Monición de entrada.
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Sean bienvenidos a la celebración eucarística de hoy, en la que celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Una fiesta muy especial para quienes tienen la devoción de los primeros viernes.
Esta celebración es relativamente reciente en el calendario. Fue en el siglo XVII cuando se empezó a celebrar en Francia, con san Juan Eudes y santa Margarita María Alacoque como promotores principales. El amor de Dios y el de Cristo se nos manifiesta desde la Navidad hasta la Pascua y sobre todo en el Triduo Pascual de la muerte salvadora de Jesús. Pero se creyó conveniente dedicar un día a esta dimensión básica del misterio cristiano: el amor de Dios.
Celebremos, pues, con alegría «los beneficios de su amor por nosotros» y los «infinitos tesoros de caridad» que hay en el corazón de Cristo. Comencemos con el canto de entrada.
Moniciones a las Lecturas
Monición a la primera lectura (Deuteronomio 7, 6-11)
En esta lectura del Deuteronomio, Moisés intenta convencer a su pueblo de que tienen que ser fieles a la Alianza que habían pactado con Dios. Su gran argumento es el amor que Dios les ha mostrado. Escuchemos con mucha atención.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Deuteronomio 7, 6-11
En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo:
—«Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios: él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad.
Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor vuestro, por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto.
Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios: el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y guardan sus preceptos, por mil generaciones.
Pero paga en su persona a quien lo aborrece, acabando con él. No se hace esperar, paga a quien lo aborrece, en su persona.
Pon por obra estos preceptos y los mandatos y decretos que te mando hoy».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 102)
El salmo 102 es un magnífico himno a la misericordia de Dios y nos invita a alegrarnos de ese amor y a bendecirle de corazón. Hagámoslo diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 102. 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 10
R. La misericordia del Señor dura siempre,
para los que cumplen sus mandatos.
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.
El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R.
Monición a la segunda lectura (1 Juan 4, 7-16)
La siguiente lectura, de la primera carta de san Juan, tiene como tema fundamental el amor. Es lo que hoy celebramos: el amor que nos ha mostrado Dios en su Hijo, y
que nos mueve a vivir también nosotros en el amor. Escuchemos.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 4, 7-16
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo.
Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él.
Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Mateo 11, 25-30)
En el texto evangélico que escucharemos de san Mateo, Jesús nos hace caer en la cuenta de que Dios tiene predilección por las personas de corazón sencillo y humilde, las que no están llenas de sí mismas, sino que saben abrirse a él. Abramos nuestro corazón al mensaje de Jesús y cantemos el aleluya, para luego recibir la Buena Nueva de salvación.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
—«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Palabra del Señor.
Oración de los Fieles
Presidente: A Dios Padre, fuente de toda ternura y que nos ama sin límites, dirijámonos con confianza filial diciendo todos:
Llena nuestros corazones de tu amor.
- Por la Iglesia, para que, nacida y acogida en el Corazón abierto de Jesús, camine en la historia con verdad y libertad, bendiciendo, amando y custodiando la vida de cada hombre y mujer que está en busca de Dios. Oremos.
- Por el Santo Padre y todo el colegio episcopal, para que den testimonio del valor de la humildad como única clave para acceder al conocimiento de Dios que se revela a los hombres en Cristo Jesús, manso y humilde de corazón. Oremos.
- Por la paz en el mundo, para que todos nos dejemos invadir por el amor inmenso que Dios nos tiene y, al sentirnos amados, seamos capaces de amar a los demás, conviviendo en armonía fraterna con todos. Oremos.
- Por los que se sienten aplastados por pesos que oprimen el corazón y que frenan el camino, por los que tienen el corazón cerrado a dar o recibir el perdón, por los que no aceptan la enfermedad o la muerte: que todos sean consolados por Jesucristo que ha asumido el peso de la humanidad y nos ha abierto su Corazón para que encontremos refugio y reposo. Oremos.
Presidente: Dios Padre omnipotente y bueno, que nos has entregado a tu Hijo amado para enseñarnos a amar, haz que la caridad sea el origen y el fin de todas nuestras acciones. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Dios, en su amor infinito, hace producir la tierra para nuestra alimentación. De ese fruto llevamos hoy al altar las ofrendas de vino y pan.
Comunión
En cada Eucaristía comulgamos con ese Cristo que nos ofrece «su Cuerpo por vosotros» y «su Sangre derramada por vosotros». Éste es por excelencia el sacramento del amor, el que nos hace presente y nos comunica la vida que emana de la Cruz salvadora de Jesús, el acontecimiento en el que se nos mostró con mayor intensidad el amor de Dios. Acerquémonos agradecidos y con devoción a comulgar.
Final
Hermanos, la celebración de hoy nos estimula a ser transmisores de ese mismo amor a los demás en la catequesis, en la predicación, en el trato con los demás: si creemos en el amor de Dios, se tiene que notar que vivimos en esperanza y que presentamos a un Dios lleno de amor. Vayamos a vivir el amor de Dios.