Todos tenemos un valor. Nadie, por muy insignificante que parezca en este tan inmenso mundo de riquezas de todo tipo, puede considerarse que no sirve para nada, aunque así se lo hayan dicho más de una vez en la vida. Aunque en tu infancia tus mismos padres o parientes cercanos te hayan dicho que eres un «bueno para nada», tú vales más de lo que te imaginas. ¿Cuál es tu verdadero valor? ¿Lo has descubierto ya?.
El problema no está en cuánto vales, sino en quienes te han valorado. Si quieres saber cuál es el valor real de un inmueble, debes buscar a un experto. Si quieres saber cuánto vales tú, no puedes ponerte un precio por el juicio que emita cualquier tipo de persona, porque las cosas deben tomarse de donde vienen…. Si necesitas un buen diagnóstico médico, debes buscarlo en un buen especialista y no en un charlatán que te estafará. La siguiente reflexión nos ayudará al respecto:
El anillo del maestro
─ Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le dijo:
─ Cuánto lo siento muchacho! Pero ahora no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después… y haciendo una pausa agregó: si quisieras ayudarme tú a mí primero, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar a ti.
─ E… encantado, maestro -titubeó el joven, sintiendo que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
─ Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó:
─ Toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y solo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En el afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, más de cien personas, abatido por su fracaso montó su caballo y regresó. ¡Cuánto hubiera deseado el joven tener esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Entró en la habitación.
─ Maestro -dijo- lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera obtener dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
─ Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven llevó el anillo al joyero, quien lo examinó a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
─ Dile al maestro, muchacho, que, si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
─ ¡58 MONEDAS! -exclamó el joven.
─ Sí, -replicó el joyero- yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
─ Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo- Tú eres como este anillo: Una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.
Moraleja
Todos somos como esta joya, valiosos y únicos y andamos por los mercados de la vida pretendiendo que gente inexperta nos valore. Puede sonar un poco duro admitirlo, pero hay casos en que ni tu familia puede valorarte realmente por lo que vales. Hay tantos niños, adolescentes, jóvenes y hasta adultos que viven una vida frustrada, con complejos enormes porque en su infancia su mamá, el ser más adorable y de quien esperaban amor, cariño, comprensión y tantas cosas bonitos, se atrevió a emitir juicios a gritos como «eres un bueno para nada», «eres un inútil», «tu hermanito más pequeño es capaz de hacer las cosas mejor que tú», «no tienes cerebro»… y se la creyeron!. Eso les marcó la vida a tal grado que se creyeron inútiles, y no pudieron con las matemáticas, con tareas tan fáciles, porque el complejo se apoderó de tal manera que creó realmente seres «inútiles», bloqueados… seres con un gran potencial, pero bloqueados por una expresión de desprecio, de odio, de maldad, emitida por quien no «es experto» en la vida para valorar a un ser humano.
Es admirable ver a seres que han sido catalogados como «inválidos», «enfermos», por la sociedad misma, pero que han sabido sobreponerse y explotar al máximo su potencial, porque han ido a donde el joyero, al experto, para descubrir su verdadero valor en kilates de oro fino y puro. Hay gente sin pies, sin manos, pero con unas habilidades increíbles para defenderse en la vida, mucho mejor que cualquier ser humano completo, o aparentemente completo. Todo lo han conseguido porque no han escuchado a simples «mercaderes» de la vida, que no conocen el oro puro; fueron a donde el experto.
¿Cuáles complejos te han marcado la vida y te han subvalorado? Si sientes que no vales nada en la vida, primero examina de dónde viene ese juicio, porque a lo mejor procede de la «señora más chismosa» del barrio, aquella que se dedica a destruir vidas porque ya la suya está por el suelo, o de personas que van por este mundo frustradas por no conseguir lo que quieren y se dedican a hacer que otros caigan al nivel de ellas. Busca mejor primero a un experto, y nadie más experto que el que te creó y te conoce mejor que nadie, para quien eres un tesoro valioso: Dios!