Cada quien siembra lo que cosecha. Si queremos un futuro brillante, nuestras acciones del presente deben brillar lo suficiente para que el mañana sea satisfactorio y nos podamos sentir orgullosos de lo que hicimos. Sin embargo, no siempre es así. La siguiente historia nos da una gran lección, sobre todo a los jóvenes:
Un carpintero, estaba a punto de jubilarse. Le comunicó a su jefe, la decisión de dejar el negocio de la construcción de casas de madera en Estados Unidos, para poder llevar una vida más placentera junto a su esposa y así disfrutar los últimos años de su vida.
Su jefe, lamentó perder al mejor empleado. Pero antes de que se retirara definitivamente de su trabajo, le pidió que construyera una última casa.
El carpintero, accedió por compromiso. No puso mucho esmero, ni entusiasmo en el trabajo, como en otras épocas, no cuidó los detalles. Así que la construcción, no se veía muy bien, incluso los materiales que usó eran de inferior calidad.
Una vez finalizado el trabajo, el carpintero invitó a su jefe a visitarla. Hicieron un recorrido por la casa y al finalizar, le entregó a él las llaves de la puerta y le dijo:
─ Querido amigo, esta casa es tuya. Es mi regalo por todos los esfuerzos que pusiste en la empresa, durante 40 años.
El carpintero, con las llaves en sus manos y sus ojos llenos de lágrimas, agradeció el regalo, pero se sintió avergonzado, como nunca antes, por esa actitud que le llevó a cometer ese tremendo error.
¡Qué desafortunada manera de terminar su carrera!
Moraleja
Si el carpintero hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, la hubiera hecho con absoluta dedicación. Ahora, no tenía otra opción que vivir en la propia casa que él había construido y no precisamente de la mejor manera.
Lo mismo sucede con nuestra vida, la construimos sin dedicarle el tiempo necesario y nutrirla suficiente con lo que requeriremos para el futuro.
“Tu vida hoy, es el resultado de tus actitudes y elecciones del pasado… Tu vida mañana, será el resultado de tus actitudes y elecciones hechas hoy”
Somos lo que hemos construido para nosotros mismos en el pasado y mañana cosecharemos exactamente lo que ahora sembremos. Los jóvenes muchas veces pierden su sagrado tiempo en cosas vanas: el chat, la calle, la Internet sin provecho, juegos de vídeo, la televisión, etc., olvidando cultivar su mente y su espíritu, dejando de lado el buen aprendizaje que será de provecho para el futuro.
Hay muchos adultos ahora lamentando haber perdido una buena oportunidad de empleo por no saber Inglés u otro idioma, por no haber aprendido un arte determinado, por no haber aprendido un oficio.
Muchos más lamentan una mala salud por haber malgastado su vida en vicios, mala alimentación. Otros tantos lamentando haber perdido a su esposo o esposa por una mala decisión, o lamentando la destrucción de su hogar por un mal proceder. Hay muchos padres de familia ahora lamentando que sus hijos andan en la perdición, por no haber hecho con ellos en su infancia lo debido, por no haberles dado una buena educación, una buena atención y una buena corrección en el momento propicio.
Es muy cierto que hay que apartar un poco de tiempo para el sano entretenimiento, la diversión. Pero es muy diferente a desperdiciar nuestro tiempo en cosas que no producirán nada para nuestro futuro. Cada minuto vale oro y hay que saberlo aprovechar cuando se puede. Hay que hacer las cosas siempre poniendo nuestro máximo empeño, sin mediocridades, porque, aunque lo que hacemos no sea para nosotros, del bien del otro también nosotros obtenemos provecho. Si a la empresa en la que trabajamos va hacia arriba en sus proyecciones, como empleados también nos veremos favorecidos. Siempre hay que dar el 100% de nuestro esfuerzo para que todo salga bien.
No olvidemos: somos ahora lo que sembramos en el pasado, y seremos en el futuro lo que ahora estamos sembrando. Si estamos construyendo mal, cosecharemos mediocridades. Si no le estamos construyendo adecuadamente el futuro a nuestros hijos, mañana nos lamentaremos.
San Pablo nos lo dice claramente en 1 Corintios 3,10-13:
Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego.
En relación a nuestra vida con Dios, será igual. Todo quedará al descubierto en el último día y cosecharemos lo que hemos sembrado: para la muerte o para la vida eterna.