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Moniciones y Lecturas 11 de septiembre de 2022 – XXIV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C

Monición de entrada

Queridos hermanos, la infinita misericordia de Dios nos permite reunirnos una vez más en este lugar santo, para celebrar la Santa Misa. Llegamos ya al vigésimo cuarto domingo del tiempo ordinario y les damos una cordial bienvenida a la casa de Dios.

Reconociéndonos pecadores y necesitados de la misericordia de un Dios que siempre nos perdona,  comencemos esta celebración cantando juntos el canto de entrada. De pie por favor.

Moniciones a las Lecturas

Opción 1: Monición para todas las lecturas

Hoy se da de nuevo una coincidencia de las tres lecturas en una dirección: el perdón de los pecados por la misericordia de Dios. Tanto Yahvé, que perdona a su pueblo por intercesión de Moisés, como Pablo, que se siente él personalmente objeto del perdón de Cristo, como las tres parábolas de Jesús en el evangelio, nos invitan hoy a considerar esa Buena Noticia del perdón y del amor de Dios. Escuchemos con mucha atención.

Opción 2: Monición para cada una de las lecturas

Monición a la Primera Lectura (Éxodo 32, 7-11. 13-14)

Comencemos acercándonos a la misericordia de Dios, escuchando cómo Yahvé perdona a su pueblo por la intercesión de Moisés.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Éxodo 32, 7-11. 13-14

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:

—«Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman:

«Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto»».

Y el Señor añadió a Moisés:

—«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».

Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:

—«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo:

«Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre»».

Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.

Palabra de Dios.

Monición al Salmo Responsorial (Salmo 50)

Con el salmo 50 vamos a reconocer nuestras faltas ante Dios y clamaremos su perdón diciendo:

Salmo responsorial: Salmo 50, 3-4. 12-13. 17 y 19

R. Me pondré en camino a donde esta mi padre.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R. 

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R. 

Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias. R. 

Monición a la Segunda Lectura (Timoteo 1, 12-17)

Siguiendo el tema que nos ocupa este día, San Pablo se siente perdonado por Dios y lo manifiesta a Timoteo en su carta.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 12-17

Querido hermano:

Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fio de mí y me confió este ministerio.

Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente.

Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía.

El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús.

Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero.

Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que crearán en él y tendrán vida eterna.

Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios.

Monición al Evangelio (Lucas 15, 1-32)

El amor perdonador anunciado en las dos primeras lecturas toma cuerpo emotivo en el desarrollo más amplio en las parábolas de Lucas que vamos a escuchar a continuación. Cantemos primero el aleluya

EVANGELIO

 Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:

—«Ése acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola:

—«Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles:

«¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido».

Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:

«¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido».

Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

También les dijo:

—«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:

«Padre, dame la parte que me toca de la fortuna».

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.

Recapacitando entonces, se dijo:

«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino a donde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros».

Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.

Su hijo le dijo:

«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo».

Pero el padre dijo a sus criados:

«Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado».

Y empezaron el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo.

Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.

Éste le contestó:

«Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud».

Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Y él replicó a su padre:

«Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado».

El padre le dijo:

«Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado»».

Palabra del Señor.

Oración de los Fieles

Elevemos, hermanos, nuestras súplicas a Dios padre misericordioso, seguros de que siempre nos escucha y digámosle confiados:

Oh Señor, escucha y ten piedad

  1. Por el Papa, los obispos y sacerdotes, para que con la gracia de Dios se dediquen con empeño a la difusión de la Palabra y ser verdaderos instrumentos que sanen los corazones afligidos. Oremos.
  2. Por los políticos y todos los dirigentes del gobierno de nuestro país, para que se preocupen por el bienestar del pueblo y no solo del suyo. Oremos.
  3. Por los que se han alejado de la fe a causa de nuestra incoherencia de vida, para que por nuestra conversión sincera y profunda puedan redescubrir la belleza del Evangelio y alimentar de nuevo su deseo de seguir al Señor. Oremos.
  4. Por quienes causan grandes males a la sociedad, para que crezca en ellos el deseo de conversión y busquen acogerse a la misericordia y al perdón de Dios. Oremos.
  5. Por todos los que participamos en esta celebración, para que, alimentados con la Palabra y la Eucaristía progresemos en la santidad y crezcamos en la conciencia de ser hijos de Dios. Oremos.

Presentación de las Ofrendas

Con las ofrendas de Pan y Vino, ofrezcamos a Dios nuestros corazones para que él los transforme.

Comunión

Cristo, por amor a nosotros, quiso quedarse en el Pan y el Vino. Ahora vayamos a recibirle.

Final

El mundo necesita de la misericordia de Dios. Vayamos a ser testigos de la bondad y misericordia divina, comenzando por los más cercanos a nosotros.

Fuente: Aldazábal, José, Enséñame tus caminos 10 – Los Domingos Ciclo C, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona; La Casa de la Biblia, Tú tienes palabras de vida – Lectura Creyente de los Evangelios Dominicales Ciclo C, Editorial Verbo Divino

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