La vida nos va enriqueciendo con cada acontecimiento, bueno o no tan bueno. Hay sucesos que nos causan tanto impacto que difícilmente olvidaremos sus detalles y serán temas de conversación siempre que podamos traerlos a colación. Manejar esos recuerdos para bien o para mal, solo depende de nuestra actitud.
Hice un pequeño ejercicio con un grupo de personas a quienes tenía que impartirles formación religiosa cada ocho días. Les conté el mismo chiste durante tres sesiones seguidas. El chiste era tan bueno que la primera vez causó una gran impresión y todos sonrieron como locos. La segunda semana les volví a contar el mismo chiste y sonrió la mitad de los asistentes, más los que no habían estado en la primera sesión. Tres semanas después volví a contar, por tercera vez, el mismo chiste, y ya solo sonrieron, como por compromiso, un 10% de los asistentes.
Pregunté por qué ahora no les causaba tanta risa el chiste con el que los había hecho reír tanto la primera vez que lo conté, y me dijeron que era ya un chiste trillado, que ya se lo sabían. Pedí disculpas y les dije que yo solo quería desahogar mis penas con un chiste que me había parecido gracioso, pues estaba pasando por una situación bien difícil. Me metí en la historia que les inventé, la actué tan bien que todos quedaron impactados y fueron muchos los que lloraron conmigo.
La semana siguiente les pedí permiso para seguir desahogando mis penas porque la situación seguía igual. Les conté la misma historia, cuidando todos los detalles. La gente escuchó con tanta atención y se metió tanto en el problema, que sus rostros me mostraban lo consternados que estaban por el suceso. Casi la misma cantidad de personas lloró conmigo.
La tercera semana volví a contarles la misma historia. Les comenté que el problema seguía igual y al final sus rostros mostraban los mismos sentimientos de consternación, preocupación y casi el mismo porcentaje de personas lloró conmigo.
No tuve más remedio que contarles la verdad y preguntarles por qué no habían reído las tres veces con el mismo chiste, pero sí habían sido capaces de llorar tres veces por el mismo problema.
¿Has oído hablar de Resentimiento? ¿Sientes algún tipo de resentimiento en tu corazón?
Si desglosamos esa palabra: RE-sentimiento, es volver a sentir. Resentirte con alguien es volver a sentir el dolor, el odio. Volver a vivir esos sucesos terribles que nos hicieron daño, tanto daño que debiéramos pasar página sobre ellos, siguiendo un proceso de sanación inmediato; sin embargo, nos esforzamos por revivirlos cada vez que podemos. En los momentos de soledad, por las noches o en las ocasiones que nos sea posible, tratamos, a veces hasta intencionalmente, de recordar esas malas experiencias. Las revivimos, las volvemos a sentir. Nos esforzamos por no omitir ningún detalle. Si nos humillaron, volvemos a sentir tanto esa humillación que causa llanto, estrés, depresión.
Si queremos vivir en paz con nosotros mismos, con los demás, hay que pasar página a esas malas experiencias e ir recogiendo de la vida solo aquellas cosas que nos han impactado positivamente, revivirlas, disfrutarlas nuevamente cada vez que podamos. Vale la pena reírnos del mismo chiste, cuando éste ha sido bueno.