Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches), amados hermanos. En el jueves eucarístico de la vigésimo tercera semana del tiempo ordinario, nos llena de mucho gozo recibirles en la casa de Dios para la celebración de la Santa Misa, en la que también celebramos la memoria de san Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia, llamado “Crisóstomo” (Boca de oro) por sus extraordinarias cualidades de orador.
Dios nos llama a la santidad. La participación en estos sacramentos nos irá permitiendo avanzar en ese propósito. Por eso, con mucha alegría, comencemos esta celebración con el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (1 Corintios 9, 16-19. 22b-27)
comparte su profundo sentido de llamado. Él siente una necesidad interna de predicar el evangelio, y su recompensa radica en hacerlo gratuitamente. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 9, 16-19. 22b-27
Hermanos:
El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo.
No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!
Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga.
Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio.
Entonces, ¿cuál es la paga?
Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio.
Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles.
Me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos.
Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.
Ya sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio.
Corred así: para ganar.
Pero un atleta se impone toda clase de privaciones. Ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita.
Por eso corro yo, pero no al azar; boxeo, pero no contra el aire; mis golpes van a mi cuerpo y lo tengo a mi servicio, no sea que, después de predicar a los otros, me descalifiquen a mí.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 83)
Toda la vida de afán y trabajo que lleva la predicación auténtica del Evangelio tiende a un término: ganar la carrera, estar con Cristo Jesús. Materializada la presencia de Dios en el templo, proclamamos este salmo, transcendiendo su sentido: al anhelar el templo, como término de nuestras vidas, anhelamos la presencia de Dios total y definitiva, como el premio de nuestra carrera al servicio del Evangelio. Responderemos todos:
Salmo responsorial: Salmo 83, 3. 4. 5-6. 12
R. ¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío. R.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación. R.
Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria;
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable. R.
Monición al Evangelio (Lucas 6, 39-42)
En el texto evangélico de hoy, continúa «el sermón de la llanura», con recomendaciones varias, a modo de comparaciones. Son recomendaciones relacionadas con la ley del amor que ayer nos daba Jesús.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 39-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola:
—«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la mota del ojo», sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Demos voz a la oración de nuestra comunidad, de nuestras familias, de la Iglesia entera y de cada uno de nuestros hermanos, y digamos:
Que tu Palabra, Señor, sea luz para nuestros pasos.
- Por la Iglesia que custodia el tesoro de la Palabra de Dios. Que anuncie siempre con coherencia y entusiasmo el Evangelio, para que a todo hombre llegue su luz. Oremos.
- Por todos los sacerdotes, los misioneros, los catequistas. Que siguiendo el ejemplo de san Pablo, corran para dar testimonio gratuito y generoso de la Buena Noticia y vivan esta misión como urgencia y necesidad. Oremos.
- Por todos los atletas y por los que trabajan en el mundo del deporte. Que vivan tal realidad como escuela de relación fraterna, de solidaridad, de comunión. Oremos.
- Por los directores espirituales y todos los que desempeñan la delicada labor de guiar las almas. Que estén acompañados por la constante oración, para que no sean guías ciegos en las decisiones y en el consejo, sino que sepan conducir a la verdad las personas que les han sido confiadas. Oremos.
Presidente: Tú, Señor Jesús, nos llamas a correr, como atletas, por el camino de la fraternidad y de la comunión. Tú, que eres Amor, enséñanos y acompáñanos cada día por este sendero luminoso. Tú eres Dios y vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Con nuestra alabanza al Señor, por los frutos de la tierra y la vida de san Juan Crisóstomo, presentamos nuestras ofrendas de vino y pan.
Comunión.
Cristo es el alimento que nos fortalece e impulsa en nuestro proceso de santificación. Acudamos con fe a comulgar.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 4, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia