El don de inteligencia (entendimiento)
1. Definición
El don de entendimiento o Inteligencia es una gracia especial del Espíritu Santo que nos permite comprender la Palabra de Dios y todas las verdades reveladas. Por la acción iluminadora del Espíritu Santo, la inteligencia del hombre se hace apta para profundizar las verdades reveladas. Es como un fogonazo que nos ilumina para comprender al instante una verdad revelada. Tomamos la Sagrada Escritura, la leemos y no comprendemos algún pasaje; pero, de repente, una luz penetrante del Espíritu Santo nos hace comprender de inmediato aquello inaccesible para nuestra capacidad humana, como les sucedió a los discípulos de Emaús, cuando se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús.
La palabra «inteligencia» deriva del latín intus legere, que significa «leer dentro», penetrar, comprender a fondo. Mediante este don el Espíritu Santo, que «escruta las profundidades de Dios» (1 Cor 2,10), comunica al creyente una chispa de capacidad penetrante que le abre el corazón a la gozosa percepción del designio amoroso de Dios. Se renueva entonces la experiencia de los discípulos de Emaús, los cuales, tras haber reconocido al Resucitado en la fracción del pan, se decían uno a otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras hablaba con nosotros en el camino, explicándonos las Escrituras?» (Lc 24:32)
La virtud de la fe proporciona al entendimiento el conocimiento de las verdades sobrenaturales de una manera imperfecta, al modo humano; mientras que el Don de Entendimiento nos lleva a conocer las verdades reveladas al modo divino, en una intuición sencilla, rápida y luminosa, pero sin emitir juicio sobre ellas (un plan de simple aprehensión). Caso contrario sucede con el don de ciencia, al que le compete juzgar rectamente de las cosas creadas; al de sabiduría, que juzga rectamente de las cosas divinas, y si se trata de la aplicación a los casos concretos y singulares, corresponde al don de consejo.
2. Necesidad del don de Entendimiento
Las verdades de la fe no pueden ser captadas en toda su limpieza y perfección por la sola virtud de la fe, al modo humano. Se requiere el golpe de vista intuitivo y penetrante del don de entendimiento, que nos hace aptos por la iluminación del Espíritu Santo, para comprender las verdades de la fe.
3. Efectos
A las almas que dejan perfeccionar su fe por el don de Entendimiento, el Espíritu Santo les proporciona un increíble grado de intensidad y certeza, les manifiesta las verdades reveladas con tal claridad, que, sin descubrirles del todo el misterio, les da una seguridad inquebrantable de la verdad de nuestra fe, quitando toda duda sobre la fe, a tal grado estarían dispuestas a creer lo contrario de lo que ven con sus propios ojos antes que dudar en lo más mínimo de alguna de las verdades de la fe.
Este don nos permite descubrir la divinidad presente en la Eucaristía, sin ninguna duda. Por eso hay personas que ante el Santísimo se vuelven contemplativas, sin hablar, sin decir nada, solo contemplar porque se ven envueltas por esa divina presencia que les da paz y tranquilidad. «Le miro y me mira», como dijo al santo Cura de Ars aquel sencillo campesino poseído por el divino Espíritu.
Otro efecto es que nos abre el sentido oculto de las Sagradas Escrituras. Fue lo que les ocurrió a los discípulos de Emaús cuando «les abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras» (Le 24,45), y es lo que les sucede a los místicos han experimentado este fenómeno, quienes, sin estudios ni otro tipo de ayuda humana, el Espíritu Santo les descubre de pronto el sentido profundo de algún pasaje de las Sagradas Escrituras. Por eso se les caen de las manos los libros escritos por los hombres y deciden mejor escuchar solo las palabras que brotan del Verbo Encarnado.
No se rompen jamás del todo en esta vida los velos del misterio, como decía San Pablo: «ahora vemos como en un espejo y oscuramente» (1 Cor 13,12), pero nos da una seguridad inquebrantable de las verdades de la fe.
Del don de Entendimiento se producen los frutos del gozo espiritual y la certeza inquebrantable de la fe.
4. Medios para fomentar este don
- Avivar la fe con la ayuda de la gracia ordinaria. Debemos poner de nuestra parte para incrementar la fe, con el esfuerzo humano. No podemos cruzarnos de brazos y dejar que todo lo haga el Espíritu Santo por medio del don de Entendimiento. Al ver nuestro esfuerzo, Dios nos dará sus gracias, si nos disponemos bien a recibirlas.
- Pureza de alma y estado de gracia. Definitivamente con la impureza del pecado no podremos dejar que el Espíritu Santo obre en nosotros con su don de Entendimiento. Las verdades de la fe se hacen accesibles a los limpios de corazón.
- Recogimiento interior. En medio del bullicio y la distracción, jamás lograremos escuchar la voz de Dios, que habla a nuestro interior en el recogimiento y la soledad: «Las llevaré a la soledad y le hablaré al corazón» (Os 2,14).
- Invocar al Espíritu Santo. El mismo Espíritu que inspiró las Sagradas Escrituras puede explicárnoslas, pero hay que invocarlo para que actúe en nuestro entendimiento. Por eso cada vez que leemos la Biblia, primero debemos invocar al Espíritu Santo.
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Fuentes: Royo Marín, Fr. Antonio,Teología de la Perfección Cristiana Tomo 2, BAC, Madrid, 1962; Tanquerey Adolphe, Teología Ascética y Mística, II Edición, Ediciones Palabra, Madrid; Schmaus, Michael, Teología Dogmática V La Gracia Divina; Catecismo de la Iglesia Católica