Monición de entrada
Queridos hermano, celebramos hoy, unidos en un entrañable recuerdo, la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, dos grandes apóstoles y columnas de la Iglesia, testigos de la fe y del amor de Cristo. Sean todos bienvenidos a esta santa misa.
Pedro era pescador, de Betsaida. Pablo, un judío de Tarso, en la actual Turquía, de la tribu de Benjamín, de formación farisea. Ambos fueron llamados por Cristo Jesús: el uno, junto al lago de Genesaret; el otro, en el camino de Damasco, donde iba para perseguir a los cristianos. Ambos respondieron con prontitud y se convirtieron en personajes importantísimos en la historia de la primera comunidad.
Como Iglesia nos llena de mucho regocijo celebrar a estos dos grandes santos, modelos que debemos seguir. Con mucha alegría iniciemos esta Santa Misa; de pie, cantemos todos…
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Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
Las lecturas de hoy nos hablan de estos dos pilares de la Iglesia. En la primera nos encontramos con los sufrimientos de Pedro en la cárcel y su liberación milagrosa. En la segunda es Pablo quien se encuentra prisionero, ya al final de su misión, de la que se siente orgulloso y seguro merecedor de la corona que le aguarda.
El Evangelio, por su parte, nos relata la profesión de fe en Jesús que hizo Pedro, antes de recibir las llaves del Reino de los cielos y convertirse en la roca sobre la que el mismo Cristo edificó su Iglesia.
Atentos escuchemos.
Moniciones para cada lectura
Monición a la primera lectura (Hechos de los apóstoles 12, 1-11)
Del libro de los Hechos de los Apóstoles, escuchemos atentos lo sucedido a San Pedro, en ciertos momentos de grave crisis de los primeros cristianos, perseguidos por autoridades religiosas y civiles.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 12, 1-11
En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando de su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel.
De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo:
—«Date prisa, levántate».
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió:
—«Ponte el cinturón y las sandalias».
Obedeció, y el ángel le dijo:
—«Échate el manto y sígueme».
Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel.
Pedro recapacitó y dijo:
—«Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 33)
Con el salmo 33 alabamos y bendecimos a Dios por todos los prodigios que hace en favor nuestro. Lo haremos diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9
R. El Señor me libró de todas mis ansias.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloria en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias. R.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R.
Monición a la segunda lectura (II Timoteo 4, 6-8. 17-18)
Pablo, al final de su misión, desde la prisión escribe a Timoteo una carta de despedida. El que se entregó a Cristo a lo largo de sus trabajos apostólicos, está casi
deseando unirse a él con la ofrenda de su propia vida, imitando su sacrificio
pascual. Escuchemos atentos.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18
Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar integro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Mateo 16, 13-19)
Después de su profesión de fe en Jesús, Pedro recibe, no solo las alabanzas del mismo Cristo, sino una misión importante, que le convierte en pilar de la Iglesia.
Cantemos juntos el aleluya, para luego escuchar el mensaje de Jesús.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
—«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».
Ellos contestaron:
—«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
—«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
—«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Jesús le respondió:
—«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Confiémonos a la intercesión de los Santos Pedro y Pablo, para que la Iglesia sea siempre custodiada y acompañada en su camino terrenal por la fuerza del Espíritu Santo. Digamos juntos:
Concédenos, Señor, una fe firme.
- Por la Iglesia, en particular por la Iglesia que está en Roma: para que sea siempre fiel y coherente con las enseñanzas de los apóstoles, de los cuales ha recibido el primer anuncio de la fe; que con humildad se ponga al servicio de toda la comunidad eclesial. Oremos.
- Por el papa, los obispos y los sacerdotes: para que lleven a todo hombre el Evangelio de la salvación, como Pedro, primer guía en la fe, y como Palo, sembrador de la Palabra entre los gentiles. Oremos.
- Por todos los hombres y mujeres jóvenes que sienten en su corazón el deseo de seguir al Señor por los caminos del anuncio del Evangelio por la vía de la castidad, la pobreza y la obediencia: que sean acompañados en un serio discernimiento sobre la voluntad de Dios para ellos, para que respondan con alegría a los llamados del Señor. Oremos.
- Por los que gobiernan las naciones: para que, como Pedro gobernó a la Iglesia, también ellos se dejen guiar por Dios en el ejercicio de sus deberes. Oremos.
- Por los que sufren porque son perseguidos a causa de la fe: que el Señor sea siempre su fuerza, para que, como Pedro y Pablo, puedan dar su bello testimonio de la fe. Oremos.
- Por todos nosotros: para que, como sucedió con Pedro y Pablo, también nuestra vida pueda transmitir una fe firme, la alegría en el testimonio del Evangelio y un gran amor al Señor y a su santa voluntad. Oremos.
Presidente: Concede a tu pueblo, Padre, el poder festejar con alegría la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, y seguir su ejemplo con una digna conducta de vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Como Pedro y Pablo ofrendaron sus vidas al Señor, junto al Pan y el Vino ofrendemos también las nuestras. Cantemos todos…
Comunión
Pedro tuvo la dicha de comer la última cena con Jesús. Hoy también nosotros podemos participar de ese banquete. Acerquémonos a recibir el Cuerpo de Cristo.
Final
Como San Pedro y San Pablo, nosotros también recibimos del Señor el llamado a propagar el Evangelio. Vayamos a nuestros hogares a dar testimonio de la fe y de la Palabra que hoy hemos escuchado.
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