El collar de perlas
Por alguna razón Jesús nos dio la sabia sugerencia de atesorar tesoros en el cielo y no en la tierra: «Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mateo, 6,20-21).
La siguiente historia nos ayudará a valorar lo que realmente tiene valor, y descartar esas baratijas que nos impiden obtener la gran bendición. Lee atentamente:
Teresa era una linda niña de cinco años de ojos relucientes. Un día mientras ella con su mamá visitaban la tienda, Teresa vio un collar de perlas de plástico que costaba 2.50 dólares. ¡Cuánto deseaba poseerlo! Preguntó a su mamá si se lo compraría, y su mamá le dijo:
– Hagamos un trato, yo te compraré el collar y cuando lleguemos a casa haremos una lista de tareas que podrás realizar para pagar el collar, ¿está bien?
Teresa estuvo de acuerdo, y su mamá le compró el collar de perlas.
Teresa trabajó con tesón todos los días para cumplir con sus tareas, de modo que en poco tiempo canceló su deuda. ¡Teresa amaba sus perlas! Ella las llevaba puestas a todas partes: al kinder, a la cama, y cuando salía con su mamá.
Teresa tenía un padre que la quería muchísimo y cuando iba a su cama, él se levantaba de su sillón favorito para leerle su cuento preferido. Una noche, cuando terminó el cuento, le dijo:
– Teresa, ¿tú me quieres?
– Sí papá
– Entonces, regálame tus perlas -le pidió él.
– No, mis perlas no, papá! – dijo Teresa – Pero te doy a Rosita, mi muñeca favorita ¿La recuerdas?, tú me la regalaste el año pasado para mi cumpleaños. Y te doy su ajuar también, ¿está bien, papá?»
-Está bien, no importa» – dijo su padre, dándole un beso en la mejilla – Buenas noches, mi pequeña.
Una semana después, nuevamente su papá le preguntó al terminar el diario cuento:
– Teresa, ¿tú me quieres?»
– Sí papá, ¡tú sabes que te quiero!» -le dijo ella.
– Entonces regálame tus perlas
– ¡OH, papá! No, mis perlas no; pero te doy a Lazos, mi caballo de juguete. Es mi favorito, su pelo es tan suave y tú puedes jugar con él y hacerle trencitas»
– Está bien, hijita -le dijo su papá, dándole un beso en la mejilla- Felices sueños.
Algunos días después, cuando el papá de Teresa entró a su dormitorio para leerle un cuento, Teresa estaba sentada en su cama y le temblaban los labios.
– Toma papá
La niña estiró su mano, la abrió y en su interior estaba su tan querido collar, el cual entregó a su padre.
Con una mano él tomó las perlas de plástico y con la otra extrajo de su bolsillo una cajita de terciopelo azul. Dentro de la cajita había unas hermosas perlas genuinas. Él las había tenido todo este tiempo, esperando que Teresa renunciara a la baratija para poder darle la pieza de valor.
Moraleja
Dios también está esperando que nos despojemos de las baratijas en las que hemos puesto nuestro corazón para entregarnos un tesoro invaluable. Quiere que seamos capaces de vender todo lo que tenemos para darnos, a cambio, un verdadero tesoro, igual que aquél personaje de la parábola (Mt 13, 44).
Un cristiano, inspirado por la gracia del Espíritu Santo, usa las cosas materiales como escalones para alcanzar las superiores, las celestiales, porque son las que realmente valen para una eternidad.
Jesús nos dijo: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.» (Jn 10, 10). Esa vida plena, en abundancia, solo la conseguiremos cuando logremos desprendernos de todas esas baratijas en las que hemos puesto nuestra confianza. Cuando nos liberemos de nuestra vida de pecado y le demos paso a la gracia abundante de Dios que se derrama sobre los justos. Una gracia que no tiene precio alguno en este mundo. Una gracia que solo pueden entender quienes ya descubrieron el verdadero tesoro del Reino de los cielos.