, muestren a los hombres el camino del progreso y la prosperidad para todos. Oremos.
- Por los más necesitados, para que encuentren en Cristo la fuerza para seguir luchando por una vida más justa. Oremos.
- Por todos nosotros, para que tengamos los ojos atentos para reconocer al Señor en los hermanos, y manos dispuestas para dar testimonio de Él y a servirlo en todos los ámbitos de nuestra vida. Oremos.
Presentación de las Ofrendas
Como María presentó a Jesús al templo, nosotros llevemos las ofrendas de pan y vino, junto con nuestras ilusiones y esperanzas.
Comunión
Cristo, que hoy es presentado en el templo, en esta Santa Misa se nos ofrece para ser nuestra luz y alimento que nos da vida eterna. Acerquémonos a comulgar cantando.
Final
Hoy nos toca a nosotros proclamar las maravillas de Jesús. Vayamos al mundo a proclamar la Buena Nueva que aquí hemos escuchado.