Dos personas ante una misma situación de la vida son capaces de obtener resultados diferentes. Cada quien cosecha lo que siembra; cada acción tiene su reacción.
Algunos hablan de Karma o sobre las cosas que se pagan o se cobran en esta misma vida… bueno, cada quien lo ve desde su punto de vista, pero, lo que sí es cierto, es que ante las circunstancias de la vida, nuestra actitud será la que pondrá una medida a los resultados. Leamos esta interesante historia para sacar nuestras propias conclusiones y aplicaciones personales:
La Casa de los mil espejos
«En un pueblo muy lejano había una casa abandonada. Cierto día, un perrito que buscaba refugiarse del sol, encontró un agujero en la puerta de dicha casa y se introdujo a aquel lugar extraño para él. Subió por las viejas escaleras de madera y, al final, se topó con una puerta semiabierta; lentamente se adentró en el cuarto. Para su sorpresa, se dio cuenta que, dentro del lugar habían 1000 perritos más observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos.
El perrito, comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco y vio que los 1000 perritos, hacían lo mismo. Luego sonrió y le ladró alegremente a uno de ellos. ¡Sorpresa! ¡El perrito se alegró al ver que los 1000 perritos le sonreían y le ladraban alegremente a él también! Y así pasó un largo rato, recibiendo las más sorprendentes respuestas de aquellos muy amigables 1000 perritos.
Cuando salió del cuarto, se quedó pensando para sí mismo ¡Qué lugar tan agradable! ¡Vendré más seguido a visitarlo!
Tiempo después, otro perrito callejero, entró al mismo cuarto; pero a diferencia del primero, al ver a los otros 1000, se sintió amenazado, ya que lo miraron de manera agresiva. Empezó a gruñir y, claro, vio cómo los 1000 perritos le gruñían a él también, por lo que decidió huir del lugar lo más pronto posible.
Cuando ese perrito salió del cuarto, pensó: ¡Qué lugar tan horrible es este! ¡Jamás volveré a entrar aquí!
En el frente de dicha casa, se podía leer un letrero que decía: «La casa de los 1000 espejos».
Moraleja
Esta interesante historia es la de dos perritos ante la misma situación, mismas circunstancias, pero con resultados diferentes. El resultado quedó marcado por la cara que cada uno de ellos le puso a esa realidad.
No eres responsable de la cara que tienes, sino de la que muestras a los demás
Dios, en su infinita sabiduría, ha puesto a cada uno de nosotros un rostro diferente. No somos responsables de nuestra fisonomía, porque el Creador es el que se ha encargado de ella, aunque ahora la ciencia ya pueda hacer ciertos ajustes físicos, pero no de las expresiones. Por naturaleza no eres responsable de la cara que tienes; pero sí que eres muy responsable de la cara que muestras a los demás (enojada, triste, seria, esquiva, sonriente, feliz, serena…). Tu rostro natural es el que dejas ver cuando duermes, pero el que pones ante la gente cuando caminas por las calles, cuando hablas o interactúas con los demás, ese es el que tú decides mostrar. Y la respuesta de los demás estará también muy marcada por ese rostro que les muestres. Quieres una sonrisa de los demás, sonríe y asunto arreglado. Quieres una sonrisa, pero les muestras un rostro de un perro rabioso, embravecido, no esperes mucho… Los demás son tu espejo y reflejarán lo que tú les muestres. Si eres amable, serán amables contigo.
Si vas a un lugar con eco, como una montaña alta o un lugar cerrado, y gritas ¡Te amo!, ese sonido se regresa hacia ti y te repite ¡Te amo! Si, por el contrario, gritas ¡Te odio!, el eco te devolverá lo mismo. Insultas y el eco te insulta, halagas y el eco te halaga.
¿Vives quejándote de la respuesta que recibes de tus vecinos, amigos, compañeros de estudio o trabajo, o de tu misma familia? Mírate al espejo y observa bien el rostro que les estás poniendo, porque tal vez su actitud hacia ti sea solo un reflejo de la cara que les estás poniendo. ¿Vives solo peleando con tu pareja? ¿No será que debes ponerle otra cara, otra actitud para probar resultados diferentes?. Oye, la culpa de la historia que hemos leído no estaba en los espejos, sino en el perrito. El segundo perrito no debió culpar a la casa, sino a él mismo. ¿No será que estás culpando a quien no las debe?…
Siéntate y reflexiona el resultado de tus acciones y prueba con un rostro nuevo… seguro que los resultados serán diferentes…