Monición de entrada
Queridos hermanos, seguimos con el gozo de la Pascua y con esa misma alegría les recibimos en este lugar santo para celebrar la Santa Misa, en el sexto domingo de Pascua.
Cuando nos quedan ya solo dos semanas para Pentecostés, el tono y el ritmo de la fiesta pascual no decaen. Para ello pedimos hoy a Dios que nos conceda «continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado».
Movidos por el Espíritu Santo y rogando a Dios nos conceda un día celebrar con Cristo la Pascua definitiva, comenzamos la celebración de nuestra Santa Misa cantando con alegría…
Moniciones a las Lecturas
Opción 1: Monición para todas las lecturas
Preparemos nuestros corazones para recibir ahora un mensaje de salvación que se extiende a todas las naciones. Esto nos llena de mucha esperanza, porque también nosotros formamos parte del pueblo santo de Dios. Escuchemos con mucha atención.
Opción 2: Monición para cada una de las lecturas
Monición a la primera Lectura (Hechos de los Apóstoles 15, 1-2. 22-29)
El Espíritu Santo inspiró a la Iglesia primitiva para que rompiera definitivamente con ciertas normas rituales de la antigua Ley de Moisés, haciendo posible a los paganos el libre acceso a la vida cristiana sin necesidad de convertirse antes en judíos por medio de la circuncisión. Un momento decisivo para este cambio fue el llamado “Concilio de Jerusalén”, del que escucharemos a continuación.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 15, 1-2. 22-29
En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia.
Los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barsabá y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les entregaron esta carta:
«Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo.
Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud».
Palabra de Dios.
Monición al Salmo Responsorial (Salmo 66)
En consonancia con la primera lectura, el salmo 66 es también aperturista y misionero. La salvación de Dios llega «hasta los confines del orbe», de modo que «conozcan todos los pueblos tu salvación». Contestaremos todos:
Salmo responsorial: Salmo 66, 2-3. 5. 6 y 8 (R.: 4)
R. Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga;
que le teman hasta los confines del orbe. R.
Monición a la segunda lectura (Apocalipsis 21, 10-14. 22-23)
Por medio de símbolos y metáforas se da en la segunda lectura una descripción de la Iglesia, la nueva Jerusalén, que constituida sobre el cimiento de los doce apóstoles, es lugar de encuentro del nuevo pueblo de Dios.
SEGUNDA LECTURA
Lectura del libro del Apocalipsis 21, 10-14. 22-23
El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios.
Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido.
Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel.
A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas.
La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero.
Santuario no vi ninguno, porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el Cordero.
La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Juan 14, 23-29)
Jesús continúa el discurso de despedida, consolando a los discípulos y prometiéndoles el don del Espíritu Santo. No nos deja solos, el Espíritu Santo nos acompaña también a nosotros. Cantando nos preparamos para escuchar esta Buena Noticia.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 23-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado». Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo».
Palabra del Señor.
Oración de los Fieles
Guiados por el Espíritu de Jesús, por quien podemos llamar a Dios «Padre», nos dirigimos a Él suplicando por las necesidades de todos los hombres, diciendo:
Damos siempre tu paz, Señor.
1- Por el Papa, los obispos, sacerdotes y la Iglesia universal, para que se dejen conducir por el Espíritu sin poner obstáculos a su acción salvadora y creadora del nuevo Reino y para que muestren su amor hacia Dios en el cumplimiento de su Palabra. Oremos.
2- Por nuestros gobernantes, para que defiendan la verdad y para que nunca priven a los ciudadanos de su derecho a una vida digna y libre. Oremos.
3. Por quienes al dar testimonio de su fe sufren desprecio y burla, por los perseguidos a causa de Cristo, para que no olviden que el Señor no los dejará solos y siempre encontrarán la fuerza y el consuelo del Espíritu Santo. Oremos.
4- Para que el Espíritu Santo, el Espíritu de la unidad, promueva en el mundo el sentido de la solidaridad. Oremos.
4. Por todos nosotros, para que no dejemos apagar el fuego del Espíritu Santo y para que cada quien, conforme a la vida nueva en Cristo, ala claridad y el ímpetu propios del Espíritu, no permita que se turbe su corazón ni se acobarde. Oremos.
Presentación de las Ofrendas
Ofrezcamos, junto al pan y el vino, nuestros propósitos de cumplir la Palabra de Dios, para que Él more en nosotros. Cantemos.
Comunión
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él», nos ha dicho Jesús en el Evangelio. Hoy quiere hacer su morada en nuestros corazones. Acerquémonos a recibirle en la Comunión. Cantamos.
Final
«Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde» nos ha dicho el Evangelio. Vayamos a ser testigos de Cristo ante el mundo, sin temor alguno.