Monición de entrada
Bienvenidos hermanos a esta Misa del Segundo Domingo de Cuaresma, en el que cada año leemos la escena de la transfiguración de Jesús ante sus discípulos, en el ciclo B según San Marcos. Esta escena aparece como muy importante en el evangelio: es la revelación solemne de Jesús como Hijo, como predilecto, como Maestro.
Dejemos que hoy también se nos revele a nosotros. De pie, cantamos…
Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
Las lecturas de este segundo domingo de Cuaresma hablan de muerte y de vida. Abrahán, el hombre fiel y obediente, no se reservó a su hijo Isaac; Dios Padre entregó a su Hijo único, el predilecto, por todos nosotros; en el relato de la transfiguración se esconde también el misterio de la muerte de Jesús.
Moniciones para cada lectura
Monición a la primera lectura (Gn 22, 1-2. 9-13. 15-18)
De las etapas más importantes de la Historia de la Salvación en el AT, que
leemos como primeras lecturas en los domingos de Cuaresma, llegamos hoy
a la figura de Abrahán. El domingo pasado era Noé, cabeza de una nueva
humanidad después del diluvio. Esta vez es Abrahán, con el que Dios dio inicio al Pueblo elegido. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole:
—«¡Abrahán!».
Él respondió:
—«Aquí me tienes».
Dios le dijo:
—«Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré».
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
—«¡Abrahán, Abrahán!».
Él contestó:
—«Aquí me tienes».
El ángel le ordenó:
—«No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo».
Abrahán levanto los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
—«Juro por mí mismo —oráculo del Señor—: Por haber hecho esto, por no haberte reservado a tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Sal 115)
El salmo 115 hace eco al episodio de la primera lectura: Por parte de Abrahán hay una actitud de obediencia. Por parte de Dios, su voluntad de que triunfe la vida y no la muerte. Unámonos al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 115, 10 y 15. 16-17. 18-19
R. Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.
Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!».
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. R.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R.
Monición a la segunda lectura (Rm 8, 31b-34)
De la carta a los Romanos, escucharemos ahora, un tanto abreviado, el entusiasta himno de Pablo al amor que nos tiene Dios y que se ha manifestado en Cristo Jesús.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 31b-34
Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿Quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Mc 9, 2-105)
El domingo pasado el evangelio nos llevaba al desierto con Jesús. Hoy la Palabra nos arrastra hacia un escenario muy diferente: un monte alto, lugar que sugiere luz, manifestación de Dios. Escuchemos la palabra y descubramos el mensaje del texto.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
—«Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:
—«Éste es mi Hijo amado; escuchadlo».
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
—«No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Acudamos al salvador de los hombres, que, muriendo, destruyó nuestra muerte, y, resucitando, restauró la vida, y digámosle con humildad: «Señor, escucha nuestra oración».
- Para que la Iglesia descubra en su camino la llamada permanente a la conversión y a la penitencia y siga llevando al mundo a la liberación de las cadenas del pecado. Oremos.
- Para que nuestros gobernantes atiendan las necesidades básicas de todos los habitantes de nuestra nación. Oremos.
- Por todos los que sufren en el cuerpo o en el alma: para que descubran que así tendrán parte en la Transfiguración futura. Oremos.
- Por nosotros, para que como Abraham y como el mismo Padre Dios sepamos arriesgar lo mejor que tenemos, si ésa es la exigencia del Amor. Oremos.
- Y pidamos también para que nuestra esperanza crezca, en este día que contemplamos el destino glorioso que Jesús quiere compartir con sus discípulos. Oremos.
Presentación de las Ofrendas
También nosotros, con el pan y el vino, ofrezcamos nuestra entrega incondicional a la voluntad de Dios. Cantemos…
Comunión
«Éste es mi Hijo amado; escuchadlo» nos ha dicho el Evangelio de hoy. Ese mismo Hijo se nos da en la comunión. Acerquémonos a recibirle.
Final
Como los discípulos que tuvieron la dicha de contemplar la gloria de Jesús en la cima del monte Tabor, nosotros también nos sentimos felices en este lugar Santo en el que nos hemos encontrado con Dios. Pero los discípulos tuvieron que bajar de la montaña a vivir la realidad del mundo, así como nosotros tenemos que regresar a nuestro diario vivir, siendo testigos de lo que en esta Misa hemos vivido.