Monición de entrada
Queridos hermanos, hoy celebramos el martirio de San Juan Bautista y nos da mucha alegría recibirles en la casa de Dios para esta Santa Misa.
La figura de Juan el Bautista es admirable por su ejemplo de entereza en la
defensa de la verdad y su valentía en la denuncia del mal. De este santo ya
habíamos celebrado, el 24 de junio, su nacimiento. Hoy recordamos su
muerte, que antes se llamó «la pasión» o «la degollación» y, ahora, «martirio
de san Juan Bautista».
Comencemos la celebración de estos misterios. De pie, catemos todos.
Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Jr 1, 17-19 )
El joven Jeremías recibe una misión difícil, para la que necesitará toda la fuerza de Dios. Es una buena figura de profeta, para preparar la de Juan el Bautista. Escuchemos atentos esta lectura.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Jeremías 1, 17-19
En aquellos días, recibí esta palabra del Señor:
«Cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos.
Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo.
Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte».
Oráculo del Señor.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Sal 70)
El salmo 70 nos recuerda dónde está la fuerza para llevarla a cabo para que los profetas llevasen a cabo su misión. Acojámonos también nosotros a Dios diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 70, 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab y 17
R. Mi boca contará tu auxilio.
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R.
Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú,
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R.
Mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R.
Monición al Evangelio (Mc 6, 17-29 )
Del Evangelio de San Lucas, escucharemos cómo la debilidad de un rey voluble y las intrigas de Herodías y de su hija acabaron con la vida del último profeta del Antiguo Testamento, el precursor del Mesías, la persona de quien Jesús dijo que era el mayor de los nacidos de mujer.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 17-29
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
—«Pídeme lo que quieras, que te lo doy».
Y le juró:
—«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella salió a preguntarle a su madre:
—«¿Qué le pido?».
La madre le contestó:
—«La cabeza de Juan, el Bautista».
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
—«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: En el día en que recordamos el martirio de San Juan Bautista, pidamos al Señor que nos sostenga siempre al dar razón de nuestra fe. Hagámoslo diciendo juntos:
Tú eres nuestra fuerza, Señor.
- Por la Iglesia perseguida en los países donde no hay libertad religiosa, para que la certeza de la presencia del Señor Jesús en los miembros sufrientes de su Cuerpo la guarde y la fortalezca, para que, animada por la fuerza de la fe y de la esperanza, dé siempre testimonio de la verdad del Evangelio. Oremos.
- Por quienes tienen en sus manos la responsabilidad del gobierno de las naciones, especialmente por los de nuestro país, para que, en medio de las contradicciones que hacen parte de su tarea, acojan con disponibilidad las opiniones discordantes de las suyas, y con responsabilidad y seriedad dialoguen para llegar a decisiones que respondan a las exigencias de la colectividad, dejando a un lado sus intereses personales y alianzas oportunistas. Oremos.
- Por los que cada día son asesinados por no haber renegado de la fe en Cristo Jesús, para que el fuerte testimonio de su martirio sea para los hombres de hoy, incapaces de mantener la palabra dada o ser coherentes, una invitación a la conversión del corazón. Oremos.
- Por los que participamos hoy de esta Santa Misa, para que la Palabra que hemos escuchado nos anime y fortalezca en nuestra lucha por dar testimonio de Cristo en un mundo tan complicado y opuesto a los valores del Evangelio. Oremos.
Presentación de las Ofrendas
Con el pan y el vino que hoy llevamos al altar, presentemos también nuestros esfuerzos por dar testimonio de nuestra fe. Cantemos.
Comunión
Cristo también ofrendó su vida por nuestra salvación. En su última cena nos ofreció su Cuerpo y su Sangre; ahora podemos acercarnos a recibirle, si nuestro corazón está preparado para ello. Cantemos todos.
Final
La sangre de nuestros mártires es semilla de cristianos. Dar testimonio de Cristo es un don que Dios ofrece a personas de su libre elección. Pero todos estamos llamados a defender nuestra fe y dar testimonio de ella. Nuestros tiempos son difíciles y en el mundo sobran razones para defender aquello en lo que creemos. Vayamos a dar la batalla ahí donde Dios nos ha colocado.
Fuentes: Aldazábal, José, Enséñame tus caminos 7 – Los Santos con lecturas propias, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 2004; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oraciones de los fieles fiestas y solemnidades, Ed. San Pablo, Bogotá, 2017